En medio de la crisis más aguda, en lo económico, lo educativo, lo político y lo social, e inmersos en la peor crisis de inseguridad que no podríamos imaginar algunos años atrás, con un Estado frágil, débil ideológicamente e incapaz de resolver la problemática de una ola gigante que cae y no sabe cómo esquivarla, está la incapacidad de quiénes conforman casi todos los gobiernos en los tres niveles y que carecen de formación social, política y, sobre todo, económica, aún con todos los errores (se extraña a los economistas de la era priísta de antaño), con un sinfín de palabras sin sentido y sin buscar una salida a la crisis; sólo que ya se tocó fondo y que iniciamos una recuperación hacia las palabras sin sentido común y totalmente fuera de orden a la verdadera realidad que padecemos: desempleo galopante, ineficiencia productiva, política fiscal sin salida, que afecta a la población más vulnerable, y una gran crisis, no sólo en lo económico, sino en lo social, político, educativo, etc. Pero, eso sí, inmersos hasta el cuello en el fenómeno de inseguridad, donde existe ya un abierto enfrentamiento con el crimen organizado que crece cada día más, producto de la desigualdad social y un Aparato de Estado sin pies ni cabeza. ¡Vaya dilema o drama nacional!
La justicia social es una dimensión del proyecto de modernización nacional y que debe traducirse en la generación continua de empleos productivos permanentes y, sobre todo, mejor remunerados; no es posible abordar la cuestión de bienestar social de la población por caminos populistas de derecha que después revierten sus costos económicos – que carecen de legalidad – a la larga, a las instituciones oficiales; pero, tampoco es compatible la pretensión de incrementar la eficiencia, la productividad y el compromiso de los trabajadores mexicanos, o elevar la calidad de los productos nacionales, sin una mejor remuneración a sus esfuerzos, por lo que es necesario distinguir entre el compromiso e interés social y el populismo, ahora disfrazado de derecha.
La modernización integral, para constituirse en un auténtico proyecto nacional, debe incorporar la dimensión y el capital humano, y no ser reducido a una cuestión de simple eficiencia técnica (concepto tecnócrata). El desarrollo debe estar fundado en condiciones de mayor equidad social que las actuales, porque no hay modernización posible fincada en una sociedad injusta.
La población actual de nuestro país crece a tasas elevadas actualmente, no como en décadas pasadas, pero aún persisten los altos índices de natalidad, lo que significa que cada generación se duplica y ello supone un reto mayor para el presente y para el futuro de nuestro país para, así, desplegar las energías y la creatividad que requiere un proyecto de modernización que permita a nuestro país despegar a un futuro inmediato después de una década perdida que está por terminar, hundida en la peor crisis que se tenga conocimiento, peor aún que la de 1995-1996, por lo que se requiere no sólo de empleos en cantidades crecientes, que deben ser más de un millón anualmente, sino también de servicios educativos de calidad con mayor inversión para el fortalecimiento de la educación superior y la investigación, que sólo la UNAM genera cerca del 80% de ella y es a la que más está afectando en este rubro, amén de lo educativo, lo cultural y lo artístico que genera esta gran universidad, que es la número uno de Iberoamérica (lo que actualmente está pasando con la reducción a la educación pública en su presupuesto que es realmente aberrante). Mayor cobertura de salud y mejor alimentación para la población, atender en forma realista estos retos, supone multiplicar, por diez, la productividad por hombre ocupado y multiplicar, por cinco, el número de empleos productivos.
Una sociedad en proceso de transformación real, no simulada – como la nuestra – requiere de la satisfacción, al menos, de las necesidades esenciales, donde se requieren niveles de bienestar mínimos, donde es exigible niveles mínimos de acceso a sobrevivir, niveles educativos y culturales básicos, y demanda de esparcimiento y recreación necesarios para una vida sana, en lo humano, en lo social, pero sobre todo en lo justo; debemos ser realistas, exijamos lo imposible.
Muchas veces, se ha afirmado que el principal y más abundante recurso es el factor humano, por ello debe dársele la importancia real; una modernización que no lo incorpore a sus beneficios, a sectores actualmente rezagados o, peor aún, incremente los niveles de marginación social; es inadmisible, no sólo porque sería injusta y además porque perpetuaría el escaso aprovechamiento del recurso humano y se pondría en riesgo el desarrollo físico y mental de la gran mayoría de los mexicanos. Si es que no se ha hecho ya daño a este factor.