La conmemoración del 8 de marzo, Día Internacional de las mujeres, nos recuerda el trabajo que el resto del año realizan organizaciones civiles, dependencias gubernamentales, instituciones educativas y, sobre todo, las mujeres de la sociedad civil para continuar la lucha por la plena igualdad de derechos y oportunidades. Es importante que el 8 de marzo sea comprendido más allá de su escaparate mediático, aprovechado por figuras que nada aportan a la consecución de la equidad en la sociedad. Más allá de los intereses personales, los derechos de las mujeres, como construcción filosófica humanista, se delinea dentro de los conceptos y prácticas que construyen al Estado moderno y eficaz, al concepto de ciudadanía y democracia.
La lucha que realizaron miles de mujeres en el mundo a favor de la igualdad a lo largo de la historia no se limita a un discurso político unilateral, que beneficia únicamente al género femenino, es un paradigma humanista tal vez, el más humanista que ha presenciado el ámbito político universal puesto que plantea la equidad entre hombres, mujeres, niñas, niños, jóvenes y adultos mayores, entre culturas, entre posicionamientos políticos y culturales. El discurso de la reivindicación de las mujeres es la razón del ejercicio de la equidad. De ahí que el 8 de marzo nos impulse a mujeres y hombres a continuar la lucha de nuestras antecesoras, aquellas mujeres que con el simple hecho de mostrarse en contra de la subordinación que impone un sistema capitalista y patriarcal, generaron disidencia, alternativas de vida, acción y pensamiento en beneficio de la humanidad. La disidencia de las mujeres o bien, el pensar de forma distinta a lo culturalmente establecido, fue y continúa siendo un posicionamiento político que permite a mujeres y hombres hacer uso del marco jurídico que otorga el acceso de las mujeres a una vida libre de violencia, que implementa acciones contra la discriminación y hace obligatoria la igualdad entre géneros. El 8 de marzo es pues, una celebración universal donde se reconoce el trabajo de las mujeres en la construcción del mundo de las y los iguales.
Contradictoriamente la igualdad es un posicionamiento político inconveniente ya que precisamente la desigualdad es la naturaleza de nuestro sistema social. Es por esto que a pesar de los logros históricos conseguidos en los marcos legales, la práctica de la igualdad real deja mucho que desear, empujándonos incluso a cuestionar si es posible verdaderamente la práctica de la equidad social. Lo que observamos y vivimos es un espejismo de la igualdad generado por las leyes en esta materia, mientras que en la práctica las mujeres resentimos los estragos de una cultura que beneficia abiertamente a los hombres. La realidad de las mujeres hoy es que accedemos a puestos de trabajo indignos y con muy pocas posibilidad de ascender; ganamos en promedio un 16 por ciento menos que nuestros compañeros; no contamos con puestos de trabajo que correspondan con nuestro nivel de estudios; sufrimos discriminación salarial y laboral si pretendemos ser madres y además trabajadoras; nos enfrentamos a un continuo acoso y hostigamiento tanto en nuestra casa como en los espacios laborales y sociales; ante la falta de oportunidades nos vemos obligadas al comercio informal sin derecho a pensiones, prestaciones o siquiera un ingreso seguro; si exigimos nuestros derechos como trabajadoras calificadas se nos acusa de pretensiosas o personas de poca confianza, etc.
Éstos son algunos obstáculos que impiden la práctica de la igualdad real entre mujeres y hombres y que persisten a pesar del paso del tiempo y de los grandes esfuerzos por erradicarlos. Desafortunadamente, existen muchos más. Para conocer de cerca a los grandes obstáculos sociales y culturales que impiden el cambio civilizatorio que esperamos la mayoría de las sociedades, hay que remitirnos a los puntos que destaca en sus reflexiones Amelia Valcárcel, estudiosa de las condiciones de vida de las mujeres en este siglo XXI:
Primer Obstáculo:
La ausencia de modelos y la falta de experiencia de las mujeres. ¿Tenemos modelos que nos sirvan de referencia para la práctica pública? Las mujeres no nos reconocemos como parte de un colectivo discriminado, desconocemos lo que es la violencia hacia las mujeres y cómo erradicarla y por una educación sexista, se nos ha impedido elaborar redes de ayuda entre nosotras. Desconocemos la historia de las mujeres, cómo éstas resolvieron sus problemas, quiénes fueron nuestras líderes y cómo nos inspiran para proyectarnos a futuro. La clave de esta desunión entre mujeres es el objetivo del sistema patriarcal, se nos impiden construir alianzas y manifestarnos políticamente.
Segundo Obstáculo:
División de espacios en la vida pública y privada. ¿Cómo hacer para participar al ámbito público sin renunciar a la vida privada? Las mujeres nos enfrentamos en solitario a la conciliación de los tiempos y trabajos en el espacio privado y público. Mientras los varones tienen una jornada laboral, las mujeres realizamos dos o tres jornadas sumando trabajo y las tareas del hogar. Esto nos impide ejercer plenamente nuestras capacidades profesionales y disfrutar de nuestras familias.
Tercer obstáculo:
La educación de las mujeres y los hombres. Al nacer y crecer en una cultura que privilegia la desigualdad, las mujeres aprendemos roles de género que son jerárquicos y desiguales. Si estamos en desacuerdo con nuestro papel asignado, nos vemos en dificultades para “encajar en la sociedad” y muchas veces somos relegadas.
Cuarto obstáculo:
Desconocimiento de los derechos de las mujeres. Tanto en el ámbito familiar, como en el laboral y social.
Quinto Obstáculo. Los medios de comunicación. La utilización del cuerpo de las mujeres como objetos comerciales genera una contradicción con las mujeres reales, sus actividades y capacidades. Se crean modelos idealizados de vida, de salud, de acción que va en detrimento de las mujeres. El objetivo de la mercadotecnia sexista es que el sujeto que tiene la capacidad económica: o sea el hombre, genere derrama económica.
Sexto obstáculo. La violencia hacia las mujeres. La violencia hacia las mujeres continúa siendo un delito oculto, se remite a una serie de hechos delictivos que permanecen en la esfera privada: “lo que pasa en casa, se queda en casa”, de ahí que sea tan difícil su erradicación. Muchas de nosotras somos esclavas de nuestros novios, maridos, padres o tutores, tenemos una idea equivocada del amor, de las relaciones humanas y de nosotras mismas. Las mujeres que sufren este problema no lo eligen, lo padecen y es necesaria la intervención de especialistas para poner un alto.
En el momento en el que se asuma que la lucha por la igualdad efectiva y real entre hombres y mujeres, más que ser discursos que engrosan las plataformas políticas, son las respuestas a las problemáticas que padece nuestra sociedad, seremos protagonistas de un cambio civilizatorio sin precedentes en la historia de la humanidad. ¿Qué estamos esperando? Vale la pena preguntarnos lo mismo que la filósofa alemana Hannah Arendt en el año de 1993: ¿por qué a pesar de que ha existido una lucha filosófica y política de las mujeres a lo largo de las épocas históricas, la mayoría de los pensadores, políticos y la sociedad civil no han tenido la voluntad de acercarse a conocerla?
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Mabel Guadalupe Haro Peralta
Presidenta de la Asociación Iberoamericana para el Desarrollo de la Igualdad de Género, A.C.




