Por suerte, circunstancias o accidente, la realidad es que varios proyectos referentes a la fiesta brava, pocos, muy pocos, independientemente de su calidad, son apoyados por el gobierno estatal de Aguascalientes, tierra que se dice y auto pregona ser la más taurina de la patria, confundiendo el perfil mitotero con la esencia y la profundidad de este ejercicio que, como todo arte, es para emocionar y no sólo para divertir.
Hace pocos años que se lanzó la propuesta a la que titularon “Secundaria de las Artes y el Toreo”, avalada por presupuesto del Gobierno del Estado. La sede de ésta, el bello complejo Tres Centurias, un conjunto restaurado bellamente en donde era la estación y los talleres de los FN, otrora centro trascendente para ese medio de transporte público y de carga, que conformara parte primordial de la industria mexicana y diera fortuna de desarrollo a miles de familias de la entidad y su región.
En este día, no se puede hablar de que el centro de la mira de tal iniciativa esté en su original objetivo taurino. Lamentablemente se ha desviado del terraplén y la institución adolece del fondo taurómaco que le dio nombre y fama nacional durante una generación de alumnado. En la práctica del programa sólo le queda alguna clase impartida por un par de matadores, Armando Mora, ya hace muchos años en el retiro, y el nieto de éste, Víctor Mora, activo aún y víctima de la mala administración de una fiesta brava mexicana sofocada por los que la tienen plagiada.
El Aguascalientes llamado taurino, no ha pasado de lo superfluo, como consecuencia de una intervención gubernamental orientada a pregonar el perfil, pero para sus conveniencias e imagen. Esa figura, en parte mucha por vicio, del gobierno estatal, el de turno, se presume ser taurino, aunque el titular adolezca de los conocimientos y sobre todo el criterio para justipreciar y en verdad gobernar, en su momento y en su forma, el rubro taurómaco.
A esta entidad se le debe sellar como taurinísima, por bella, por romántica, por su viejo coso San Marcos, por la cantidad de ganaderías que a sus alrededores se asientan, por los matadores que ha tenido, y otros que ha adoptado, y por todos aquellos chavales también que aspiran a ser toreros. Y como cubre algunas características la verbena abrileña, hasta se le ha llegado a comparar con la feria de Sevilla… Todo en Aguascalientes debe ser, ya casi por antonomasia, afín a los toros.
Dados estos ingredientes aderezados con grandes dosis de coba, algunos aficionados locales acaban por creer las mentiras que les cuentan… y las suyas propias.
En Aguascalientes se ama y se cuida a la fiesta, según manifiesta el gobierno, por ser parte de una larga tradición e identificativo de la entidad; por ello es que, si acaso hay miseria, se hace todo lo posible de que no se note.
Con estos argumentos, oficialmente se blindó la tauromaquia local.
Sin embargo el mismo gobierno la entrega a los abusivos espadas extranjeros para que hagan de ella un espectáculo de segunda –dada la falta de categoría en la mayoría de los encierros que se juegan durante el año sobre el anillo de La Monumental–, que, desde luego se cobra como de primera. ¡Vaya linda forma de cuidar este patrimonio inmaterial de los aguascalentenses!
Cada año grita el juez en turno que velará por los intereses del público, haciendo valer el reglamento, pero nunca el municipio (tal vez aleccionado por el estado) da el poder real para que éste se aplique de manera legítima.
El más fresco ejemplo fue el encierro de Teófilo Gómez que se despachó el sábado 27 de octubre, durante la primera corrida del Festival de las Calaveras; hierro que, como si hubiese triunfado en la feria sanmarqueña 2012, se impuso tediosamente, sin argumento lógico, con todas las ventajas, y con seguridad para chiquear al galo Sebastián Castella. Bien lo dijo don Leonardo Páez: “La empresa de Aguascalientes paga… pero no manda”…
Igualmente, en todo, o en casi todo se mete el gobierno para engrandecer y apoyar la fiesta; licenciando en su estación de radio y emisora televisiva, por ejemplo, bastos espacios al tema, pero les tiende la alfombra y les hace caravanas a los “cronistas” foráneos mientras olvida, relega y margina a los locales; y cuando un entusiasta y trabajador periodista de la tierra pide algún tipo de ayuda, como Rubén López, de “Plataforma Taurina”, que ahora tiene en conocido centro comercial de la ciudad, una exposición de gráfica taurina digna de cualquier galería, los aquieta y se los quita de encima con la vieja y eficaz fórmula de ¡no hay presupuesto!…
Asímismo gasta millones para apoyar a la empresa –que no puede sola o no quiere organizar los carteles– y apalabre a los mejores matadores extranjeros, pero no da el mejor trato a todos los aguascalentenses.