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viernes, diciembre 5, 2025

¿De quién es la culpa? / Discere

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El abandono de la madre en la formación de los hijos convirtió a las escuelas en guarderías juveniles, a los maestros, en solidarios responsables de la educación y vació de contenido educativo y de convivencia humana enormes cantidades del tiempo familiar (…)

Elba Esther Gordillo

Estas palabras tan duras son de la carta abierta titulada: “La formación de valores en el México del siglo 21” de la maestra Elba Esther Gordillo, líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Este texto contiene una interesante mezcla de grandes verdades y una serie de generalidades que dañan de una manera innecesaria a la mujer que es madre y trabajadora; y siendo ella mujer, madre y trabajadora, el impacto de sus declaraciones ha causado un gran revuelo mediático, en detrimento de grandes e importantes señalamientos que tiene el documento.

Las mujeres han ido agregando tareas al quehacer de amas de casa, casi sin darse cuenta. Primero se conviertieron en esposas o compañeras, luego en madres y al final no tuvieron más remedio que cooperar en la economía familiar, así que salieron a trabajar con el mismo horario y presión que los hombres, pero con otras responsabilidades asumidas, como la de la casa y los hijos. El reto fue muy importante, puesto que tuvieron que demostrarse y demostrar a otros, que podían con eso y mucho más. Por si fuera poco, hay mujeres que, por circunstancias diversas, no tienen compañero y se quedaron al frente del hogar, solas y sin ningún apoyo, no quedándoles más remedio que trabajar, atender la casa y cuidar de sus hijos.

En esta pesada andadura, se han conquistado espacios que estaban reservados exclusivamente a los hombres, pero también perdieron como mujeres, algunas actividades que eran muy gratificantes y que además tenían un gran impacto social. Una de ellas, la más relevante, criar, educar y monitorear a los hijos hasta que adquirieran la solidez necesaria para caminar solos. Debo reconocer que tiene parte de razón la maestra al declarar que: “Cuando la mujer tuvo que compartir la responsabilidad del ingreso familiar, no sólo impactó en el deterioro individual sino en el de la sociedad toda”, porque el hecho de que ahora los hijos ya no cuenten son ese seguimiento, debe tener mucho que ver con la pérdida de una serie de valores en nuestra sociedad; sin embargo disiento en eso del “deterioro individual”, ya que el trabajo fuera del hogar, le ha permitido a la mujer crecer en todos los aspectos, al mismo tiempo que hizo crecer al compañero al hacerlo copartícipe de la responsabilidad de educar y guiar a los hijos.

Tampoco está desencaminada al afirmar que: “Cuando la familia dejó de ser el centro de la formación de los valores, éste fue ocupado por otros sistemas de comunicación con otros objetivos”. Nada proporciona más seguridad y bienestar a los hijos que desarrollarse en una familia estable. Sin embargo, no es justo que todo el peso de esa pérdida de valores o de los malos resultados de la educación sea cargado sobre los hombros de la mujer, madre y trabajadora, que en la mayor parte de los casos, tiene que hacerlo por necesidad y con una gran carga de ansiedad y culpa por no poder estar más tiempo con sus hijos. Tampoco es cierto que utilicen las escuelas como guarderías o que les dejen todo el papel de la educación a los maestros. Nadie, como una madre trabajadora, sabe el sufrimiento que supone que le nieguen permisos en su trabajo para atender problemas con los hijos.

Por otro lado es importante señalar que no todos los hijos de madres trabajadoras son malos estudiantes o acaban siendo una lacra social; como tampoco se cumple siempre eso de que son excelentes personas los que tienen una mamá que no trabaja. Son muchos factores y muchos actores los que intervienen en la formación de una persona. Creo que esas generalidades acerca de la responsabilidad de la mujer trabajadora, en la carta abierta de la maestra Elba Esther, le han quitado el peso a unas reflexiones que denuncian fenómenos sociales importantes, que pudieron haber tocado las fibras más sensibles de la sociedad y en las que, para ser justos, debieron estar todos los que tienen parte de culpa en el problema.

La responsabilidad de la educación de los hijos recae en la familia, tanto en el padre como en la madre, y la escuela se convierte en corresponsable de la misma, al ofrecer una educación integral de calidad, manteniendo una constante comunicación con los padres. Los medios masivos también tienen que asumir su parte de culpa al difundir antivalores y conductas que derrumban los valores que familia y escuela están tratando de construir. A esto hay que agregarle la poca cooperación de las empresas, que debieran favorecer una serie de condiciones para que sus trabajadores no descuiden el papel de formadores de los hijos. Finalmente, también el gobierno tiene una parte de la culpa, ya que en sus manos está poner en marcha un buen programa encaminado a recomponer el tejido social, empezando con la protección a las familias, el trabajo, la salud, alimentación y seguridad y sin olvidar la importancia de un buen sistema educativo. Según reza un proverbio africano: “Hace falta la tribu entera para educar a un niño”.

petrallamasgarcia@hotmail.com

Twitter: @petrallamas

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