Muchos mexicanos están acostumbrados a perder y a disfrutar las derrotas, a celebrar y engrandecer segundos, terceros y hasta décimos lugares. Nos acoplamos fácilmente a mediocres lugares de triunfo en el ámbito internacional en cuanto a logros deportivos, culturales, económicos y académicos. Aquí, en nuestro país, es motivo de fiesta que un atleta ocupe el lugar 30 de algún ranking mundial, nos vanagloriamos y colgamos de cualquier cantidad de logros ajenos y somos felices ocupando últimos lugares, el chiste es salir en la foto.
Pero en lo que nadie nos gana y somos dignos de reconocimiento es en corrupción e impunidad. Somos líderes mundiales en atropello de derechos humanos, en violación de las leyes, en falta de impartición de justicia y en realizar delitos sin el más mínimo peligro de ser castigados.
En México el que no tranza no avanza, ¿verdad, Peña Nieto?
Para muestra de el cinismo delincuencial del país basta un botón: hace apenas unos días, burlonamente Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, dijo que “si hubiera medallas para el sistema bancario, México seguramente se llevaría una”. Y sí, pues sería campeonísimo internacional del lavado de dinero, pues hay que recordar el penoso caso, que, aunque tiene décadas de antigüedad, apenas detonó estos días, cuando HSBC informó que pagó a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores una multa por 379 millones de pesos, esto por permitir el lavado de dinero.
Sin embargo, esta ridícula multa contrasta con el informe sobre HSBC divulgado la semana pasada, en donde se estima que unos 7 mil millones de dólares fueron los manejados en cuentas de ese banco por organizaciones criminales mexicanas.
Este tipo de acciones no son más que una burla para el sistema financiero nacional, para el bancario, para la procuración de justicia y para el sistema judicial, pero sobre todo, para el pueblo de México. Son cosas que sólo suceden aquí, porque sólo aquí se permiten delitos de tan alto grado con tan simples sanciones.
Para que tales corruptelas se logren, nuestro sistema político siempre ha encontrado artimañas para hacer legal e impune lo ilícito. En este caso, tenemos el secreto bancario, mecanismo de protección que dejó de ser un derecho, para convertirse en una prerrogativa de los poderosos y de las mafias que les permite hacer negocios turbios y ventajosos a costa y sobre cualquier principio de legalidad.
Como México no hay dos. En los últimos cuatro años, las autoridades incautaron, o al menos eso dijeron, alrededor de 210 millones de dólares, además de joyas, inmuebles y vehículos utilizados para lavar dinero. Dichos recursos fueron manejados a discrecionalidad, sin transparentar su destino, por lo que, pese a ser sacados de circulación, su fin es aún incierto, así que ¿dónde está lo bueno? En ese tiempo, la Fiscalía General exhibió 79 sentencias condenatorias por blanqueo, quiere esto decir, que por perseguir el delito, atrapar algunos culpables e incautarles dinero y bienes, dichos recursos ya pueden ser utilizados como si su origen hubiera sido legal.
¿Pero en qué se lo gastaron?, pues en campañas políticas, pago de favores, gastos onerosos en las dependencias de gobierno y tapar boquetes fiscales de las crisis institucionales.
Y esto es apenas la puntita del iceberg, pues según la Asociación de Bancos de México, la cantidad de dinero procedente de actividades sospechosas podría alcanzar los 20 mil millones de dólares anuales, así que no hay por qué escandalizarnos del caso Monex y HSBC, vamos, el lavado de dinero podría ser ya considerado patrimonio intangible de la cultura mexicana.
Ante el aumento de los “controles” en grandes instituciones financieras, el crimen organizado ha empezado a utilizar también vías con menor supervisión. Y aquí podríamos referirnos a la creación de redes de financiamiento de las campañas electorales del PRI a lo largo y ancho del país, pues así colocan regidores, diputados locales, alcaldes y gobernadores, sin mencionar diputados federales, senadores y presidentes de México. Por ello, el Departamento de Justicia de Estados Unidos señaló que los narcotraficantes mexicanos utilizan ahora los servicios de envío de remesas o incluso tarjetas prepago de casas de cambio, tiendas de autoservicio y cajas populares para limpiar el origen de sus recursos. Es lo que se llama blanqueo hormiga.
La pelea por el poder en México cada vez es más sucia e ilegal. Se ha llenado de mañas y mañosos. Los próximos tres años necesitamos desproteger a esa manada de carroñeros políticos, una primera acción sería analizar el sacar de la congeladora legislativa las leyes contra el lavado de dinero.
Necesitamos que nuestros representantes en San Lázaro se metan de lleno a lograr una reforma que permita crear un blindaje al sistema bancario, proteger los ahorros de los mexicanos y adicionar candados para evitar lavado en las campañas, ya que los mecanismos para detectar recursos de procedencia ilícita, como es el uso de aeronaves, vehículos, bodegas, casas y dinero en efectivo, no garantizan la persecución del delito y la sanción.
Se calcula, sin tener certeza alguna, que 39 mil millones de dólares de la venta de estupefacientes son lavados anualmente. La delincuencia organizada envía de Estados Unidos a México entre 19 mil hasta 39 mil millones de dólares, recursos que son blanqueados en la economía nacional.
Es una realidad que no podemos esconder. Somos un país gobernado por corruptos que utilizando estos mecanismos y lagunas legales han desprestigiado y ultrajado las finanzas mexicanas. Somos ejemplo mundial de corrupción e impunidad. Los mexicanos no nos merecemos esto.
El 70 por ciento de la población está hundido en la pobreza. Apenas dos de cada cien mexicanos viven en condiciones dignas y menos del 1 por ciento, que es la clase política en el poder, tiene salarios mayores a los 100 mil pesos mensuales.
Indignan y lastiman las condiciones en las que se ha mantenido sometida la política mexicana. A base de hambre, miedo y violencia se han mantenido en el poder los que pretenden prevalecer otros 70 años.
No es de “malos perdedores” exigir que la soberanía y nacionalidad se respete. Somos millones de mexicanos los afectados por la impunidad, la injusticia, la inequidad social y la carencia de oportunidades.
México ya se cansó. Dijo alguna vez el filósofo y escritor Voltaire “los pueblos a quienes no se les hace justicia, se la toman por sí mismos más tarde que temprano”.
* Presidente del Movimiento Ciudadano
