- El senador mostró cómo burlar los “intereses transitorios” en México
- Domínguez murió por denunciar el asesinato del presidente I. Madero
Difundir desde el Senado la verdad del régimen del usurpador Victoriano Huerta costó, hace un siglo, la vida a Belisario Domínguez Palencia.
En la explanada de la Biblioteca Central, autoridades de los poderes Legislativo y Judicial depositaron una ofrenda floral en memoria del autor de El discurso de la muerte cuyo ejemplo, refirieron, debe servir para sortear los “intereses transitorios” del país.
Del legislador chiapaneco se recuerda sobre todo un par de discursos pronunciados desde tribuna, con fechas de 23 y 29 de septiembre de 1913.
“La verdad es esta: durante el gobierno de don Victoriano Huerta, no solamente no se ha hecho nada en bien de la pacificación del país, sino que la situación actual de la República es infinitamente peor que antes… muchas naciones antes buenas amigas de México rehúsanse a reconocer su gobierno por ilegal; nuestra moneda encuéntrase despreciada en el extranjero; nuestro crédito en agonía; la prensa entera de la República amordazada o cobardemente vendida al gobierno ocultando sistemáticamente la verdad”.
José Ríos Alba, presidente de la mesa directiva de la diputación permanente, reprochó el asesinato del presidente Francisco I. Madero al tiempo que aplaudía las denuncias hechas por el liberal.
“Un día como hoy, pero de 1913, ya por la noche, desapareció el senador Domínguez aprehendido por agentes de Gobernación en el Hotel Jardín” de la Ciudad de México.
Horas más tarde Huerta habría recibido la lengua de Belisario Domínguez a manera de trofeo.
Éste último, el mismo 29 de septiembre, también declaró en el Senado que el país no podía “resignarse a tener por presidente de la República a don Victoriano Huerta, al soldado que se amparó del poder por medio de la traición y cuyo primer acto al subir a la Presidencia fue asesinar cobardemente al presidente y vicepresidente legalmente ungidos por el voto popular”.
El huertismo, se dijo, exterminaba a quienes se mostraban en su contra. Ambos discursos fueron leídos durante una ceremonia con alumnos de escuelas secundarias. Una banda de guerra ejecutó el Toque de silencio para enseguida dar paso a la interpretación del Himno nacional.




