Al paso de los días de esta nueva administración federal, contrario a lo que se podría pensar, Enrique Peña Nieto ha empezado el ejercicio gubernamental con una construcción de expectativas que le podría salvar la incertidumbre entre la población que siempre estuvo en la duda de encontrar a un Presidente de la República que mostrara visos de incertidumbre, exhibidos cuando era candidato al más alto cargo de representación popular, y que en los hechos se ha mostrado con la suficiencia que muchos analistas han demandado por varios años en el jefe del ejecutivo.
Innumerables son los hechos que nos hicieron avizorar que el entonces candidato priísta tendría un inicio dubitativo, al no tener una clara visión del encargo que significa ser Presidente de la República, pero en la realidad y en los 15 días que han transcurrido desde su toma de posesión, se ha mostrado con una solvencia que llama la atención de propios y extraños, que hacen un distingo muy claro entre aquel candidato que tuvo que sufrir las preguntas en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, la presión de las preguntas que le formuló una importante cadena televisiva de los Estados Unidos de América que en su momento lo exhibió como un hombre que no sabía las causas de la muerte de su esposa, y un político que en los esquemas de la globalización no era capaz de leer de manera suficiente un texto en inglés.
Hoy el Presidente de la República vuelve a ser aquel hombre que muchos conocimos como candidato a la gubernatura del Estado de México, un hombre que sabía cómo acercarse con la gente, que tenía siempre la palabra adecuada para convencer y entronizar su figura entre potenciales electores que quieren escuchar de la clase política lo que ellos dicen en su fuero interno. Peña Nieto ha sabido en el inicio de su ejercicio gubernamental federal decirle a la gente que la mayor preocupación que en él existe es interpretar los deseos insatisfechos de una sociedad que ha demandado por mucho tiempo una interminable lista de situaciones que a nadie le preocupan, y que debieran de ser la premisa fundamental del quehacer gubernamental, y que a pesar de sufrir situaciones cotidianas que pasan desapercibidas para la mayoría de la población, no debieran ser desatendidas por los diferentes órdenes de gobierno.
Para la mayoría de la gente este hecho podría pasar desapercibido, pero cuando para los más de los analistas políticos, empiezan a ser pocos los elementos de descalificación de esta actuación gubernamental, llama poderosamente la atención que acepten como naturales estos hechos, y de manera implícita acepten que Peña Nieto está innovando de forma extraordinaria, un quehacer gubernamental lleno de mensajes e imágenes que poco podrían cuestionarse, y que en detrimento de los detractores del priísmo, poco les dejan para cuestionar la actividad que viene desplegando el ex gobernador del Estado de México.
Esta situación no debe ser una muestra de vanagloria para aquellos que vienen privilegiando las virtudes del Presidente de la República, pero en los hechos sobra decir que cada vez más las cosas en su favor son mayoritarias, y no sólo se restringen al hecho de sus famosos 13 compromisos, y de que en ellos haya contemplado afectar o vulnerar intereses de los llamados poderes fácticos, entre ellos de Elba Esther Gordillo y el poderoso SNTE, o los propios del duopolio televisivo, sino con la simple mención de los mismos, se ha creado una expectativa que hace unos meses atrás no era posible, sino que para muchos existe el aliento de que las cosas pueden cambiar.
Ahora, el reto deberá ser mayor para quien sabe que su figura es nota que vende en los medios, y que no está exento de saber que eso no es suficiente para reposicionar la figura presidencial que alcanzó el peor de los niveles en este acumulado de 12 años de extravío político que significó la alternancia panista, que se caracterizó por un hombre al cual le pesó tanto la responsabilidad mayor, que tuvo que compartirla hasta crear la figura de la “pareja presidencial” y con quien jamás tuvo el talante para entender la responsabilidad de los disensos, y contagió en su paso por la mayor responsabilidad política, la idea acotada de la desconfianza, que no le permitió el conjugar el esfuerzo compartido, ni siquiera en su círculo más cercano.
En este escenario de descomposición política Enrique Peña Nieto tendrá el esquema que le permita recomponer la figura presidencial, que no podrá ser la misma de la “presidencia imperial” de Salinas de Gortari, de la “sana distancia” del “genocida” Zedillo Ponce de Léon, de la “pareja presidencial” del ex panista Fox Quezada o del “belicista” Calderón Hinojosa, sino aterrizar una figura que le dé la connotación del ser político que comprenda la ansia de escucha de un pueblo que se entiende alejado de las autoridades que son capaces de hablar de la exigencia ciudadana, sin tener o interpretar la verdadera exigencia de aquellos a los que dice representar.
En términos llanos, Enrique Peña Nieto ha empezado su mandato constitucional con un “plus” a su favor, que deberá ser cuidado con el sentido de quien se sabe que cada decisión podrá articular a su favor o en contra, y que entiende que la población en general, espera la imagen de un líder a quien seguir, la historia de nuestro país no tiene equívocos, las y los mexicanos siempre han seguido a líderes y adalides que con su actitud han marcado la diferencia con lo que siempre hemos encontrado en la historia nacional. Peña Nieto no está exento de saber esto, si quiere ser líder deberá ser congruente y fiel a la aspiración del pueblo mexicano o de lo contrario será elemento fácilmente desechable en la historia reciente de este país.




