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viernes, diciembre 5, 2025

Are you welcome mister president? / Enrique F. Pasillas en LJA

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Fe en el porvenir, los pueblos son invencibles

Guillermo Prieto, marzo de 1863

 

Viene Barack Hussein Obama, primer presidente negro (mulato, para ser más precisos) de los Estados Unidos y probablemente el político más influyente del mundo, tanto por su investidura como por su fulgurante carrera política y su (éste sí) innegable carisma, estará en México en visita oficial de estado. Ya vino antes en 2009, durante su primer mandato, aunque pocas cosas positivas para los mexicanos hayan trascendido de su anterior visita. Ni siquiera podemos presumir de un acto de masas o un  discurso histórico, como hizo en su visita a Medio Oriente o a Europa. Tal pareciera que el pueblo de México no le merecía esas deferencias, jamás vistas de nuevo desde los tiempos de Kennedy. Su misión ahora parece clara a la luz de la coyuntura internacional: seguridad, petróleo, comercio y votos. En cambio, la agenda mexicana es, o por lo menos debería ser diferente, pero congruente y convergente: derechos de los migrantes y regularización migratoria inmediata y total, cooperación para el desarrollo, fondos para el desarrollo de infraestructura regional, medio ambiente, educación, salud, despenalización de ciertas drogas, prohibición del comercio de armas en la frontera, lavado de dinero y punto final a la nefasta intervención extranjera en materia de seguridad pública.

Por otra parte, a nadie escapa dentro y fuera de Estados Unidos que venir a México se lee en clave electoral interna de ese país, donde vive legal o ilegalmente la mayor cantidad de mexicanos fuera de México. Y donde muchos mexicanos y latinos nacionalizados ejercen su derecho al voto y hacen ganar o perder a candidatos demócratas o republicanos. A estas alturas tampoco escapa que la relación bilateral de México con la hiperpotencia no es ni con mucho, a pesar de su importancia,  la más ventajosa para México, incapaz hasta hoy de tener una política de estado hacia Los Estados Unidos.

Es así que muchos mexicanos pensamos que no hay demasiadas razones para dar la bienvenida a Obama, y que razones de peso sobran. A esto se suma el hecho de que el Estado Mexicano casi desde siempre, pero sobre todo en los últimos tiempos, ha carecido de una agenda propia, de aprender de una vez y para siempre que antes que amistades México tiene intereses nacionales que hacer valer y defender. ¿Falta de patriotismo, de capacidad, supina torpeza, o simple entreguismo? Buena pregunta para nuestra clase dirigente de todos los colores del espectro. Sin embargo, terca, la realidad sigue ahí, a pesar de los muchos y buenos propósitos:

Mil 800 mexicanos muertos (de frío o sed los más, pero también ahogados, tiroteados o secuestrados) intentando cruzar la frontera tan sólo desde 2006 a la fecha según Univisión. También se habla de que durante la vigencia de la “Operación Guardián”, hace 18 años, han muerto aproximadamente 6 mil personas intentando cruzar la frontera como si fuesen delincuentes, pero cuyo único delito es buscar mejores condiciones de vida para ellos y sus familias.

Más de 5 millones de mexicanos (se desconoce la cifra con precisión) viviendo en condición de ilegales en ese país sin posibilidad real hasta el momento de regularizar su situación y víctimas de la explotación laboral, que es producto de una política migratoria hipócrita, racista y claramente violatoria de sus derechos fundamentales. Familias desmembradas, padres deportados, niños abandonados, y una cifra récord de deportados en la primera administración de Obama. Más  que en las dos presidencias de Bush anteriores, con la diferencia de que por lo menos Bush no ofreció en campaña electoral una regularización migratoria que luego no cumplió, como Obama sí hizo.

Una política antidroga en gran medida aplaudida y auspiciada por ellos, si es que no impuesta del todo, donde México pone el dinero, el teatro de guerra y los muertos, y que ha demostrado claramente ser fallida a la luz de la creciente espiral de violencia de los pasados años.

Un tráfico incontrolado de armas del norte hacia el sur, con más de 100 mil muertos en México relacionados con el crimen organizado y se calcula que más de 300 mil desplazados por la violencia. Eso sí, pingüe negocio.

Una porosa frontera común de 3 mil 200 kilómetros a todo tipo de mercancías legales e ilegales, pero impermeable a las personas, que obstaculiza de manera evidente el tránsito de viajeros y trabajadores de sur a norte, so pretexto de la seguridad.

Un medio ambiente devastado y unas cuencas hidrográficas dislocadas en toda la zona fronteriza como producto del abuso y la descoordinación entre autoridades de los tres niveles de ambos países.

Una constante “deslocalización” de empresas de norte a sur, que intentan evadir controles y obligaciones fiscales, laborales o ambientales y que producen escasa riqueza para los mexicanos. Es así que recientemente nos enteramos con estupor, que ya los salarios de manufactura son menores en México que en China. ¿Así seremos competitivos en el mundo? Luego están los escándalos de corrupción donde se involucran empresas norteamericanas en México: los sobornos de Wal Mart a diferentes autoridades para instalar sus tiendas en lugares prohibidos por las normas. Por cierto, la cobertura de dicho escándalo para un periódico estadunidense, de donde vino la información, acaba de dar el premio Pulitzer  a dos periodistas mexicanos.

Y finalmente, a pesar de su incontrovertible carisma, también Obama ha tenido sus deslices, lo que demuestra lo mal informado que está sobre la realidad mexicana. Hace no mucho, por ejemplo, tuvo la puntada de llamar en público al pequeño becario de Harvard “El Eliot Ness mexicano” a propósito de su sangrienta guerra contra el crimen organizado. No se requiere mayor comentario sobre el tamaño del despropósito en boca de un jefe de estado.

Así, las autoridades norteamericanas y también los ciudadanos de ese país deberían entender de una vez y para siempre, que su seguridad radica en un México estable, prosperando y en paz, del cual son corresponsables en gran medida como potencia hegemónica.

@efpasillas

 

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