Mi participación esta semana parecerá más un episodio de Lágrimas y Risas que un comentario editorial de cuestiones políticas del país. Y es que nuestra Rosa Salvaje, versión Michoacán, Felipe Calderón, aseguró estar “muy indignado” por la información relacionada con la compañía estadunidense Wal-Mart, que con base en actos de corrupción estableció diversas tiendas en la República Mexicana. Al espurio le resultó inverosímil y fuera de toda lógica que algo así se haya dado en nuestro país.
Con gran cinismo, pero con una grandiosa actuación digna de un Oscar, el titular del Ejecutivo Federal, en un encuentro con la comunidad mexicana, durante su visita por Houston, reconoció que se trata de una empresa que ha generado muchos empleos y que tiene cosas buenas, pero “lo que no se vale es hacer negocio a base de mordidas”.
Lo que indigna al morador de Los Pinos es que se haya exhibido tan escandalosamente que Wal-Mart Stores se encuentra bajo investigación del Departamento de Justicia de Estados Unidos por supuestas prácticas de corrupción en México, donde se habrían pagado sobornos por más de 24 millones de dólares a funcionarios locales para acelerar su expansión, lo que dejó en evidencia la magnitud de corrupción que alcanza el sistema político de este país, mismo que ha servido para enriquecer sólo a los más ricos, pues, pese a tener ingresos superiores a los 400 mil millones de pesos anuales, Wal-Mart apenas y es obligado a pagar mil millones en impuestos.
Seguramente Calderón no ha sido enterado que aparte de Wal-Mart existen, detectadas, 400 grandes empresas que, aparte de pagar mordida para operar sin contratiempos, prácticamente no pagan impuestos, aun y cuando obtienen ganancias de 5 mil billones de pesos. ¿Esto no lo indigna? Si el presidente supiera de estas cifras y de la millonada que están evadiendo, seguramente su indignación lo orillaría al grado del suicidio.
Declaraciones lamentables como la indignación del presidente son las que tienen a la ciudadanía apática y enemiga del sistema político de México, y es que cómo creerles que no sepan y todavía se asombren de casos de corrupción como ése. El boquete fiscal abarca problemas aún más graves, por ejemplo, actualmente las operaciones que se realizan en la Bolsa de Valores de México no pagan impuestos, están exentos de impuestos; quienes llevan a cabo operaciones venden empresas, venden bancos, no pagan un centavo de impuesto. Lo irónico es que el mismo Gobierno Federal ha sido testigo de estas transacciones, incluso participaron de la venta de Banamex a City Group en 12 mil millones de dólares y no pagaron un solo peso de impuesto, pese a que el arancel hubiera alcanzado los 3 mil millones de dólares.
Las condiciones de crisis que hemos alcanzado en México no corresponden a los ingresos económicos de políticos y empresarios corruptos. El erario público que se maneja en las arcas nacionales ha sido despilfarrado, las ganancias se destinan a privilegios de un sector pequeñísimo de la población y los poderosos que colaboran con la preservación de la mafia son premiados con la condonación de sus obligaciones tributarias. Por eso es que para el 2011 la evasión fiscal en México alcanzó los 240 mil millones de pesos, sin embargo y para asombro de los ciudadanos, este saqueo del dinero público no indigna a nadie.
Las condiciones adversas del sistema tributario dejan clara la ineficiencia del Gobierno Federal para hacerle frente a esa responsabilidad. La clase trabajadora y los pequeños empresarios somos el sostén de un monstruoso gasto gubernamental. México es el país donde más impuestos se han inventado, donde la recaudación es más mala y el impacto social de dichos recursos es nulo. La ciudadanía no puede seguir manteniendo esta carga fiscal injusta y criminal.
Para la próxima administración federal el reto será inmenso, pues se topará en menos de tres meses con la noticia indignante de que el sistema financiero del país está peor de lo que se exhibe en las campañas electorales; cositas como la de Wal-Mart son adecuadas cortinas de humo que cubren el cochinero de un siglo de malos gobiernos. Se requiere atender y aplicar compromisos como el de fortalecer la hacienda pública de manera real y equitativa, sin corruptelas, para con ello obtener 800 mil millones de pesos, pero no dependerá de una promesa de campaña, sino de poner en práctica cuatro medidas de rescate; acabar con los privilegios fiscales del cual gozan los grandes empresarios; que las operaciones en la Bolsa Mexicana de Valores paguen impuestos; “restablecer” el gravamen por la extracción de minerales y, finalmente, que los impuestos sean cobrados con base a la palabra de los contribuyentes. Los mexicanos necesitamos volver a confiar en las instituciones pero, para ello, las cabezas de las instituciones necesitan ser confiables, no los vivales y delincuentes que nos han pillado las últimas décadas; ahí radica la importancia de trascender y progresar, todo para alcanzar un cambio verdadero. Es ahora o nunca.
