- En Colombia es utilizado para “justificar” que la pobreza provoca la participación en ilícitos
- El Estado cuenta con herramientas pacíficas para afrontar a quienes deciden retarlo
Aunque ilegal, dijo el escritor Mauricio Villegas, la del narcocorrido es una industria floreciente y muy popular en Colombia, sobre todo entre sus pobladores de bajo poder adquisitivo, quienes buscan una manera para expresar algunos detalles de la vida en pobreza.
Dentro del III Seminario sobre Política de Drogas en América Latina, Villegas expuso que este formato musical tiene raíces en la época Colonial, pues durante ella comenzaron los abusos por parte de los poderosos así como la rebeldía ancestral.

Afirmó que los raspachines (quienes se dedican a raspar la hoja de la cocaína) son uno de los grupos mayormente identificados con el estilo musical nacido en México, pues a través de él tratan de “justificar” su incursión en actividades ilícitas, al explicitar que fueron obligados por las inclemencias económicas.
“En América Latina todos nos ponemos del lado del ladrón, y es un poco lo que pasa con los narcocorridos, en donde se exaltan algunos valores fundamentales del incumplimiento [de la ley], como por ejemplo el familismo, poner a la familia por encima de la ley, o la idea del honor”.
El colombiano añadió que “a veces la autoridad es arbitraria corrupta e injusta, y entonces el narcocorrido hace parte de esta tradición cultural, que no solamente existe en la música sino en la literatura, de exaltar una justicia popular en contra de una justicia legal”.
En su libro titulado Normas de papel, dijo, se retrata la presencia metafórica de tres personajes populares que generalmente transgreden el orden impuesto por el Estado: el vivo, el arrogante y el rebelde.
“El propósito mío con este libro era mostrar que el incumplimiento [con la ley] es un fenómeno complejo, y no simple como muchas veces lo ven lo economistas, los politólogos o los estudios culturales… es una teoría de lo que sucede con el incumplimiento en América Latina”.
Para encarar al vivo, expuso, el Estado puede echar mano de las sanciones: para el rebelde, legitimar todas las instituciones y fomentar la cultura de la legalidad, para hacer lo propio con el arrogante.




