Hace seis años, en el Teatro Aguascalientes, un triunfante Luis Armando Reynoso Femat declaraba que iba a poner todo su empeño en ser un buen gobernador, aseguró ante un auditorio repleto de seguidores que ninguna de sus decisiones estaría por encima de “la voz de todos y cada uno de ustedes”. La clase política y huestes invitadas a la toma de posesión festejaron todas y cada una de las promesas. En las fotos se puede apreciar cientos de manos festivas, orgullosas de su filiación, muchos extendieron el índice y el pulgar para formar la L del nombre gobernador entrante, señal de pertenencia, una declaración de luisarmandismo, clave para llegar al éxito, llave que aseguraba traspasar las puertas del reino, símbolo que unía. Hace seis años.
A unos días de dejar el poder, el escenario es el mismo, no así el ambiente, pesa el paso de un sexenio, los asistentes cumplen con su papel de espectadores, sin ningún entusiasmo, es evidente el compromiso de cumplir, la obligación de estar ahí, en torno a Luis Armando Reynoso Femat, su gabinete, los convidados de cajón, los invitados que con su presencia subrayan la poca importancia del evento, no hay pesos pesados, en representación del presidente envía al secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural y Pesca, también en primera fila Vicente Fox y Marta Sahagún, pareja que hace unos años hubiera sido motivo de algarabía y buena señal, pero que hoy sólo representan una mala memoria: el ascenso de la banalidad al poder.
No se le puede pedir a los convidados mejor ánimo, después de todo, asisten a un funeral. El gobernador saliente poco tiene que decir. Seis años después, la población de Aguascalientes ha aprendido por el camino difícil, el significado de incapacidad, corrupción y deshonestidad, para cada una de esas palabras existe un ejemplo preciso en esta administración.
Decidido a desperdiciar la oportunidad en justificarse, en hacerse la víctima del gobierno federal (“los recursos pactados que llegarían este año fueron congelados injustificadamente por autoridades de Hacienda”), en la pelea inútil con el grupo que lo expulsó del PAN (“es tiempo de hacer partidos políticos modernos, lo suficientemente abiertos al mundo para entender que son la conciencia, no subordinaciones ni conspiraciones”), de ahí que tenga tan poca importancia el mensaje de Luis Armando Reynoso Femat. Además del desgaste que todo funcionario sufre al final de su ejercicio en el servicio público, el empeño del gobernador por usar la tribuna para intentar resolver sus conflictos personales, dejan impávido a los espectadores. Cierto es que no se esperaba mucho, la realidad opaca cualquier intento por resaltar sus “logros”.
Hace seis años prometió una “gran cruzada por el empleo”, hoy la tasa de desempleo se mantiene por arriba de la media nacional. En su discurso de toma de posesión dedicó los últimos párrafos a la seguridad pública, destacó que era un compromiso personal, que no se perdería la lucha contra los criminales y que en el combate al delito la ciudadanía sería un elemento indispensable de la estrategia; hoy, más allá de una cuestión de percepción, las primeras planas de los periódicos están ganadas por los actos de corrupción de los cuerpos policiacos y asuntos relacionados con la violencia criminal. Lo más que puede presumir el gobernador es la felicitación del gobierno federal por el establecimiento del mando único policiaco.
El resto de los logros se dividen en dos tipos de menciones, los de años anteriores y los incompletos. De los primeros ya había dado cuenta en informes anteriores, ante la necesidad de aumentar la lista de resultados acude al recuento; mientras que el producto del trabajo de este último año todo está por hacerse, en ya merito o falta un poco, como el 60 por ciento de avance del Hospital Hidalgo, la “primera etapa” del Centro de Convenciones y Exposiciones, así como el tampoco acabado Distrito de Riego 01.
Siempre lejano de la rendición de cuentas, el gobernador saliente no tiene empacho en declarar que su administración cumplió al cien por ciento con lo establecido por el Plan Estatal de Desarrollo, entregando “más de lo que ahí estábamos comprometidos, y en ese extra están, por cierto, algunos de los proyectos más exitosos de esta administración”.
La relevancia del discurso del gobernador se puede medir por la ausencia de la crítica en los medios, sólo la inserción pagada le aseguró un lugar en las primeras, de otra manera hubiera sido posible leer acerca de las contradicciones y falacias en la exposición de los resultados de su administración, es un triste fin de la fiesta.
En las fotos difundidas no es posible encontrar una sola persona que haga con la mano el signo luisarmandista, nadie se anima a pararse frente a la cámara para extender el índice y el pulgar, no sólo porque ya se va, siempre queda la posibilidad de ser mal interpretado, que se confunda la L de Luis Armando con la L de Loser, señal de perdedor.
Con mi admiración al periodista Manuel Appendini
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