- Reseña de la primera corrida en la Plaza México
- Enrique Ponce quizás haya vivido su peor tarde en México
Concluyó en disgusto la corrida inaugural de la campaña grande 2012-2013 en el coso de la Ciudad de los Deportes, a la que no lograron llenar. Enrique Ponce quizás haya vivido su peor tarde en México. Justas resultas de su abusiva manera de andar en cosos de la patria azteca.
Para darle efecto, la dehesa de Xajay vendió un encierro terciado, con ungulados sin trapío y de acusada falta de edad de toros; manso para señas específicas, sobresaliendo el jugado en tercer puesto que se granjeó las palmas del respetable en el arrastre.
Con un bovino gordito y soso, el sinvergüenza de Chiva (palmas, pitos tras aviso y bronca en el de regalo) hizo su ejercicio conocido, tan estético como ventajista, sin el residuo dramático que antaño distinguía a este espectáculo. La clientela entendió algo el timo y acabó recriminándole antes de que acabara su desteñido procedimiento con tres cuartos de espada, caídos y delanteros. Su segundo, el de más presencia del encierro, claramente descastado, y el público no le permitieron hacer el ballet desfondado de torería con el que en las últimas campañas ha venido engañando. Llegaron luego los desatinos con el estoque. Y puso en práctica el sistematizado “plan B”: un regalito bien armado pero feo de tipo, que protestó airadamente un público ahíto de lo mismo. Quiso tomar el mango, pero tomó la punta filosa el europeo, agudizando la gresca al ponerse denso con las armas.
Trabajo recio sin comprensión del público dio Fermín Spínola (pitos tras dos avisos y silencio) ante un astado complejo que se adhería al piso para luego arremeter con potencia. Bien torero él, se encajó en el albero, dejó la sarga puesta muy adelante y templó, desgajando la emoción de los entendidos con pases de buena estimación. Equivocado al primer viaje, se llevó un susto, pesándole la suerte suprema. El anovillado quinto, pese a su percha, se cortó con la tijera de la mansedumbre. Sin embargo, a despecho de no poderle cuajar el trasteo muletero, dejó el sabor de un estupendo segundo tercio.
Lances decorosos superados con un par de remates abrieron el número capotero de Diego Silveti (vuelta tras aviso y palmas tras aviso), cerrándolo con gaoneras quedándose medio quieto. Congratulado al brindar, poniendo a los reunidos de su parte, se halló con un ejemplar bravo, codicioso, de extensa embestida que buscaba repuesta en una muleta amplia, mejor manejada, y que sólo encontró en momentos desunidos. “No es lo mismo torear que pegar pases”… dijo El Soro. Demostrado quedó. Si valiente en las “Bernardinas”, víctima de las deficiencias de su dinastía también y dejó espantoso medio espadazo trasero y caído, ayudado por dos descabellos. Mejores fueron los lances y las “saltilleras” al fino sexto, otro joven bóvido de medias embestidas y al que se dio a torear con la sarga sin reservas semejándose mucho a los modos encimistas de su padre -no era para otra cosa- hasta lograr el reconocimiento del cotarro, y al que mató, invariablemente, con media estocada defectuosa.




