Yo no ensayo ponencias, las ponencias me ensayan a mí / The Insolence of Office - LJA Aguascalientes
13/12/2024

(Respuesta a Cuauhtémoc Medina)

 

Hace poco, a través de Instagram, tomé una fotografía que, posteriormente, compartí en Facebook. La imagen –que se puede ver en la red social– se encontraba en la puerta del cubículo de un querido colega y amigo (Adán Brand) y servía como advertencia para todo aquel que osara tocar la puerta de su lugar de trabajo. En el anuncio se podía leer lo siguiente: “Ensayando conferencia. No interrumpir”. Lo admito: subí la foto porque la consideré simpática y, al mismo tiempo, porque intuía que volver a encontrar esas cuatro palabras reunidas con tal motivo iba a ser complicado.

Muchos de nosotros pasamos un buen rato por esta inocente broma. Días después, Brand viajó a Guanajuato a pronunciar su ponencia: le fue estupendo. Sé que la preparó: la descarada frase lo prueba.

El pasado jueves 20 de septiembre tuve la oportunidad de compartir una breve ponencia que pretendía enlazar “arte” y “academia”. No sé si el trabajo fue positivamente recibido; pero, eso sí, lo que no se me puede reprochar es que no preparé ni ensayé mi documento. ¿Qué razones orillan a alguien a realizar estas dos obvias acciones? Creo que la respuesta es bastante evidente: cualquier persona que pueda ver más allá de su nariz y panza, sin ningún tipo de talento intelectual, sabrá que la seriedad con la que alguien se toma su trabajo es clave para presentar, ante una audiencia, un texto. ¿Qué pasa cuando alguien se vale de la improvisación? En danza contemporánea, música contemporánea, performance, entre otras actividades del mismo corte, puede ser una idea excelente porque a veces la incomprensión del trabajo es el contenido de la obra.

El 15 de septiembre publiqué, en este mismo periódico, el texto intitulado “A.A.” Hablé, en una parte, de manera breve, sobre dos ponencias (Barrios y Medina) que dejaron mucho qué desear durante el Coloquio Mundo Contemporáneo organizado por el CIDCEA. A don Cuauhtémoc Medina, concretamente, le dediqué, con mucho cariño, las siguientes líneas: “Medina, para no hacer el cuento largo, no llevó un discurso preparado y ensayado para el coloquio.” Estas 17 palabras molestaron tanto a Medina que me escribió, también con mucho afecto, un texto respondiéndome. El texto es una joyita: hay juegos de palabras, omisiones, retórica exquisita, entre muchas otros adornos que, estimo, soportan distintos niveles de análisis literario.

Medina me acusa de abusar de la confianza de La Jornada y de mentiroso. De lo primero no sé a qué se refiera. De lo segundo, menos.

Medina menciona, aludiéndome, lo siguiente: “afirma que en el pasado Coloquio Mundo Contemporáneo yo no llevé una ponencia preparada ni ‘ensayada’. (sic). Es intrigante que alguien mienta con tanta impunidad para circular en la esfera pública una acusación finalmente, tan banal.” [sic] Ah, priceless. De entrada: dije que no llevaba un discurso preparado, no una ponencia. No importa. No pasa nada: sin embargo, lo que viene es aún mejor: “El mero hecho de que piense que las ponencias académicas se deben ‘ensayar’ antes de presentarlas, es motivo suficiente para pensar que en su columna-calumnia hay algo descompuesto”. No nos distraigamos con la enorme capacidad del señor Medina para crear juegos de palabras que ni a Villaurrutia se le hubieran ocurrido, concentrémonos en su profundísimo punto: las ponencias no se ensayan.

Bien, habría que preguntarle a Medina, entonces, qué ocurre: ¿las ponencias se generan espontáneamente? (yeray.com/generador/); ¿las ponencias se cocinan, luego uno se las come y, al final, se presentan?; ¿las ponencias habitan el cuerpo de Medina para, posteriormente, ser pronunciadas?


¿Por qué uno ensaya las ponencias? Porque se tiene un tiempo determinado y, por tanto, debe respetar el espacio que se le ha cedido para pronunciar un trabajo. Es muy común, en cualquier congreso, que al ponente se le indique que su tiempo está por agotarse; y si se le agota y no termina, esto sólo tiene una explicación: no ensayó su ponencia. (Medina, por cierto, si mal no recuerdo, recortó el final de su presentación, justamente, porque el tiempo se le vino encima.)

El discurso del señor Medina iba a estar enfocado en su trabajo como curador en la más reciente Manifiesta. Cuando digo que no llevó un discurso preparado ni ensayado me refiero a que, como él mismo menciona en su respuesta, llevaba un montón de texto en inglés. ¿Qué ocurre? La comprensión de su ponencia se vio menoscabada. Sus constantes pausas en su discurso sólo hablan de una cosa: su ponencia no tuvo preparación. Medina tardaba un poco en traducir su propio texto, lo cual produjo, por una parte, desconcentración, y, por otra, indignación: el señor Medina fue invitado al coloquio y podría apostar que, mínimo, le pagaron sus viáticos. ¿Por qué no preparar algo sólido? Medina tuvo de dos sopas: a) traducir, con antelación, su texto; b) dictar su participación en inglés. Recuerdo que Medina, incluso, se detuvo, dramáticamente, en una palabrita: Gipsy (gitano). Tuvo que pedir a alguien que le tradujera eso. Hay gente brillante que puede improvisar y no se nota que lo hace. Hay gente que no.

Un punto más que engrosa mi opinión: va de nuevo Medina: “como puede comprobarse en la documentación sobre el evento que flota en la red, yo tuve todo el tiempo frente a los ojos una ponencia que, de hecho, era demasiado larga y debí acortar en varios puntos”. ¿Se dio cuenta que era demasiado larga en el momento? Si era demasiado larga es porque no cabía en el espacio que se le había cedido; si sabía esto, entonces, ¿por qué no la recortó antes? Porque, vuelvo a lo mismo, no la preparó. Tal parece que Medina crea ponencias al estilo enchílame otra. Si cuando Medina dice –y ya no lo cito más porque es suficiente– que “los públicos [sic] han tenido que sufrir sus ponencias a lo largo de los años” se refiere a esto, entonces, lo entiendo. Es lamentable fijarse en aspectos formales y no de fondo cuando se presenta un trabajo de esta naturaleza. Pero es doblemente lamentable que Medina no acepte algo que es evidente y que él mismo me ayuda a demostrar.

Recuerdo a Kirk Lazarus en Tropic Thunder: “I don’t read the script, the script reads me” (no traduzco la frase porque lo único que me queda claro es que Medina sabe hacerlo). Quizás esto fue lo que ocurrió con Medina: él no ensaya ponencias, las ponencias lo ensayan a él. Ah, gente calumniadora-columnadora con comentarios banales que piensa que las ponencias se ensayan (¡jum, pos éstos!).

 

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