Este próximo jueves, el 2 de abril, iniciará en Londres la reunión del G20 para analizar y revisar acciones a seguir para enfrentar el enorme desastre que el sistema monetario mundial ha provocado al mundo. En esta ocasión no se trata de una cumbre más, sino de una gran oportunidad que se presenta a la humanidad para reinventar un nuevo orden de las cosas que terminen de una vez por todas con el foco infeccioso de todas las enfermedades económicas que ha padecido el mundo de la era moderna: el sistema financiero internacional.
Hacia dicha reunión se perfilan dos corrientes contrarias que medirán fuerzas y determinarán el rumbo a seguir para enfrentar la crisis. Por un lado están los que pretenderán mantener y reciclar el patético espectáculo del depredador sistema. Por el otro, se presentan iniciativas que pretenderán desmantelar el esquema actual y sustituirlo por uno nuevo.
Unos harán todo lo posible para continuar con el espectáculo. Usarán todo su poder para mantener a la población mundial en la dependencia de las monedas nacionales, creadas por el sistema bancario y los bancos centrales nacionales. El dinero como hoy se conoce mayoritariamente en el mundo se crea sólo a partir del endeudamiento de los usuarios. El proceso especulativo que esto conlleva distorsionó el equilibrio económico a favor de los centros financieros, que de origen son improductivos, concentrando el poder geopolítico y control de materias primas. La lógica de este sistema es “si con el dinero que emito puedo controlar y si puedo crear dinero de la nada, sólo con deuda, continuemos promoviendo la deuda indefinidamente.” Sin embargo, como ha sido evidente, esto ha provocado la depredación de la verdadera riqueza.
Cada vez que un banco presta $100, detrás de los bienes que el prestatario adquiere con dicha cantidad hay trabajo (sueldos, salarios, utilidades, etc.), productos y materiales que en algún momento se produjeron a partir de la naturaleza. Sobre el préstamo, el banco cobra intereses, recargos y comisiones cuyo monto excede el valor de cosas reales. Una vez que paga lo necesario para prestar el servicio (sueldos, rentas, insumos, etc.) lo que el banco obtiene de ganancia no tiene contraparte de valor realmente existente. Quien adeuda transfiere al banco una parte de riqueza real que no se repone en algún otro lugar. De allí que continúe creciendo la cartera vencida. Y a nivel global, provoca el problema que vivimos.
Otros que asistirán a la reunión del G20, llevarán la propuesta de reemplazar al dólar como moneda de reserva. Proponen crear una moneda de reserva que esté desligada de las monedas-deuda nacionales y que sea capaz de mantenerse estable en el largo plazo. Al cotizarse sólo sobre valores reales, se evitarían las variaciones especulativas y el nefasto traslado de riqueza real a quien nada produce.
Dice Luis Lopezllera, mexicano líder en la promoción de monedas alternativas “la crisis va a desplegarse en grande con el conflicto entre lo virtual letal y lo real vital, entre la fantasía depredadora y quienes defienden la vida. Existe ya un guerra declarada entre lo falso y lo verdadero.” El tema a debatir en la reunión del G20 deberá ir mucho más allá de una simple búsqueda para recomponer el sistema monetario. Será necesaria una mutación de nuestra forma de vida, nuestros hábitos y propósitos. Habrá que rebasar el paradigma de sobrevivencia a la defensiva para dar origen a una convivencia creativa. A la propuesta de China y Rusia a favor de sustituir al dólar, se añaden propuestas de sistemas que permiten articular redes de intercambio donde los valores vitales, producto del trabajo y las más legítimas aspiraciones se multipliquen en beneficio de quienes verdaderamente aportan a la riqueza.
Con el desmantelamiento del sistema creado sobre el dinero-deuda, desaparecerían las posibilidades de crear y mantener las fortunas a partir de la especulación. Como son precisamente éstas las que sostienen medios de comunicación, industria militar y promotores del consumismo colectivo compulsivo, la necesaria tarea de sustituir al sistema monetario no será fácil. El reto es por ello de orden social, con activismo democratizador. Desde la base social será imprescindible que se multipliquen las divisas comunitarias bajo control social. No puede esperarse a que las soluciones vengan centralizadas y desde arriba.
El economista James Robertson llama a la acción social para incidir en los trabajos del G20, para que la reforma monetaria incorpore la descentralización monetaria, financiera y económica. Citando como ejemplos los casos exitosos de monedas locales comunitarias, “Time Dollars”, “Ithaca Hours”, “LETS”, y otras miles de experiencias más alrededor del mundo, harán innecesario el actual sistema de dinero-deuda para transacciones comune. La propuesta de descentralización monetaria a nivel local resultaría complementaria a la creación de la moneda global de reserva que sería utilizada para transacciones internacionales. Parece ser que sólo con grandes cambios como éstos, pueden obtenerse solucionarse los grandes problemas.
PD: El próximo lunes 6, a las 11 AM, el en vestíbulo del H. Congreso del Estado de Aguascalientes, Miguel Yasuyuki Hirota, especialista internacional en monedas complementarias locales dictará una conferencia sobre este tema.
