La mujer mixteca, de rasgos y de corazón, que se siente aun así más fronteriza que indígena, busca hacer conciencia a través de su música de la existencia de las razas prehispánicas de México, los migrantes, las mujeres que han tenido que callar la voz…
Para cada una de sus presentaciones, esta mujer de la tierra hace un ritual donde se prepara física y espiritualmente; son momentos sagrados porque cada vez que ella sale al escenario se entrega en cuerpo y alma, pues por eso es cantante, porque Dios le dio el don de la voz y ella está comprometida con ésa que es su pasión.
Mucho antes de que ella fuera una mujer y una artista, allá en su pueblo, en San Nicolás, cuando era niña escuchó hablar a los grandes, alguna vez, de la feria de Aguascalientes, y esta noche entregó el corazón sin duda alguna, como lo hace cada una de las veces en que se sube a un escenario.
Una hermosa sonrisa se dibuja en su rostro. Detrás de ese tono de piel canela hay una mujer que vivió durante muchos años con una feminidad reprimida debido a la forma en que su madre la educó; y es que tanto su madre como ella son muy sensuales, y para protegerla de la voracidad del mundo, la mujer que la trajo en sus entrañas le enseñó que debía ser más inteligente que bonita, ahora ella sabe y decide ser una mujer femenina y sensual, es éste un nuevo ciclo en su vida.
Cuando se es cantante y compositora al mismo tiempo no existen los límites, las creación toma su propio rumbo y es difícil que llegue a detenerse; es como un río que lentamente toma su cauce; así han ido las composiciones de Lila, quien ha incursionado en diferentes géneros: lo mismo una cumbia, que algo ranchero o incluso música con sabor a Latinoamérica, porque en el arte y la música no existen las fronteras.
A Lila, México le da gusto y también tristeza; admira que seamos tan luchones, y la fuerza interna que hay en la gente, que es como una llama que no se extingue; pero cuando voltea para su tierra no puede evitar que el corazón se le haga chiquito por el maltrato y la discriminación y la condición relegada en que viven esos hombres y mujeres ancestrales, que sólo piden un espacio para vivir en armonía con sus formas y sus creencias.
Lila no está en lo más mínimo interesada en incursionar en la política, porque cree que los cambios se dan desde la educación, desde donde se les enseñe a las personas quiénes son los que hacen leyes, los que deciden los rumbos del país, y desde donde se fundamentan los cambios de las formas del pensamiento para la convivencia de la diversidad.
En Aguascalientes no fue la excepción, Lila salió sencilla, con la cavidad del pecho llena de una voz que derramó sobre los asistentes que corearon cada una de sus canciones, y que vibraran al compás de sus movimientos que nos recuerdan ese México, el que muchos han querido dejar olvidado y que ella, sintiéndose una fusión, ha decidido llevar, no sólo a diferentes espacios, no sólo en el país, sino en el extranjero, donde ya enchinó pieles: China, Europa y, por supuesto, Estados Unidos.
