Después de la apabullante victoria de Barack Obama el pasado martes, que me atrevo a decir ni siquiera él esperaba, que se diera de esa manera, dado que los pronósticos señalaban que sería una elección muy cerrada entre el demócrata y Mitt Romney, y ante el relevo en la Presidencia de México, que abre paso a la llegada de Enrique Peña Nieto y el término de la gestión del belicoso Felipe Calderón Hinojosa, se empiezan a crear las expectativas sobre el tipo de relación bilateral que existirá entre estos países que comparten una frontera de más de 3 mil kilómetros y que en los últimos años poco han avanzado en lo que podríamos llamar un entendimiento.
Si en algún momento la relación entre los Estados Unidos de América y los Estados Unidos Mexicanos se ha mostrado poco clara es en estos momentos, ya que después de12 años de gobiernos federales panistas, en los cuales nunca existió un rumbo o una estrategia en la política exterior de México, se abre un compás de espera, para saber cómo iniciará Peña Nieto su administración sexenal en esta importante materia, y sobre todo cómo es que delineará la relación con aquellos a los que Alan Riding llamó con mucha inteligencia vecinos distantes.
La lista de temas que tendrán que revisar los presidentes de estos países miembros de TLCAN son interminables, pero algunos requieren ser abordados prácticamente de inmediato, dado el impasse que se ha vivido en los últimos años, que incluso nos llevó a arribar a momentos verdaderamente lamentables, tan sólo con mencionar “el rápido y furioso”, que muy bien puede ilustrar el nivel de poca importancia y seriedad que le inspira nuestro país al Tío Sam.
Como una costumbre yo siempre me he mostrado poco optimista con respecto a que esta relación bilateral se vuelva un poco más equitativa, y como muestra inmediata de que esto seguirá perdurando, está el hecho de que Mr. Obama no le dedicó ni un solo segundo a México y la relación bilateral, en su debate con Romney sobre política exterior, con lo cual nos deja claro que él, al igual que la inmensa mayoría del establishment en Estados Unidos, no considera dentro de sus prioridades a nuestra nación, y sólo somos nota en ese país cuando sucede algo extraordinario en nuestro territorio, la captura de algún narcotraficante famoso o algún suceso natural como un temblor.
Lo real es que la mayoría de la gente que por años ha estudiado esta relación bilateral coincide en que en los últimos tiempos, se ha operado una extraña situación que se parece mucho al desinterés de parte de los vecinos del norte con respecto a nuestra situación, y con ello, se percibe un actitud de incomodidad cuando se pretende llamar la atención sobre la misma. Ya poco importa que haya muchos mexicanos viviendo en Estados Unidos cuando la situación económica de ese país, ha lastimado gravemente el envío de remesas hacia México; prácticamente nada se hace para aceptar que el problema del narcotráfico tiene una de sus partes más sensibles en el hecho de que los estadounidenses son los mayores consumidores de drogas en el mundo; se ríen de nosotros cuando “exigimos” que nos expliquen qué pretendían hacer con la operación “rápido y furioso”; les llama más la atención que unos policías mexicanos al parecer vinculados con la delincuencia organizada hayan pretendido matar a dos agentes de la CIA en Tres Marías, pero poco explican sobre las actividades de esos agentes en nuestro territorio; la Border Patrol ha tomado como práctica de tiro el dispararle a mexicanos desde su lado de la frontera, argumentando que los nuestros les tiraban piedras, y ya han matado a dos mexicanos de una manera artera, y se han librado de cualquier cargo en un esquema de absoluta impunidad, ante las exigencias (otra vez) del gobierno federal mexicano que pide una explicación, de algo que han podido ver hasta grabado.
A los gringos no les interesa México en lo mínimo, pero sí estarán interesados en este país, en cuanto se abra Pemex a la inversión privada, para ver cómo triangular su intervención y beneficiarse de las decisiones del próximo gobierno federal que con sus anuncios anticipados los ha vuelto “locos de contento”, y que les hace pensar que es increíble que lo que no lograron con los gobiernos de la “derecha”, lo lograrán con el próximo gobierno revolucionario de México.
Y por si algo faltara el mismo día de la elección que sirvió para mantener a Obama por cuatro años más en la Casa Blanca, en algunos estados de la Unión Americana (Colorado y Washington) se votó y aprobó por la legalización de la marihuana, como “uso recreativo para mayores de 21 años” y en Massachusetts se votó y aprobó el consumo de la marihuana como medicinal; con lo cual el país que inventó la “guerra contra las drogas” pone en una encrucijada a su vecino del sur, que después de la estúpida guerra de Calderón que ha costado más de 70 mil muertos (cifra moderada) en seis años, tendrá que empezar a ver qué hará para que los narcotraficantes mexicanos no puedan convertirse en los grandes surtidores de marihuana a esos estados que recién la legalizaron.
Lo único que ha cambiado en los últimos años es mi falta de expectativa con respecto al cambio de actitud de los gobernantes de los Estados Unidos de América hacia su relación con México, a diferencia de lo que hace más de tres años nueve meses (13 de febrero de 2009) publiqué aquí en mi casa editorial en una colaboración que intitulé “¿Una historia interminable?”, en la que cifraba algunas esperanzas en este aspecto, esperando que Mr. Obama fuera diferente de su predecesor, y el hecho de no contar en la Presidencia de la República con el memo de Vicente Fox, podría hacernos abrigar ilusiones; hoy nada me anima, dado que ya sé que no le importamos a Obama y tampoco veo por dónde podamos reubicarnos en la diplomacia internacional, que sería una parte importante para retomar nuestra tradicional política exterior, que nos permitiera ponernos de “puntitas” para que el vecino del norte nos vea.