Como corre el tiempo sin darnos cuenta que las oportunidades de los acuerdos, que no los remedos de acuerdos, se nos van de las manos, ante la actitud insospechada de muchos de los factores de poder en nuestro país, que permanecen en la idea perenne “de que aquí no pasa nada”.
Datos van y vienen, y ni unos, ni otros, son medianamente positivos,
porque el sólo pensar que pudieran ser optimistas, es casi como vivir
en la utopía. La característica más acendrada de la sociedad mexicana,
es hoy, la desconfianza y la desesperanza. Pero aún así existen algunos
resquicios que nos hacen pensar que no todo está perdido, lo importante
está en buscar esos resquicios cerca de nosotros, y no en los
escenarios macros, o en los hombres y mujeres que dicen estar empeñados
en sacar al país del marasmo en que se encuentra.
Los ejemplos de las ganas de salir adelante están tan cerca de
nosotros, que nos cuesta trabajo verlos, pero me voy a atrever a citar
algunos de ellos, que en la miopía en que muchos vivimos, y que sólo
está en espera de ver los grandes cambios, se nos olvida lo cercano y
lo más valioso, el común de la gente.
Algunos que recientemente tuve la oportunidad de apreciar y valorar, son los siguientes:
El niño que todos los días trabaja por obtener buenas calificaciones
en la escuela, y que lo hace porque sabe que así le da una satisfacción
a su mamá y a su hermana (que además es su miss, porque ella le ayuda
con el inglés).
La niña que no piensa en que se tarda mucho en hacer la tarea, sino
que piensa que la dedicación a sus estudios, le dio la oportunidad de
obtener una beca, y que además le ayuda a su mamá en algunas pequeñas
tares del hogar.
La mamá que pudiendo desviar parte del ingreso familiar para
“comprarse algo”, prefiere pagarle la educación privada a sus hijos,
porque en está encuentra algunas herramientas, que desgraciadamente no
tiene, nuestra adorada “educación pública”. Y que como profesionista es
extraordinaria, pero sabe que el mundo es “mejor” para los improvisados
e ineptos, porque esto se ha convertido en el “mundo al revés”.
El payaso que está afuera de la Jornada Aguascalientes (Vagabundo),
que con una sonrisa y el “adiooos”, ha convertido esa esquina en una
verdadera comunión de amigos, que al verlo lo saludan con los cláxones
de sus automóviles, y que en ese momento cambian su estado de ánimo, y
se dan cuenta que a pesar de todo vale la pena seguir aquí.
El médico que a pesar de tener mucho trabajo, siempre está dispuesto
a contestar el celular, y atender a sus pacientes (sus niños), porque
sabe que con su pronta atención alivia a sus enfermitos y le vuelve la
tranquilidad a los padres de estos niños.
El policía que detiene el tránsito vehicular, para que pasen las
damas y los caballeros, y que nos recuerda que antes de los vehículos,
están los transeúntes.
El amigo que sabe el valor de la amistad, y entiende que cuando se
es amigo de alguien, se está en las buenas, pero sobre todo en las
malas.
El ciudadano que al ver que un loco agrede con una pistola a otro
ser humano es capaz de exponer su vida hasta perderla, con tal de
evitar la injusticia.
Estos son algunas de las cosas que todos los días al menos a mí, me
vuelven la esperanza de que no todo está perdido, y finalmente, me
permito recordar algo que me tocó las fibras más sensibles, hace
algunos años, cuando mi padre (q.e.p.d.), me platicó con lágrimas en
los ojos, que había escuchado que en la Ciudad de México, en la zona de
San Ángel, donde está una de las banderas nacionales monumentales,
había habido un fuerte ventarrón que casi arrancó la bandera nacional
del mástil, y que la gente al percatarse de que esto sucedía, corrió a
evitar que la bandera cayera al suelo, y muchos ciudadanos, la habían
mantenido entre sus brazos, para evitar que esto sucediera, hasta que
llegaron empleados del gobierno de la ciudad a restaurarla en el
mástil.
Al menos a mí, me queda claro que no todo está perdido.
