La frase “una imagen vale más que mil palabras” nació en la primera mitad del siglo XX. Fue utilizada originalmente como un dicho publicitario. Hasta ahora ha funcionado para sospechosamente destacar el poder de una imagen sobre la palabra y, al mismo tiempo, no decir nada. Pues bien, una imagen no vale más -ni dice más- que mil palabras. Es tan tonta esa percepción como decir que una pieza musical vale más que mil colores. Una imagen es un discurso y, como tal, tiene su propio lenguaje y está sujeta a interpretaciones. En este sentido, en efecto, la imagen puede suscitar una recepción variada -y no por ello mejor o peor; porque todo fenómeno puede ser analizado desde distintos puntos de vista y naturalmente generar discursos. Lo interesantes es cuando éstos producen un imaginario que permea en la sociedad.
Federico Reyes Heroles publicó en el número de agosto de la revista Este país el texto “Por un pacto ético frente al terrorismo”. El artículo fue discutido en distintos medios de comunicación: muy por encima el 19 de agosto en “Tercer Grado”; implícitamente en “Entre Tres” el 23 de agosto; y a fondo en “La entrevista con Sarmiento” el 31 de agosto. Como vemos, la propuesta de Reyes Heroles tuvo una frecuente discusión durante el último mes. Esto nos indica que hay un interés por el debate.
La tesis principal de Reyes Heroles es que los medios de comunicación tienen que cambiar la manera de ofrecer las notas a la sociedad. Crear un código de publicación en cada casa editorial, y así contrarrestar la fuerte influencia que tiene la violencia y el morbo -en sus diferentes posibilidades- a través de la mesura.
Lo que más me interesó fue su continua exposición de los motivos por los cuales una imagen puede ser más violenta que un texto, a pesar de tratar una misma situación. Considero que en el programa de Sergio Sarmiento, Reyes Heroles fue más allá de su intención: las imágenes, más que las palabras, son las que incentivan cierto comportamiento negativo en el receptor; y, aún más grave, la reproducción de la violencia; como si en la imagen -independientemente de la agresividad de ésta- viéramos un deseo.
Dice Reyes Heroles: “Entiendo que hay mucha subjetividad en estos párrafos pero por lo menos hay principios a discutir: cuándo una imagen de verdad añade información y cuándo no. Valdría la pena aplicar ese criterio a la vida cotidiana de nuestro país.” Ahí volvemos, de algún modo, a la frase con que inicia el presente texto, pero en otra dirección: ¿una imagen dinamita un texto?; ¿la información está conformada por texto acompañado de imagen?; ¿imagen acompañada de texto?; ¿las dos? Para cada pregunta que aquí he planteado tengo una respuesta compartida: No.
Los discursos son distintos. Cada uno tiene sus características y juegan con diferentes lenguajes. El denominador común, eso sí, es la herramienta que tenemos para interpretarlos: la lengua. Pero el problema que Reyes Heroles observa es a la vez en la producción, circulación y recepción de los discursos visuales.
Me parece que la propuesta de Reyes Heroles tiene algunos detalles que podrían ser afinados: señalar que una nota -entendida como la conexión entre imagen y texto- motiva a los jóvenes a reproducir la atrocidad que en ella se refleja; y, en cierto sentido, sentenciar que una imagen tiene más fuerza en el lector que la palabra, precisa de una seria investigación.
La cultura visual es un campo de estudio que tiene como objeto central la construcción de la mirada mediante la imagen. El problema planteado por Reyes Heroles es una interesante aportación para interrogar ¿lo que vemos nos constituye?; ¿reproducimos lo que vemos?
Uno de los primeros entusiastas en lengua castellana de los estudios visuales fue José Luis Brea (hace unos días lamentablemente falleció). Brea, al respecto de la imagen, la mirada y sus representaciones, dice: “[…] el sujeto se construye en relación a la irreductible multiplicidad de sus incontables apropiaciones de imagen, […] con potencia de producir simbolicidad cultural (para ser de nuevo reabsorbidas en un proceso de consumo inexorablemente compartido, y en ello institutivo de fuerza de comunidad, de reconocimiento).” Y regreso al dicho publicitario y al texto de Reyes Heroles: Las imágenes que invaden nuestra manera de mirar y ser mirados, de algún modo modifican también nuestro comportamiento. En función de lo anterior, entonces, si bien una imagen no dice -ni vale- más que mil palabras, al parecer sí que tiene una potencia más directa con la sociedad.
En lo anterior habría que agregar que no hay un discurso más importante que otro, no obstante todo indica que para Reyes Heroles las imágenes no siempre son necesarias porque se encuentran a disposición de un texto. Ahora, si quitamos, en realidad, las imágenes violentas y morbosas, ¿el texto no tendría por sí suficiente poder como para reflejar una realidad igual de cruel y odiosa? Creo que una nota de estas características magnifica un hecho. Lo duplica porque los discursos parten de una misma realidad. Visto así, probablemente sí se podría reducir un tanto el morbo. Y resalto que esto sucede sólo con las imágenes. A nadie se le ocurriría hablar de quitar el texto y dejar la imagen, ¿o sí?
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