Durante el mes de octubre y noviembre se llevarán a cabo varias actividades organizadas por la Organización Mundial de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO, con el objetivo de analizar la situación alimentaria mundial y proponer políticas y acciones concretas a los gobiernos del mundo. Los días 12 y 13 de octubre se efectuó el Foro de Expertos de alto nivel para estudiar cómo enfrentar el desafío de alimentar a los aproximadamente 9,200 millones de personas que habrá en el mundo en el 2050. Precisamente hoy continúa el desarrollo de la reunión del Comité de Seguridad Alimentaria que inició el 14 de octubre y concluirá el día 17. Su objetivo es reflexionar y plantear una gobernanza mundial que logre un consenso y una confluencia de las reformas necesarias, en las políticas gubernamentales de los distintos países, para garantizar la seguridad alimentaria de la población mundial, en especial la que se encuentra en condiciones de vulnerabilidad o ya en un estado de hambruna. El Día Mundial de la Alimentación será mañana, 16 de octubre y el tema de este año plantea las preguntas sobre cómo ofrecer seguridad alimentaria en tiempos de crisis.
La FAO organiza estos actos como un camino de preparación para la Cumbre Mundial sobre Seguridad Alimentaria, que tendrá como sede la ciudad de Roma del 16 al 18 de noviembre. La realización de esta cumbre se considera muy necesaria en el marco actual de crisis económica. El creciente desempleo y el incremento de los precios de los alimentos han aumentado el número de personas sin acceso a alimentos. La FAO reporta que en el 2009 podría aumentar otros 100 millones superando la marca de mil millones de personas hambrientas, lo que podría tener severas consecuencias para la paz y la seguridad mundiales.
La situación alimentaria en América Latina y el Caribe es delicada de acuerdo al reporte del Observatorio del Hambre de la FAO, en su más reciente boletín de enero-febrero del 2009. A pesar de que las presiones inflacionarias han disminuido, existen riesgos en la disponibilidad de alimentos debido a las reducciones en el comercio mundial y los daños climáticos. En el 2009 en América Latina, México forma parte de los nueve países con un crecimiento negativo; los demás países son Argentina, Colombia, República Dominicana, Ecuador, Haití, Jamaica, Paraguay y Venezuela.
La FAO analiza las estrategias de los distintos gobiernos de la región para enfrentar los efectos de la crisis financiera y económica y destaca, en la información de este boletín, la inversión de 4 mil millones de dólares de Chile en su Plan de Estímulo Fiscal y de Brasil que canalizó 298 millones de dólares en su política de crédito para apoyar a la comercialización de cadenas productivas de leche, trigo, frijol y vino. En el caso de México, se reporta el programa para la preservación del empleo para el cual se destinaron 136 millones de dólares. Sin embargo, a pesar de los planes gubernamentales y del trabajo de los organismos internacionales por integrar entre los países un esfuerzo conjunto frente a la problemática alimentaria, las grandes corporaciones e industrias de alimentos no han sido lo suficientemente analizadas como actores y responsables de la actual crisis en el sistema alimentario mundial.
Vandana Shiva es una científica, escritora y activista hindú que en torno a la crisis alimentaria ha denunciado que el problema esencial se debe a que la natural biodiversidad en la producción y consumo de alimentos se encuentra amenazada por una creciente cultura monolítica promovida por el manejo industrial y globalizado de la agricultura. Esta autora argumenta que la humanidad a través de su evolución ha adoptado a más de 80 mil plantas como parte de su dieta entre distintas culturas, de las cuales 3 mil han sido de manera consistente base de la alimentación mundial. En contraste, actualmente el 75 por ciento del alimento mundial se basa en sólo tres: maíz, soya y canola. Shiva en su libro Monocultures of the Mind, explica cómo esta monocultura global destruye la biodiversidad, nuestra salud y la calidad y diversidad natural en la alimentación. La capacidad de la ciencia y la tecnología para incrementar no sólo el volumen sino además la calidad se ha traducido principalmente en provecho de las grandes corporaciones de producción y distribución de alimentos, que obtienen grandes ganancias. Frente a ello, propone fortalecer los saberes locales y tradicionales en la producción y el consumo. El estilo de vida contemporáneo induce al consumo de comida industrializada y aleja a la población de sus costumbres ancestrales.
Como ciudadanos podemos contribuir a resolver la crisis alimentaria en varios sentidos, empezando por analizar con detenimiento nuestros hábitos de compra y consumo. En lo posible debemos incorporar las recomendaciones que frecuentemente nos hacen varias instancias de apoyo al consumidor sobre el revalorar varias frutas, vegetales y productos de la región, preferentemente de temporada, que favorecen a la economía familiar y a los productores locales. Hagamos un esfuerzo por recuperar el saber de la cocina de nuestra cultura que genera un ciclo de platillos de acuerdo a estos productos de temporada; por ejemplo, el tradicional ponche alto en vitamina c durante el invierno, en lugar de consumir otras opciones de bebidas industrializadas. El consumo de productos de marca incrementa los costos y reduce la calidad de la alimentación. Por otra parte, hay que atender los sobrantes cotidianos de comida. Quizás no tengamos control sobre los desperdicios que se generan en los grandes supermercados y corporaciones, pero en nuestra vida diaria podemos cobrar conciencia del malgasto de alimentos en contraste con los números alarmantes de personas que padecen hambre.
A quienes tenemos el privilegio de contar con el pan de cada día nos corresponde la responsabilidad de generar una reflexión sobre nuestros hábitos, para no contribuir al fortalecimiento de una política monolítica alimentaria a favor de los grandes intereses. Por el contrario, debemos apoyar y fortalecer la sabiduría, de la cual somos herederos, del consumo de alimentos locales y de nuestra propia cultura.




