No hay que decir más; basta dar un suave repaso a las páginas de la prensa o pararse en cualquier sitio donde los priístas de Aguascalientes discursen para caer en cuenta de que el común denominador de sus oraciones lleva por nombre unidad. La unidad no es cosa indeseable, claro está (y menos en política); sólo que las dificultades aparecen cuando se le invoca con insistencia y sin aparentes resultados.
Si no hay rencillas ni rivalidad entre grupos, como los representativos Carlos Lozano y Lorena Martínez han reiterado a lo largo de estos últimos dos años, ¿de qué manera se explica, con la lógica más mínima, la notoria desarticulación de lo que pudiéramos denominar priísmo activo en el estado?
La respuesta duerme dentro del mismo planteamiento, y además es la mar de simple: sí hay rencillas, sí hay rivalidad y, mientras no exista una especie de caudillo (y de esta figura el tricolor sabe mucho) que venga a despresurizar las cosas, el ahora partido mayoritario seguirá sin despertar el interés no sólo de la militancia, también de la ciudadanía.
Quizá peor que la del desgano, es muy probable que la herencia del PRI sea un periodo de alternancia que no derive de la competencia de calidad, sino de una coyuntura bien capitalizada por el contendiente.
Después de la ola Peña Nieto nadie en la calle ha vuelto a hablar del tricolor.
Francisco (aquí alegóricamente tildado como Pancho) Chávez Rangel, titular del Instituto de Educación de Aguascalientes, no es ni de lejos un caudillo, sin embargo sí podría ser la clave para que un PRI sin arrastre ni convocatoria social conserve cuando menos por un trienio más la codiciada capital.
El viernes 18 de enero Francisco Chávez acudió a una radiodifusora local para destaparse en horario estelar. Después de que afirmara ser priísta desde hace 20 años, y de que declarara no ser político, la entrevista no pasó a mayores.
Cabe apuntar que el ambiente fue sobre todo dulzón. Cerca del final el entrevistador le dice “hoy parece ser que Paco Chávez es del pueblo, amable, educado, de resultados, pero sobre todo no eres ratero, y ese sería un antídoto para Toño Martín del Campo”.
Entonces el aludido pone de manifiesto que no es candidato del PRI a la alcaldía de Aguascalientes pues tal definición está en manos del partido, y asegura que apoyará al indicado.
A nivel de tierra son dos cosas las que se dicen acerca de Francisco Chávez: que no ha realizado trabajo partidista y que tiene aguda cercanía con Nueva Alianza, aunque no queda claro si sería apoyado por Juana Alicia Espinosa o por Silvia Luna. Eso sí, supuestamente nunca por las dos lideresas distanciadas.
Para ser político, y sostenemos que esto no podría entrar a discusión, forzosamente hay que interactuar con las bases, formar adeptos y forjarse un nombre en la organización.
Aquel día 18 Chávez le confesó al locutor José Luis Morales: “si me preguntas si soy político, te digo que no, soy un servidor público que me he dedicado, y a lo mejor esa es la confusión, pero sí, sí soy priísta Pepe”.
Entonces, ¿sin labor política de por medio, cómo va Francisco Chávez a sostener sus aspiraciones y más todavía, una candidatura en un partido donde todo dependerá de la venia de una súper politizada convención de delegados?
Con sinceridad no encontramos una contestación sensata.
“Yo creo que el tema electoral es de tiempos, de momentos, la designación de candidatos es un tema de partido, y bueno, estamos esperando los tiempos, pero mientras se llega eso nosotros debemos seguir cumpliendo con nuestra responsabilidad”.
Por supuesto que en su caso el tema electoral no es ni de tiempos ni de momentos, es cuestión de amarres, o de estrategia como dicen los políticos.
En las pasadas elecciones federales bien que mal, y gracias a un gremio magisterial especializado en el acarreo, Nueva Alianza demostró que puede solo. Con un candidato fugaz, que sin tapujos declaraba en cadena nacional que ni siquiera era político, el partido se las arregló para mantener vivo el registro.
Nosotros diríamos que Francisco Chávez se ha colocado, con ayuda o sin ella, justo al centro de dos partidos y de varios intereses.
Tanto en el Poder Legislativo como en el Ayuntamiento y en la propia administración estatal hay cantidad de perfiles que alegan haber picado piedra en el PRI. Frente a este panorama la intriga se encuentra a flor de piel y la aclamada unidad no es una de las eventuales aportaciones de Chávez Rangel.
Así, a continuación presentamos una teoría que en buena parte toca al hombre del momento: Carlos Lozano. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
En 2010 Lorena Martínez parecía ser la candidata natural para asumir la candidatura a la gubernatura de Aguascalientes; sin embargo, la cúpula decidió que el elegido sería el entonces senador.
De allí para acá (y aquí insertamos una necesaria elipsis) comenzó a desarrollarse el imperio del gobernador, hoy amenazado no por popularidad de la alcaldesa, sino por la confrontación subterránea cuya prueba de existencia es precisamente la desesperada búsqueda de alianzas.
Hace unos meses, en el transcurso de la pasada jornada electoral federal, ni de chiste podía pensarse que priísmo y petismo compartieran plataforma. Hoy las negociaciones son un hecho, y da la impresión de que Lozano sospecha que no le alcanzará si se lanza solo a la aventura.
Mientras el PT tiene todo por ganar el PRI tiene todo por perder. Enfrente está una previsible unión PAN-PRD a la cual también podríamos sumar al MC porque, no nos hagamos tontos, Carolina Rincón no llegó a la Secretaría General gracias a su larga y activa militancia.
Por si esto no fuera suficiente para el tricolor, el mismísimo Panal se ha sentado con Acción Nacional para sacar el mayor de los provechos. Es pura presión, Nueva Alianza sabe que quien sirve a dos amos con alguno queda mal, por eso sólo coquetea dolorosamente con los blanquiazules.
En la definición del candidato priísta a la alcaldía será una convención de delegados, es decir, el gobernador, quien dicte la última palabra.
A corto plazo y con el Verde Ecologista más que a su servicio, la solución menos catastrófica para el partido es optar por Francisco Chávez Rangel, quien además de asegurar un pacto con el Panal también le llenaría el ojo al priísmo coyuntural, ése que se deslumbra con los proyectos efectivos pero fugaces.
A la larga el PRI está destinado al desmoronamiento. Gane o pierda Francisco Chávez continuarán las asperezas entre una Lorena Martínez que desea por fin ser gobernadora y entre un Carlos Lozano que espera, como todo Ejecutivo, la concreción de una transición favorable para el futuro.
Quizá mañana el PRI sí necesite un verdadero caudillo para sacar las papas del fuego. Por lo pronto nosotros no distinguimos una sola figura con las armas necesarias.
