La reciente sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el caso de la ciudadana francesa Florence Cassez ha dado lugar a un gran número de opiniones expuestas en los medios de comunicación internacionales, nacionales y locales. De lo dicho en esos ámbitos noticiosos se desprende que hay un amplio grupo de opinantes que cree que la sentencia es injusta; que no hace justicia a las víctimas del secuestro del que se presume fue actora o cómplice la Señora Cassez. Otros creen que las patentes violaciones cometidas al “debido proceso” fueron suficientes para justificar la falta de respeto a los derechos fundamentales de la inculpada. Dada esa violación procesal, la última decisión de la Corte le concedió la libertad absoluta.
Como quiera que sea, esa situación ha creado una muy ríspida división de puntos de vista. Ha promovido, asimismo, un creciente interés por examinar la naturaleza institucional del sistema jurídico mexicano. Llama la atención que elabore decisiones tan controvertidas que ponen en severo riesgo la credibilidad en nuestro estado de derecho. En atención a esas circunstancias, quiero ofrecer una reflexión sobre ese delicado y, en mi opinión, muy relevante asunto para la vida social civilizada en nuestro país.
Comienzo con un ejemplo que servirá para ilustrar las ideas que comentaré en el cuerpo de este escrito. Se dice que en la España medieval había una ley que condenaba a muerte a cualquier sujeto que pusiera las manos en una persona de la familia real. En ese contexto, resulta que un día el caballo que montaba una de las infantas se desbocó. Dos jóvenes palafreneros o caballerangos al servicio del Rey se pusieron en acción y consiguieron salvar a la joven del severo peligro que corría. Pero para ello debieron tocarla; fue imposible no ponerle las manos encima. Por consiguiente, los jóvenes héroes fueron condenados a morir en el garrote vil: lo sentimos, pero la ley es la ley, se dice que decían los juzgadores de estos infelices. Al final, el propio Rey, conmovido por la acción de sus servidores, les otorgó el indulto.
En efecto, la ley es la ley, pero a veces se dan casos en que su estricta aplicación da origen a un sentimiento de desconcierto y de confusión entre quienes observan, sufren y comentan sus efectos en la sociedad humana en que esa ley rige. Los resultados de la aplicación estricta de la ley pueden dar lugar a situaciones absurdas e irracionales. Es el caso de los palafreneros: ¿por qué condenarlos a la pena capital si lo que han hecho ha sido salvar una vida, diga lo que diga la ley?
Mi conjetura es que este tipo de decisiones jurídicas, que sólo alegan su estricto apego a la norma escrita, provocan situaciones que resultan muy controvertidas porque no respetan un mínimo principio de coherencia. Esto es, un principio que tiene que ver con la articulación de unas cosas con otras en búsqueda del sentido inteligible y aceptable de un hecho más o menos complejo.
La noción de coherencia, en la actualidad, ha adquirido relevancia en ciertas investigaciones filosóficas. Por citar un ejemplo ilustrativo: Paul Thagard, de la Universidad de Waterloo, en Canadá, en un libro publicado en el año 2000, Coherence in Thought and Action (Coherencia en el Pensamiento y la Acción), argumenta en torno al papel que desempeña la coherencia en la formación de nuestras apreciaciones del mundo en que vivimos. Hasta ahora, en las investigaciones de ese orden sobre el conocimiento había prevalecido y predominado la noción de verdad. A raíz de los trabajos que he mencionado, hoy se atiende también al concepto de coherencia. El propósito de esta actividad académica es destacar el papel que la coherencia desempeña en la formación de nuestras visiones del mundo. Por supuesto: la idea de verdad sigue siendo de importancia central en el proceso cognitivo, sobre todo en su acepción de ajuste entre lenguaje y realidad extra lingüística, pero ya no se estima suficiente. Quienes atribuyen a la coherencia un papel significativo en la formación de nuestra comprensión del mundo siguen considerando la verdad como elemento esencial, pero ya no como el único criterio que explica la formación y aceptación de la inteligibilidad del mundo en que discurre nuestra vida. En las ciencias naturales, sobre todo en la física, la búsqueda de la coherencia entre explicaciones distintas es uno de los más fuertes incentivos. El hecho de que la teoría de la relatividad general de Einstein y el modelo estándar de la mecánica cuántica sean ambos considerados verdaderos hasta ahora, no invalida los grandes esfuerzos que se hacen en estos campos para conseguir la coherencia entre estas dos visiones del mundo físico.
En el caso de los palafreneros españoles, el sentimiento de indignación que produce la sentencia que se les dicta no se debe a que no se trate de aplicar correctamente la ley: al contrario, lo que desconcierta es su rigurosa aplicación que conduce a una situación que se aprecia evidentemente injusta. El indulto del Rey, a quien la propia ley faculta para otorgarlo en casos excepcionales, es bien visto por la comunidad. ¿Qué es lo que hace la diferencia? Mi punto de vista es que la aplicación rigorista de la ley es incoherente con la generalizada creencia humana -o al menos del hombre occidental- de que el hacer un bien a una persona no debe ser motivo de castigo, sobre todo, en el caso comentado. Se percibe que hay una desmesurada falta de proporción entre la generosidad y valentía en el hecho de salvar a la infanta y la severidad del castigo que se pretende imponer a los salvadores.
La coherencia en las sentencias de la Corte del caso de Madame Cassez no ha sido atendida, al menos, según mi punto de vista. La sentencia última no es coherente con la previa. Si en el primer caso no se le concedió la libertad absoluta de que ahora goza, y que uno de los ministros solicitaba desde entonces, ¿por qué ahora sí se le concede? Esa incoherencia entre dos decisiones es la que, desde mi perspectiva, hace tan controversial la situación actual. Se dice además que la sentencia actual no juzga sobre la inocencia o culpabilidad de la inculpada, hecho que pone a la Corte en el peor de los mundos posibles. Si fuera inocente, se le habría sometido a un injusto castigo de alrededor de siete años de prisión. Si fuese culpable, entonces se le ha concedido la libertad con el mínimo castigo a una persona que causó daño y sufrimiento considerable a sus víctimas e incurrió en muy graves faltas a la ley. Acaso la decisión menos controversial hubiese sido la propuesta originalmente por la ministra Sánchez Cordero. Es decir, devolver el caso al tribunal que la juzgó con las indicaciones de no considerar las pruebas que se determinaron viciadas.
Cuando en un cierto caso sujeto a la aplicación de una norma jurídica, ésta no puede aplicarse de una manera natural, si de alguna manera se trata de una situación no del todo prevista, habrá que interpretar el precepto en cuestión. En ese proceso interpretativo, la coherencia con los casos anteriores similares al que se juzga, la coherencia con los principios generales del derecho, con los valores apreciados por la sociedad; la coherencia con la noción de equidad, con la noción de buenas prácticas, con los propósitos de quienes legislaron, debieran ser elementos cruciales en el fundamento de la decisión final. Por cierto, Thagard y sus colaboradores han desarrollado ciertos algoritmos que permiten calcular cuantitativamente índices de coherencia entre diversos conjuntos de conceptos que soportan decisiones.
Al parecer, en los tiempos presentes, cobra fuerza la idea de que una buena parte del funcionamiento de la sociedad obedece a la estructura de las instituciones que la articulan. No cabe duda de que el derecho es una institución fundamental en la vida de las sociedades contemporáneas. Por consiguiente, creo que va siendo hora de concebir e instituir en nuestro país una política jurídica moderna y coherente con otros aspectos de la vida en sociedad. Sólo así se mantendría viva la aspiración a la idea de construir una sociedad buena y justa que nos legó la mejor tradición del pensamiento Occidental desde la Grecia clásica. Tengo la convicción de que la incoherencia en el pensamiento y la acción, sobre todo en el ámbito público, es una de las más severas limitaciones en la consecución de ese noble propósito. En fin, en la vida de las sociedades de hoy no sólo debe importar el ingreso per cápita, el desempleo, el déficit público y otros aspectos propios de la economía, que parece ser el tema al que se dedica la energía prioritaria de los gobiernos actuales. No hay que olvidar, aunque pueda parecer un mero lugar común, que no sólo de pan se vive…
