En febrero pasado, el gobernador del Banco de México (Banxico), Agustín Carstens, ya nos había dicho que se gestaba una “tormenta perfecta” por la enorme cantidad de dólares que habían estado entrado al mercado mexicano de deuda. Esta semana lo dijo en Singapur, y en inglés. Afirmó que se estaba gestando una tormenta perfecta a causa de los enormes flujos de capital que están saliendo de economías avanzadas como la de Estados Unidos y Japón, a países emergentes como el nuestro.
Para los dueños de esos capitales volátiles -que con la misma facilidad que entran al país, a la menor provocación salen- la compra de papeles de deuda pública mexicana es un ingreso seguro y atractivo. Hoy en día, invertir en pesos en la deuda pública con rendimientos que pocas economías pueden ofrecer con este nivel de seguridad les reporta atractivas ganancias. Como nada es gratis, las atractivas ganancias que obtienen los capitales “golondrinos” las pagamos en detrimento de crédito accesible y barato para reactivar la economía mexicana.
En el mundo financiero coexisten -y pelean por las máximas ganancias- instituciones que manejan el dinero de todos que han acumulado. En forma de enormes fondos salen al mercado mundial en pos de ganancias que obtienen comprando temporalmente bonos que ofrecen réditos en cualquier parte del mundo. Desde la crisis del 2008, lo que más ha hecho crecer esos fondos que medran por el mundo ávidos de ganancias, no son ahorros, sino lo que todos, personas, empresas y gobiernos, hemos pagado a las instituciones financieras por nuestros adeudos.
Siendo el propósito central de los fondos obtener el máximo de ganancia, algunos países están ofreciéndoles altos réditos para atraerlos y otros, inventando la manera de que no salgan de sus fronteras. Así que para evitar que los capitales salieran en grandes cantidades de la economía de los Estados Unidos, la Reserva Federal (FED), la institución que hace de banca central en la mayor economía del mundo, ha estado otorgando “estímulos monetarios” a los operadores de fondos de ese país. Sin embargo, esta semana una noticia puso a muchos a comerse las uñas. El presidente de la FED, Ben Bernanke, anunció que al final del año podría empezar a retirar esos estímulos monetarios de la economía de EU.
El titular de nuestro banco central, quien ahora anuncia que se avecina un tormenta espectacular, tomando como símil simplón el título de una película del año 2000, en realidad nos advierte que estamos muy vulnerables ante lo que viene.
Bajo la dirección de Carstens, Banxico no bajó la tasa de interés para evitar que esos capitales de los que ahora habla, vinieran a inundar tanto como lo han hecho a nuestro país, para ganar rendimientos sin hacer ningún esfuerzo en nuestro mercado de bonos, de divisas y en la bolsa de valores.
Una cosa es la tormenta, algo que por definición es un evento que sale de nuestra capacidad de evitar, y otra es la de no prepararse ante ella o, peor aún, vulnerar nuestra capacidad de enfrentar la tormenta. La candidez –o descaro- del banquero central preocupó a quienes aún pretenden continuar con la ilusión. Luis Videgaray, titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, cabeza del sector financiero nacional, al conocerse la noticia de la FED, salió a los medios a maquillar nuevamente la imagen de solidez de nuestra economía. Señaló que los mercados diferenciarán las condiciones que tiene México y regresarán los fondos de capital que migraron como parte del nerviosismo que priva entre ellos.
Hoy ya es tarde. La decisión de Banxico, ya sea subir o bajar las tasas, tendrá más pronto que tarde consecuencias que no nos van a gustar a los mexicanos. Es decir, estamos en una trampa sin salida.
Otra noticia de la semana acerca de que alcanzamos un nuevo máximo histórico de reservas internacionales de 165 mil 427 millones de dólares, tampoco es tan buena como parece. Guardamos más divisas sí, pero denominadas en dólares, una moneda que por su creciente y excesiva abundancia en manos de las instituciones financieras, tiende a abaratarse. Y, por la acumulación de este papel verde se continúa encareciendo el crédito en detrimento del sector productivo.
La locura financiera mundial que alimenta la tormenta entre muchas aristas, tiene dos grandes componentes. Por un lado, el dinero concentrándose y acumulándose cada vez más en las instituciones financieras. Sus fondos continúan hinchándose de manera creciente por la transferencia forzada que empresas, personas y gobiernos pagando deudas e inflados intereses. Peleando por esos fondos todos los países presionan los intereses al alza. Por el otro, el mundo productivo y el de la inversión, servicios públicos y gasto gubernamental se halla carente de dinero. La carencia relativa de dinero obliga a contraer las economías, bajar sueldos, aumentar desempleo y, al mismo tiempo, buscando ávidamente acceder al dinero escaso, encarecer aún más el crédito.
Estados Unidos, con la ilusión causada por los estímulos monetarios de la FED, ha podido mantener sus tasas de interés domésticas a niveles muy bajos, gracias a lo cual el aparato productivo se ha mantenido más o menos. Pero al quitar esos estímulos, como ha anunciado que lo hará, lo que todos temen es que se disparen las tasas de interés, provocando una importante contracción en el sector de la producción y el consumo.
El gobernador Carstens no nos dice nada nuevo cuando menciona que la tormenta viene. Lo que en Singapur ha reconocido es que no nos hemos preparado para ello. Bueno, a él ya lo esperan el 1° de julio en su nuevo puesto en Basilea.
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@jlgutierrez




