s ya un hecho, luego de las 4 victorias consecutivas de la selección mexicana, que el TRI asistirá al Mundial de Sudáfrica 2010.
Lo lamentable, es que el desconocimiento generalizado sobre futbol de nuestros periodistas deportivos, no ha logrado explicar las razones por las que México pasó de una situación comprometidísima, hace 3 meses, a una muy relajada hoy.
El 7 de junio, la selección amanecía con 3 puntos obtenidos, luego de 4 partidos disputados, acumulando derrotas contra El Salvador, Honduras y Estados Unidos, y tan sólo una victoria, como locales, frente a Costa Rica.
Hoy, México tiene 15 puntos, tras ganar consecutivamente a Trinidad y Tobago, Estados Unidos, Costa Rica y Honduras. Y en el inter, se coronó como campeón de la Copa de Oro.
Pues bien. Los comentarios que he escuchado al respecto van desde la subestimación de los méritos (la mediocridad de la zona se erige como el argumento principal) hasta el contraste de las personalidades de Javier Aguirre y las de sus antecesores Hugo Sánchez y Sven Goran Eriksson.
El análisis que realizan los programas deportivos en México estaría bien en el mundo del espectáculo. Pero no explica en nada el asunto futbolístico.
Pondré un ejemplo: David Faitelson dice que Hugo Sánchez es un soberbio, que Sven Goran Eriksson rentó un departamento de 4 mil dólares en Polanco y que hoy Aguirre y Cuauhtémoc Blanco nos han colocado en la posición de privilegio, lamentando, por cierto, que no haya existido ninguna generación que rescatar desde Blanco hasta la aparición de Giovani Dos Santos.
Esa opinión no me molestaría escucharla de un simple aficionado en el estadio. Pero de un experto, no se vale. El futbol, como muchas disciplinas deportivas, ha tenido un proceso de complejización en los últimos años, que ha llevado a que los planteamientos tácticos se depuren y cobren importancia. La forma en la que juega el Arsenal de Arséne Wenger sería imposible de imaginar sin conocimientos de geometría, por ejemplo.
En el caso de México, las razones de la mejoría tienen que ver con un replanteamiento táctico total del que Javier Aguirre fue cayendo en cuenta de forma paulatina.
Como la modificación más importante de todas, sin duda, yo situaría la contención. En el planteamiento de Eriksson, los mediocampistas de recuperación partían de esquemas rígidos y fijos, al estilo italiano. Regularmente, dicho espacio era ocupado por Gerardo Torrado y Pável Pardo. Dos jugadores muy veteranos, especialmente en el caso de este último, y carentes de velocidad.
Ese esquema es funcional cuando lo ocupan hombres aptos para dichas posiciones, como Césc Fábregas y Marcos Senna en España, por ejemplo; o Genaro Gattuso, y Andrea Pirlo en el Milán. Pero Torrado no tiene la capacidad de incorporarse al ataque de Fabregas, y no demostró, como lo hizo en alguna etapa de su carrera, la capacidad de recuperación de Genaro Gattuso. Por otro lado, el Pável Pardo que conocimos en el América y el Stutgartt parece haberse evaporado definitivamente. No reparte, ni traza en profundidad; tampoco intenta disparo de media y pocas veces recurre a pases laterales o a recursos efectivos para mantener la posesión del balón.
De esta forma, el planteamiento de Eriksson era totalmente infuncional. Con dos volantes por fuera enfrentando situaciones muy comprometidas. Con poca capacidad de retrasar la pelota en diagonal, como ahora lo hacen Guardado, Giovani y Salcido constantemente con Juárez, Castro y Blanco.
Y a la hora de defender, las cosas no eran mejores. El equipo se partía permanentemente. No por nada Honduras, El Salvador y Estados Unidos nos demolieron con contragolpes.
Ahora, el esquema es mucho más parecido al estilo Cruyff. En la contención están Castro, más fijo, y Juárez, que se tira a una de las bandas, dándole posibilidad a Giovani de ir al fondo del campo, o de tirarse al centro para realizar paredes con Blanco, Guille y el propio Castro. De ahí, que las situaciones para franco disparo de media, hayan crecido de forma notable. Algo similar a lo que realizan Xavi e Iniesta tanto en el Barcelona como en la selección.
En cuanto al ataque, ha pasado algo parecido. Sven quiso implantar un planteamiento europeo, con un 9 clavado (Guille), y un 11 oscilante (Vela). El problema de adaptar a jugadores a condiciones distintas no es nuevo; David Villa tardó mucho en brillar en España hasta que le reconocieran su espacio natural de 9, pese a sus atípicas características.
La variación ha sido mínima, pero efectiva. A Guille se le ubicó haciendo lo que mejor hace: machacando el área, no necesariamente en busca de un remate, sino de estar en posición para realizar una pared, o, simplemente, jalar la marca. El desplazamiento constante de los oponentes ha abierto espacios para goles de media distancia o paredes como las que vimos contra Costa Rica. Algo muy similar a lo que hace el Villareal de España, que tiene una poderosísima ofensiva sin necesidad de un Eto’o o un Adebayor como centro delantero.
Si a eso agregamos la genialidad de Blanco, y la recuperación física de Carlos Salcido, podemos ir descifrando el éxito actual. A ello, habría que añadir una mención positiva sobre el defenestrado Eriksson.
Fue él, y nadie más, quien obligó a Carlos Vela y Giovani Dos Santos a madurar en selección. Me atrevo a decir que el 80% de los comentaristas deportivos se ensañaron con esa decisión, a la que acertadamente dio continuidad Aguirre, y que hoy está rindiendo frutos.
Si el Vasco sigue combinando el talento para equilibrar continuidad en ciertos aspectos, con cambios en otros, y la obstinación porque nuestro planteamiento táctico empate en lo más que se pueda con las características de los jugadores, sigo pensando que esta generación de futbolistas puede aspirar, sin problemas, a los cuartos de final el próximo año.




