Los hechos de la vida
En el encuentro “Hacia dónde va el periodismo” (realizado en Bogotá en junio de 2005), Tomás Eloy Martínez dictó la conferencia Los hechos de la vida, el texto es una pieza imprescindible para cualquier persona involucrada en la hechura de un periódico y, por el estilo del autor de Santa Evita y El vuelo de la reina, un deleite para cualquier lector; la conferencia traza un amplísimo que va desde el Watergate y el trabajo realizado por Carl Bernstein y Bob Woodward para The Washington Post, hasta el surgimiento y apogeo de la nueva crónica latinoamericana; también hace Eloy Martínez un recuento de lo propuesto por Tom Wolfe y el Nuevo Periodismo e incluye una disertación sobre el futuro de los medios impresos; pero la parte más rica son los 12 puntos finales en los que define qué debe ser un periodista. No puedo evitar la cita en extenso:
I) El único patrimonio del periodista es su buen nombre. Cada vez que se firma un texto insuficiente o infiel a la propia conciencia, se pierde parte de ese patrimonio, o todo.
II) Hay que defender ante los editores el tiempo que cada quien necesita para escribir un buen texto.
III) Hay que defender el espacio que necesita un buen texto contra la dictadura de los diagramadores y contra las fotografías que cumplen sólo una función decorativa.
IV) Una foto que sirva sólo como ilustración y no añada nada al texto no pertenece al periodismo. A veces, sin embargo, una foto puede ser más elocuente que miles de palabras.
V) Hay que trabajar en equipo. Una redacción es un laboratorio en el que todos deben compartir sus hallazgos y sus fracasos, y en el que todos deben sentir que lo que le sucede a uno les sucede a todos.
VI) No hay que escribir una sola palabra de la que no se esté seguro, ni dar una sola información de la que no se tenga plena certeza.
VII) Hay que trabajar con los archivos siempre a mano, verificar cada dato y establecer con claridad el sentido de cada palabra que se escribe. No siempre, sin embargo, los diccionarios son confiables. Dos de los mejores que conozco, el de María Moliner y el de la Real Academia Española, sólo corrigieron en 1990 la vieja definición de la palabra día. Hasta entonces, seguían dándola como si aún viviéramos bajo el imperio de la Inquisición. Día, se podía leer, es el espacio de tiempo que tarda el sol en dar una vuelta completa alrededor de la Tierra.
VIII) Evitar el riesgo de servir como vehículo de los intereses de grupos públicos o privados. Un periodista que publica todos los boletines de prensa que le dan, sin verificarlos, debería cambiar de profesión y dedicarse a ser mensajero.
IX) Las clases política y empresarial y, en general, los sectores con poder dentro de la sociedad, tratan de impregnar los medios con noticias propias, a veces añadiendo énfasis a la realidad. El periodista no debe dejarse atrapar por las agendas de los demás. Debe colaborar para que el medio cree su propia agenda.
X) Hay que usar siempre un lenguaje claro, conciso y transparente. Por lo general, lo que se dice en 10 palabras siempre se puede decir en nueve, o en siete.
XI) Encontrar el eje y la cabeza de una noticia no es tarea fácil. Tampoco lo es narrar una noticia. Nunca hay que ponerse a narrar si no se está seguro de que se puede hacer con claridad, eficacia, y pensando en el interés del lector más que en el lucimiento propio.
XII) Recordar siempre que el periodismo es, ante todo, un acto de servicio. El periodismo es ponerse en el lugar del otro, comprender lo otro. Y, a veces, ser otro.
El texto se puede encontrar completo en el sitio de la Fundación Tomás Eloy Martínez: http://fundaciontem.org/
Inmersos en la agenda ajena
Me deslumbra la certera definición final, lo repito: “El periodismo es, ante todo, un acto de servicio. El periodismo es ponerse en el lugar del otro, comprender lo otro. Y, a veces, ser otro”. Ahí se concentra el deber del periodista para consigo y para con sus lectores, quien bien lo entienda, buscará trabajar en un medio que le permita ser los otros y ser otra, servirlos.
Le he estado dando vueltas a esta idea por una afirmación un tanto temeraria que realicé en un texto anterior, al señalar que, al menos en Aguascalientes, los medios de comunicación no formamos reporteros, deformamos estudiantes de comunicación, pues no se les otorga espacio para el ejercicio de la crítica, con el pretexto de que podemos incordiar a la clase política, ésa a la que le hemos vendido el alma para no tener que lidiar con los lectores, cerramos las puertas a cualquier crecimiento personal y profesional para quien acaba de salir del aula y se dispone a convertirse en periodista.
Creo que basta señalar que estamos arrodillados hacia los centros de poder y no es necesario abundar en anécdotas que caractericen el deplorable comportamiento de las casas editoras, el alma vendida explica en su justa medida la obligación a la que se ata el reportero cuando firma un contrato.
Lo que no acabo de entender, siguiendo a Tomás Eloy Martínez, cómo es que si el patrimonio fundamental del periodista es su nombre, para el estudiante de comunicación es tan fácil caer en la trampa y vender su dignidad no al mejor postor, sino al sofá más cómodo, pues si bien las empresas no les ofrecen las condiciones mejores para compartir de forma crítica su visión del mundo, no hay en la entidad quien se atreva realizarlo fuera del circuito cerradísimo y conservador de los medios impresos (de los medios electrónicos, ni hablar, son sólo apariencia), ¿dónde en Internet, están los blogs, las páginas, las publicaciones que sin censura pueden criticar el ejercicio del poder?, ¿dónde aquél que echando mano de los recursos tecnológicos escape de la agenda que la clase política impone? No los busque, no los hay.
Larga lista de habilidades inútiles
Uno de los orígenes de esa ausencia de reporteros comprometidos con su nombre está en las universidades; no hay una donde se les prepare adecuadamente para criticar la realidad, se les enseña a realizar fichas, resúmenes, a que no se les mueva la cámara, a tomar la distancia correcta del micrófono, pero no se fomenta en el estudiante la curiosidad.
Cada tanto me encuentro con recién egresados que me imponen la lectura de una larga lista de habilidades en su currículo, dominan la ofimática, manejan programas de diseño y edición, por supuesto, se especializan en el uso de audio y video… pero no saben usar un diccionario, creen que no lo requieren, tampoco consideran necesario verificar los datos, no saben preguntar porque no tienen curiosidad, ah, pero tomaron un curso sobre mercadotecnia y, por supuesto, cuenta en Facebook y Twitter.
La lista de habilidades no incluye, por supuesto, lecturas de textos que no sean los que les hayan impuestos sus maestros, por eso fácilmente se dejan arrastrar por el interés de un grupo político, se transforman en simples mensajeros porque su incapacidad de cuestionar lo que se les está diciendo. En el mejor de los casos, creen que transcribir las vociferaciones de algún miembro de la oposición es ejercer la crítica, no se dan cuenta que la vehemencia con que se reitera una consigna la hace igual a la zalamería con que se llenan los comunicados de prensa, no hay extremos, es la misma cosa el gobernante que antepone su nombre a cualquier acto de gobierno a la del opositor que reparte culpas en nombre de los pobres, la patria, la justicia o la economía.
Están formando jóvenes llenos de habilidades inútiles porque jamás se cuestionan por qué o para qué, sólo saben extender la grabadora.
Lo peor, si es posible, es que exigirles que empleen un lenguaje claro, conciso y transparente, es inútil, ¿cómo van a escribir si no saben leer?
Coda
Es un círculo vicioso que va más allá de la censura que se ejerce desde los gobiernos, la pobrísima calidad de medios que tenemos en Aguascalientes, no se relaciona directamente con las prohibiciones que impone la clase política, tiene que ver con que hemos perdido la capacidad de asombro, la habilidad de cuestionar (y verificar); a pesar de que el avance tecnológico multiplica generosamente la oferta herramientas para ejercer con libertad un juicio y abre el campo a generar todo tipo de propuestas, no lo hacemos porque no hemos generado lectores. Medios que viven de rodillas ante el poder, porque es su única fuente de ingreso y cada vez más un reducido público que no entiende por qué los medios le ofrecemos tanta basura, con todo y que el pretexto los incluya: al cliente lo que pida. Y no, no debería ser así.
@aldan