El Dr. Martín Andrade ha dejado de ser la cabeza del Instituto Cultural de Aguascalientes (ICA). La información, de manera oficial, comenzó a circular el pasado 7 de enero. La noticia, en realidad, era esperada desde hace meses. Cuando se publicó, casi de inmediato, comenzó a ser difundida por las redes sociales. La recepción de la nota, me atrevo a decirlo, fue prácticamente unánime: no encontré una sola persona que saliera a defender al arquitecto Andrade.
He tenido la oportunidad, varias veces, de escuchar al ex director del ICA hablando sobre arquitectura. Puedo decir, incluso, que es un tipo brillante cuando discurre sobre su profesión. Sé, también, que es un apasionado del mundo cultural. Pero ni la inteligencia ni la pasión fueron suficientes. Nunca son suficientes.
¿Qué le faltó? Creo que su problema fue que no tuvo un discurso que lo respaldara. La situación se le salió de control por falta de sentido común: supongamos que un gobernador de cualquier estado insinuara que su entidad no tiene futuro y que no tiene recursos para nada. La reacción de la sociedad sería lógica: se encargarían, a través de protestas, de echarlo. Eso fue lo que le ocurrió a Martín Andrade. Es arquitecto y académico. No es un político.
Andrade, en realidad, tuvo dos puestos: director del instituto y, digamos, rector de la Universidad de las Artes. De ambos se ha despedido. Quien haya creído que él encarnaba la deficiente administración de la cultura en el Estado, debe estar contento con su salida. Pensará, ingenuamente, que los recursos, con otras personas al frente, van a surgir (vamos, que algo va a mejorar); sin embargo, ése no es el tema. La falta de atención, la carencia de recursos, la lamentable oferta cultural, entre otras características, no se esfumarán por arte de magia. El problema, por tanto, está en otro lado.
¿Cuál es la lección? Que en estos años se depositó un montón de confianza en un tipo que gusta de la cultura como espectador. El gusto, ni modo, no hace profesionales. Voy a ridiculizar esto: imaginemos que alguien ama la medicina porque ve House. ¿Sería buen candidato para operar a un paciente? La respuesta es obvia.
El Gobernador del Estado encara una difícil tarea: sería indeseable una persona improvisada y que sólo porque tiene la oportunidad de viajar por el mundo e ir de compras y, de pasada, visitar museos, dirija el rumbo de la cultura en Aguascalientes. Necesitamos inteligencia: en cualquier otro puesto de gobierno -como sabemos- hay tarados que son administrativamente competentes. Acá también necesitamos eso (no lo de tarados) pero, además, que sea un tipo intelectualmente brillante. El director, entre otras cosas, es una figura simbólica: representará la cara cultural de nuestro estado ante instancias nacionales e internacionales.
Quien sea que ocupe, fijamente, la dirección del instituto, debe primero trabajar con escoba y después con gis y pizarrón: limpiar y luego planear. Me da lo mismo si el director es de Aguascalientes. Me da igual si es académico. Me es irrelevante si es producto del nepotismo. Me importa un bledo si es un aristócrata. Me interesa, como supongo a muchos, que el nuevo director esté a la altura de la circunstancia; que tenga un lenguaje acorde a las exigencias; que sea un gestor cultural; que sepa cómo conseguir recursos y, también, qué hacer sin dinero; que exija calidad a la comunidad artística; que tenga, en síntesis, cerebro.
Como vemos, no tendrá un trabajo sencillo: la Universidad de las Artes está a la deriva; el CIELA no funciona; muchos de los museos de la ciudad están en malas condiciones; la calidad de los trabajos, por ejemplo, de teatro, es muy pobre (hay que ser más demandante); hay un montón de dinosaurios, hasta al fondo, metidos en el ICA. Pero primero tendrá que dirigirse a la comunidad cultural (sea lo que sea que esto signifique) y presentar un discurso coherente e integral; inteligente y eficaz; puntual y pertinente.
El ICA, de momento, se encuentra, de alguna manera, acéfalo a pesar de que ha sido nombrada, temporalmente, Dulce María Rivas Godoy como directora. ¿Qué va a pasar? Go figure. Ojalá que esta indefinición no se prolongue.