“When I get older losin’ my hair, many years from now…”. Así inicia la canción “When I’m 64” que Paul McCartney compuso y publicó en el álbum “Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band” de The Beatles y que conoció la luz pública en junio de 1967; a decir de los que saben de estas cuestiones, este es uno de los mejores discos en la historia del rock. Hay algunos más aventurados que se atreven a afirmar que es, de hecho, el mejor. A lo que quiero llegar es al asunto de la edad, al envejecimiento, a la forma en que nuestro cuerpo va cediendo poco a poco al inevitable paso del tiempo. Seguramente Paul McCartney veía muy lejano ese momento en 1967, cuando apenas tenía 25 años; si te das cuenta, es muy concreto en lo que dice: “cuando envejezca, pierda mi cabello, después de muchos años…”, en fin, la canción continúa. Este mes de junio del 2013, Sir Paul McCartney llegó a los 71 años de edad, es decir, ya pasó, y por mucho esa edad, la de los 64, ya sabes lo que dice la sabiduría popular: “no hay plazo que no se cumpla”. A pesar de lo lejano que en 1967 se veía el 2013, pues ese plazo ya llegó y Paul ya tiene rato que empezó a envejecer, al menos en lo que al físico se refiere, porque su música, como la de todos los de sus generación que siguen vigentes, sigue sonando joven, más joven aún que la de las manifestaciones musicales más recientes, que salvo honrosas excepciones, no ofrecen nada que pudiéramos considerar novedoso. Pero si te parece, sigamos con el asunto de la edad.
El inicio de esa canción de los Beatles, claro, me refiero a “When I’m Sixty Four”, me ha hecho pensar en más de una ocasión en estos asuntos dolorosos pero inevitables del envejecimiento, finalmente el tiempo pasa, contigo o sin ti, por lo que concluimos que es duro envejecer, pero es peor no llegar a viejo.
Yo tengo 50 años, los cumplí el pasado 18 de marzo, por cierto, como es mi año jubilar, aún acepto regalos. De repente me doy cuenta de que el tiempo sigue su curso, ni más lento ni más rápido, simplemente sigue y sigue sin parar, pero todo sigue igual, nada cambia, es decir, la esencia no cambia, al menos yo todo lo percibo igual que cuando tenía 24 o 25 años. Así como Paul veía muy lejanos sus 64, yo también, y seguramente tú también amigo lector, si andas rondando los 50 o ya los pasaste, yo veía muy lejana esta edad cuando apenas contaba 20 años.
Recuerdo que en esos frescos 20 yo solía pensar: “y cuando cumpla 30 o más, ¿qué música voy a escuchar?”, me parecía como imposible, o quizás inapropiado seguir escuchando rock, es decir, con la música clásica no había problema, la podría escuchar toda la vida, pero me parecía como que se llegaba a cierta edad en donde el rock era contradictorio, pero me consolaba y me daba ánimos yo mismo haciendo un recuento de los grandes rockeros, esos que nunca mueren, y sí, Eric Clapton, David Bowie, Mick Jagger, Bob Bylan, Roger Daltry, Paul McCartney, Stevie Winwood, David Gilmour, Jimmy Page, Mike Fleetwood, Jeff Beck, y un largo, largísimo etcétera, seguían en el rock and roll y eran por lo menos 15 o 20 años mayores que yo, y la conclusión era predecible: si ellos, con muchos más años que yo, ¿qué razón habría que, una vez llegados los temidos treinta, no pudiera seguir disfrutando de su música? Claro, tenía mis dudas, recuerda aquello que alguna vez dijo John Lennon: “Nunca confíes en nadie mayor de 30 años”, e inevitablemente te pones a hacer una serie de reflexiones sobre la edad. Recordaba también aquella frase de Pete Townshend que canta Roger Daltry en la canción “My Generation”: “Rather die before to get old”, es decir, “prefiero morir antes de ser viejo”, claro que Townshend cambió de opinión una vez que se hizo viejo. O te acuerdas de aquella canción de Cat Stevens, de su extraordinario disco: “Tea for the Tillerman” en la canción de “Father and Son” en donde dice: “…you will still be here tomorrow, but your dreams may not”. Esa frase me sacudía, me golpeaba, me atormentaba cada vez que escuchaba la canción, ¿cómo era eso de que “yo estaré aquí mañana, pero mis sueños quizás no”? eso definitivamente no lo podía permitir, de hecho ese es al punto al que quiero llegar con todo este rollo, que aunque cumplí este 2013 mis primeros 50 años, y sin duda para muchos, no para mí, por cierto, soy ya un viejo, sigo escuchando y disfrutando, más que antes, incluso, del buen rock y ese es inobjetablemente uno de mis más grandes orgullos, que a mi edad sigo escuchando lo mismo que cuando tenía 20 años.
Ya entrados los 80 fui con un buen amigo, ahora vive en Guadalajara y también se dedica a este asunto de los medios de comunicación, Güicho, a ver la película de Pink Floyd, “The Wall”. Por esos mismo años fui con otro buen amigo, Alejando Arenas, sin duda te conté de él en el Banquete de la semana pasada, a ver la película de The Who, “Quadrophenia”, esa película sí me pegó con todo y me marcó de por vida, de hecho, ese es uno de mis discos favoritos, sin duda. Bien, pues hoy después de no sé cuántos años, sigo delirando igual cada vez que veo “Quadrphenia”, o “The Wall” o “The Song Remains the Same” de Led Zeppelin, otro de mis films roqueros favoritos. Lo mismo me pasa cuando escucho el Abbey Road de The Beatles o el Déjà Vu de Crosby, Stills, Nash & Young, o el Tarkus de Emerson, Lake & Palmer o el Lizard de King Crimson, o el Uomo di Pezza de Le Orme o el Disraeli Gears de The Cream o el Freak Out de Frank Zappa, o el…en fin, el que se te ocurra.
De verdad me siento afortunado por gustar del rock, de haber optado en mis años de adolescencia por una música honesta, inteligente y con trascendencia. Con frecuencia me pregunto, no sin cierta sensación de pena, ¿qué escucharán ahora en el 2013 aquellos adolescentes de los ochentas que se rasgaban las vestiduras de emoción cada vez que escuchaban a Menudo, los Chamos o cualquiera de esos bodrios de grupitos producidos en serie por la cruel mercadotecnia? ¿a qué lugar remiten sus recuerdos? ¿en dónde se refugia la nostalgia? No lo sé, lo cierto es que después de 25 o 30 años me sigo sintiendo vivo con el rock, ese buen rock que me corre por las venas, et in saecula saeculorum. Hasta la próxima semana, si Dios no dispone lo contrario.
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