Cuánta razón tuvo el reconocido militante comunista José Saramago en el 2007 al criticar duramente desde la Península Ibérica, en ocasión del ciclo “Lecciones y Maestros”, a la izquierda calificándola de estúpida, porque en un mundo donde los partidos de derecha siguen comportándose como siempre, «la izquierda ha dejado de ser izquierda». Con esa extraordinaria imaginación creadora y la singular ironía que caracteriza su obra literaria, el premio nobel 1998 dijo más en el país gobernado por el Partido Socialista Obrero Español, cuyos dirigentes se sienten más socialmonárquicos que socialistas: «Antes nos gustaba decir que la derecha era estúpida, pero hoy día no conozco nada más estúpido que la izquierda». De esta manera, el autor de El Evangelio según Jesucristo, ateo confeso por obra y gracia de su intelecto, llamó a los españoles a «perder la paciencia» y hacer algo por transformar la situación imperante, expresando su preocupación por el mal funcionamiento del sistema democrático y por el hecho de que los gobiernos sean «los comisarios políticos del poder económico».
Con la lucidez de su pensamiento, advirtió que “ya no queda mucho tiempo” para tratar de cambiar un mundo dirigido por organismos antidemocráticos como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o la Organización Mundial de Comercio. Dijo que “es hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan, y no hacemos nada por contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos”. Con sentido más realista que profético, dibujó el final de una civilización y el advenimiento de tiempos de oscuridad donde el fascismo puede regresar. Se puede estar de acuerdo o no con el escritor, sin embargo todos podemos coincidir en que el Siglo XXI necesita una izquierda distinta capaz de realizar las grandes transformaciones sociales que reclama el tiempo que nos ha tocado vivir. La izquierda de hoy, desgraciadamente, no está a la altura del momento histórico que vive la humanidad. Los partidos de izquierda ante el fracaso del llamado socialismo real, terminaron. aturdidos y decepcionados al constatar que aquello en lo que creyeron era una falacia o una utopía irrealizable y perdieron de vista que ningún error, exceso, crimen o aberración que se hubiera cometido en el “socialismo real” absuelve al capitalismo de sus crímenes contra la humanidad y el planeta, tal como lo sostiene el peruano Fernando Sánchez Cuadros; quien afirma que desde la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS las filas de la izquierda fueron conmocionadas con un profundo impacto sicológico, moral, emocional y político… “Lejos de analizar qué pasó y en qué medida lo ocurrido era consecuencia directa, inmediata o necesaria del ideario socialista, abjuraron de sus convicciones y se retiraron de la actividad política o transitaron al campo antes considerado enemigo o buscaron alternativas como la llamada -Tercera Vía- y la socialdemocracia, variantes en general de un liberalismo más o menos radical en el mejor de los casos”.
Habrá quienes prefieran las baratijas de la socialdemocracia y otros que opten por las izquierdas delirantes, lunáticas, reformistas o radicales. Más allá de conceptos desgastados, cómodos u oxidados, es urgente instrumentar un pensamiento de izquierda realmente opcional lejos de aquellos que cuestionan el fracaso de la economía sin intentar transformar la esencia del modelo, reproduciendo, ingenua o calculadamente los mismos vicios del sistema que cuestiona. Bien vale la pena “perder la paciencia” para construir una izquierda que desconecte los celulares de sus dirigentes con la Edad Media, y asuma de una vez por todas, la única forma de concebir al mundo desde la trinchera de la conciencia, hablando con la verdad, sin prejuicios, mentiras, maniqueísmos ni obsesiones.
