Ayer tarde se derramó la tercera fecha de la serie en el rancio edificio taurómaco del barrio de San Marcos de la capital aguascalentense, y nuevamente los estanquillos de boletos se quedaron vacíos; el entusiasta público está inoculado del ambiente de la más bella de todas las fiestas y el lleno se calificó de aquellos que se dice que son “hasta las banderas”
La empresa contrató a la dehesa de Fermín Rivera un encierro de modesta presencia pero del cual salieron tres ejemplares de muy buena lidia, primero, cuarto y quinto. Cómodo para los actores fue el sexteto, y en contra parte incomodo, sin cubrir los deseos para los aficionados.
Clásicamente, con son subrayado Brandon Campos (al tercio y oreja) lanceó al berrendo en cárdeno armiñado; apuntaló el episodio capotero un par de gallardos quites por gaoneras y valentinas bajo el concepto de Diego Emilio y el titular de la lidia respectivamente. Con fijeza, prontitud y raza el bovino embistió a la sarga, engaño que no manejó el queretano con temple reclamado, a quien apruébensele solo las últimas tandas y algún detalle desarticulado. Terminó la intervención de una estocada delantera y caída.
Con “la veleta” abrió la serie de sus entalladas chicuelinas ante su segundo, e interpretando cambios por la espalda el tramo muletero. Novillo pasador se observó, potable él, lo que hizo suyo para diseñar una faena variada, por ambos flancos y de buen gusto, con clase pero sin la total manifestación de hondura y por instantes se desdibujada. Cerró con media estocada tendida.
Chicuelinas nítidas y valiente revolera fueron el saludo capoteril de Diego Emilio (al tercio y oreja); posteriormente llenó el anillo ardiente con tres parezasos de banderillas. Montada la sarga se topó con un tres añero de bravura seca y compleja, delante del que trató de lucir pero más bien sufriendo, como consecuencia de su natural inexperiencia. Quedó de cualquier modo su buena actitud. Llegó luego un espadazo trasero y tendido precedido de un pinchazo.
Limpiamente y con arte lanceó a su segundo; superior fue el claro y amplio quite por largas de píe y caleserinas, e hizo estallar las palmas por un segundo tercio enjundioso, valiente y vistoso, epilogando su salida con digno trasteo, igualmente variado, lleno de temple, buen gusto y firmeza en los pedestales, aprovechando la clase y nobleza del ungulado al cual despachó de media estocada trasera y tendida.
El comportamiento del tercer antagónico obligó a bregar a Jorge Salvatierra (oreja y silencio luego de los tres avisos). En el último tercio el de Fermín Rivera firmó sus difíciles condiciones, pero con clara torería y firmeza resolvió el imberbe manifestando un trasteo recio y estético, lleno de sustancia y cosas merecedoras de elogio. El chaval posee cerebro de torero. Lamentablemente mató de estocada caída y delantera.
Al enfrentar al sexto solamente cumplió eficazmente con la capa, salvándose del huracán que le arrolló al salir. El hidrocálido es un joven intuitivo; sabe de las complejidades del ganado de casta y como solucionarlas, Así, entregó una labor seria, adecuada y bien hecha por el calibre y la colocación con la que la selló pero a la que por mala decantación de la fortuna no supo rematar con el arma. El uso del estoque fue su peor pecado.