Gracias al apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, estuve la semana pasada en la Universidad de Princeton, en los Estados Unidos, para llevar a cabo una visita previamente agendada al Centro para el Estudio de las Religiones, porque estoy realizando actualmente una investigación acerca de la diversidad religiosa en México.
Como casi invariablemente me sucede cuando visito las universidades del primer mundo, cuando conocí la de Princeton no pude menos que quedarme con la boca abierta, y lleno de una sana envidia. Es una de las ocho universidades de la llamada Ivy League (originalmente una liga deportiva) junto con Yale, Columbia, Harvard y otras, ubicadas en el noreste norteamericano, siete de ellas privadas y todas con presupuestos altísimos.
En el Centro de Estudios Avanzados, asociado a la universidad, trabajó Albert Einsten, como lo hacen notar diversas alusiones en la ciudad, y entre sus profesores famosos se encuentra John Nash, ganador del Premio Nobel de Economía en 1994, muy conocido porque su vida se dramatizó en la película Una mente brillante, en la que se hace notar la esquizofrenia que padeció. En esa película pueden verse, en algunas escenas, las instalaciones más antiguas de la universidad, que se estableció en Princeton en 1756. Muchos de los edificios más antiguos son del siglo diecinueve.
El Centro Woodrof Wilson, en cambio, es un edificio moderno, el cual hospeda a la Escuela de Políticas Públicas e Internacionales. Su nombre se debe a quien fue presidente de la universidad y presidente de los Estados Unidos, al principio del siglo veinte. En una de sus salas tuvo lugar una conferencia sobre la secularización en el siglo veinte, dictada por Timothy Shah, del Consejo de Relaciones Exteriores, a la que asistí. Tal vez en un artículo próximo me refiera a ella.
La conferencia fue parte de un programa organizado por el Centro para el Estudio de las Religiones, fundado en 1999 por Robert Wuthnow, sociólogo, estudioso de la cultura y de las religiones, y jefe del Departamento de Sociología. Jenny Legath, la directora asociada, me recibió en el Centro muy amablemente y me explicó su objetivo, su organización y su funcionamiento.
El fin que persigue el Centro es el intercambio intelectual interdisciplinario de alto nivel entre académicos de las humanidades y las ciencias sociales que estudian las religiones. Siendo ese el objetivo, no tienen profesorado, sino sólo un equipo reducido, de cuatro personas, cuyo trabajo consiste en favorecer ese intercambio intelectual, el cual se propicia a través del funcionamiento de varios programas.
Uno de esos programas consiste en otorgar becas a estudiantes para que escriban sus tesis. También se otorgan becas a recién doctorados para que transformen sus tesis en libros. A todos ellos, muy pocos y escogidos, se les proporciona un lugar para trabajar en el mismo edificio (una casa acondicionada) y, sobre todo, un espacio para interactuar: la cocineta, que es, me dijo Jenny Legath, el lugar más importante para el diario intercambio intelectual, con una taza de café en la mano, entre los becarios y los profesores de la universidad y los visitantes.
Otro de los programas consiste en la organización de clases-conferencias. Los temas recientes que se han tocado en este programa son: ‘Cruce de caminos entre la religión y la política’, ‘Religión y ética’, ‘Religión y cultura global’, ‘Religión e historia’, ‘Religión y dinero’, ‘Historia de la música gospel negra’. Estas clases se pueden consultar en la Internet en: www.princeton.edu/~esrel/webcasts
La conferencia a la que asistí fue parte de la serie sobre el cruce de caminos entre la religión y la política. Muy amablemente fui invitado a cenar allí mismo en el Centro Woodrow Willson, con un grupo reducido de 10 personas: el conferencista, un teólogo alemán, un profesor del Seminario Teológico de Princeton, un profesor de la universidad, Jenny Legath, tres becarios del Centro y el profesor Wuthnow. Éste último me pidió que me presentara y les hablara de los trabajos que estoy llevando a cabo. Les llamó la atención que en México estemos estudiando apenas ahora la diversidad religiosa, que para ellos es algo común desde la fundación de su nación.
La mayor parte del trabajo que realicé durante mi estancia la llevé a cabo en la biblioteca del Seminario Teológico de Princeton, una institución asociada a la universidad. Después de estar un poco perdido y abrumado en la gran biblioteca Firestone, la principal, le agradecí a Jenny Legath que me hubiera dirigido a la del Seminario, más pequeña que la anterior, aunque con más volúmenes que la de la UAA. Allí encontré lo que buscaba: estudios sobre la diversidad de religiones cristianas americanas, que pienso que es necesario entender, para entender la creciente diversidad religiosa en nuestro país.