El pasado 26 de septiembre mis amigos judíos, y los judíos en general, celebraron el Yom Kippur, que es, sin duda, el día más venerado e importante en el calendario religioso judío. El Yom Kippur corresponde al décimo día del año del calendario judío y es conocido generalmente como El Día del Perdón. Bajo la creencia religiosa hebrea, su dios determina, año con año, el futuro particular de los individuos para los siguientes 12 meses, esto es, el destino que tendrá cada persona por los siguientes 365 días del año.
Año con año, su dios realiza la revisión y evaluación de cada uno de sus creyentes, y decide qué futuro tendrá, anotando este futuro sino en el Libro de la Vida. El dios judío espera hasta el décimo día del año, el “Sabbat de los Sabbats”, que se relaciona directamente con El Día del Perdón, para sellar el Libro de la Vida. Una vez que este libro ha sido sellado por dios, la suerte ha sido echada y el destino de cada uno ha sido definido y grabado en este libro divino. Nadie escapa al destino allí consagrado: es ley que se ha de cumplir irremediablemente. Por eso es tan importante el Día del Perdón para los judíos, ya que representa el último intento de los creyentes por congraciarse con su dios con la esperanza de que su destino para el siguiente año sea uno benévolo. Durante este día los judíos guardan ayuno y pasan la mayor parte del día en la sinagoga orando, pidiendo a su dios que los exima de sus culpas, que disculpe sus pecados y sus faltas cometidas en contra de él, y asimismo aquellas que cometieron en contra de otros hombres o mujeres. Es el día que el dios de los judíos dispone para escuchar a todos y cada uno de ellos de manera especial. Es un día de introspección y de reflexión, de autoevaluación, de análisis. Y es el día del borrón y cuenta nueva si han podido congraciarse con su dios.
Este día tiene mucha semejanza con el rito de “Confesión” que practican los creyentes católicos, no obstante la importancia de la expiación judía en este día posee un peso mayor, religiosamente, que la confesión dentro del Catolicismo. Quizá por el hecho de que el católico puede buscar este “borrón y cuenta nueva” y arrepentirse de sus pecados o culpas en cualquier momento del año y las veces que él considere necesarias, sin límites ni restricciones de número. Al fin de la cuenta, la semejanza entre estas prácticas religiosas no es de extrañar a nadie, ya que la creencia católica proviene directamente de la creencia judía. Arrepentirse y orar para que dios perdone los pecados y nuestras faltas no tengan consecuencias en nuestro futuro, en nuestro destino. Esto es una manera de librarnos de la responsabilidad de lo que otrora hicimos. Esto suena muy parecido a la cultura mexicana donde nadie paga por lo que hizo y todos tratamos de salirnos por la tangente para no afrontar lo que realizamos mal o con mala intensión. En la religión se llama El Día del Perdón, en la sociedad mexicana se llama La Mordida. Unos le rezan a su dios a la última hora para que perdone sus pecados, los mexicanos el último día entregamos a algún burócrata un billete disfrazado en el apretón de manos. El Libro de la Vida queda sellado una vez que oramos todo el día del Yom Kippur y así nos escapamos, un año más, de sufrir las consecuencias de nuestros actos; la sentencia del juez, el sello del burócrata o el silbato del policía de tránsito a quienes saludamos con unos billetes, nos ofrecen la oportunidad de salir impunes nuevamente. Quizá no por un año como en el caso religioso, pero sí por esta vez.
En lugar de buscar hacer las cosas correctamente, la cultura mexicana nos ha acostumbrado a buscar el modo de salirnos con la nuestra tras haber actuado mal. El político que roba, el sacerdote que usa la religión para asustar y chantajear a sus fieles para que le dejen más dinero, el burócrata que se hace de la vista gorda por unos pesos, el cajero de la tienda que nos roba 50 centavos a cada cliente, el mecánico que inventa falsas descomposturas, el doctor que nos sometió a una operación innecesaria para ganarse unos miles de pesos, el abogado que siendo sus clientes nos roba, el dentista que nos hace trabajos innecesarios, el dueño del negocio de carnitas que compró carne de segunda para este domingo, el periodista que molesta a los políticos para que estos acaben pagándole una cuota para no molestarlos, el del garrafón del agua que rellena los vacíos con agua de la llave para volverlos a vender, el que deja el tanque de gas medio vacío y lo cobra como lleno, el que vendió su auto desvielado y lo hizo pasar como en buen estado, la mujer sana que usa placas de discapacitado en su automóvil únicamente para poderse estacionar más cerca de los accesos, en fin, todos somos parte de este vicio social de salirnos con la nuestra, en lugar de hacer las cosas correctamente desde el principio. Qué tal si este año no tuviéramos que darle mordida a nadie por haber cumplido con nuestras obligaciones a tiempo y como se debe, ni rezar porque se perdonaran nuestras faltas religiosas porque no las cometimos. Felicidades Abraham Goldaper, Samuel Bistre, Rubén Itzkowithc, Olga Sujoflinov, que sea un año fabuloso.




