Hablar de sexo ya no es un tema tabú. Quizás lo siga siendo en algunos estratos sociales. Pero como dice Agustín Llamas, “para todo lo que no enseñan en la escuela está la televisión”.
En estos días, un grupo de conferencistas se han reunido para hablar de sexo. Y cuando lo escribo, me doy cuenta que hablar de sexo y sexualidad es muy fácil, lo difícil es decir las palabras correctas.
Hoy todo mundo se siente doctor en sexología, como algunas suelen llamarme y mientras escribo esa palabra, con una raya roja bajo la misma, mi computadora también afirma que está mal escrita. No tanto por la ortografía, sino por la intención que se le quiere dar.
En el Foro Dilo bien en la sexualidad 2013, organizado por la Alianza Internacional de la Juventud, se dijo que la sexualidad no puede ser un juguete o la llave única de la comunicación del amor. En primera, porque la sexualidad se acaba, y entonces si en ella se centra el amor entre hombres y mujeres ¿Qué hay después de ella?¿Acaso se acabó el amor? La verdad es que no. De hecho, el amor está por encima de la sexualidad, porque con el tiempo, el placer cambia de forma, y si muchos buscan el sexo por placer, al ´paso de los años, el placer se encuentra hasta en una taza de café, compartido con un amigo o un familiar.
Desgraciadamente, los medios de comunicación, y otras organizaciones sociales se empeñan en afirmar que hay que dejarse llevar por los instintos y permitir que fluya el apetito concupiscible con lo que ello implica. Si yo tuviera la intención de hacer un negocio, primero le diría que lo que importa es sentirse bien, y para ello el sexo, luego de que la probabilidad de contagiarse de una enfermedad venérea, le vendería la medicina, previa venta del anticonceptivo o condón que falló y para lo cual, si esa enfermedad es incurable, tengo un cliente de por vida. Digo por si tenían el pendiente, supongo que los que venden condones no hacen caridad, sino negocios.
Mire, todo mundo quiere que usted sea feliz, yo también se lo deseo. Pero podemos diferir en el concepto que cada quien tiene de felicidad. La felicidad es un entorno lleno de agridulces. Por ello la sexualidad no pueden ser sólo momentos placenteros, porque de ser así, las enfermedades venéreas serían un cuento chino.
En la lucha ideológica sobre los debates importantes de la sociedad como la economía, la familia, la educación, la discapacidad, la juventud, el matrimonio, los valores, los derechos de los niños, y todos los temas que nos importan, en esa lucha y esa guerra de dos bandos, hoy por hoy, nadie gana. El desgaste propinado por los intensos acontecimientos en los últimos lustros, es síntoma de la capacidad perdida en la comunicación entre los seres humanos. Resulta pues, que hoy al supuesto ser superior de la faz de la tierra, el ser humano, hay que humanizarlo. Como si a otros seres vivos hubiera que vegetalizarlos o animalizarlos. Recordarles su esencia.
El debate se encuentra en las pobrezas humanas. La ignorancia se convierte en la herramienta que utilizan quienes atentan contra la dignidad humana, y utilizan como objetos, banderas, estandartes, a seres humanos que en su vacío, en su debilidad, en su confusión, son solamente eso: objetos de convencimiento.
El debate se encuentra también en que quienes debieran hablar y participar, esperan a que todo suceda sin su participación, como una gran orquesta en que cada quien tiene un papel , pero nadie toca, todos quieren ser espectadores, más que protagonistas.
Cuando en los 70’s se despenalizó el aborto en Estados Unidos, surgió como una respuesta ante la clandestinidad y ante “los derechos de decidir sobre el cuerpo mismo de la mujer”, así como para disminuir el número de asesinatos y “muertes maternas” (como si esto fuera únicamente un asunto de mujeres, les recuerdo, que no se embarazan solas), pero con el tiempo esta arma llena de soberbia y de egoísmo, se revirtió en contra de la propia sociedad americana: una sociedad más violenta, más desintegrada, más ególatra y superficial pues el ser humano podía decidir cuándo dar y quitar la vida en el vientre, pero ¿qué más da si ya le quitamos la vida a un ser indefenso en el vientre de su madre, no se la podríamos quitar a cualquiera que “nos estorbe”?
Pero el aborto solamente es un elemento más de esta lista contradictoria de acciones que el ser humano hace en su contra: el convencimiento irracional de atacar y destruir a la familia, de promover una cultura de muerte, de desintegrar el binomio matrimonial, de enrarecer la vida de la juventud con ideas perdidas en sus propias debilidades para que se hagan esclavos de vicios y perdición, el de confundir al ser humano desde que es un niño con ideas basadas en supuestos falsos, el de hacernos pensar que la valía humana está en su grado en que le es útil a los demás con ideas sobre la vejez para promover su eliminación ante el estorbo de una sociedad llena de velocidad que ya no puede contener más a los viejos, el de destruir los valores que han prevalecido en el seno de la sociedad y que gracias a ellos se ha tenido un grado de cohesión social intergeneracional para querernos convencer de que los valores y la sustancia de la esencia humana puedan cambiar con el tiempo con palabras como “derechos humanos progresistas” acordes a los tiempos de cada época, el de incidir en atacar las instituciones religiosas destruyendo el equilibrio emocional de las personas y disminuyendo la libertad religiosa para ubicar la religión en el cuarto oscuro del esoterismo y el misterio, y muchos otros ataques que como humanos estamos recibiendo, solamente merman la capacidad reflexiva de cada uno de nosotros y nuestra propia seguridad personal, para convertirnos en esclavos, en autómatas, en robots teledirigidos que únicamente responden a estímulos autodestructivos que hoy, ya son más notorios en nuestra sociedad mexicana.
La exigencia de la sociedad es que si van a hablar de temas como la sexualidad, se hable claro, con argumentos de verdad y de manera antropocéntrica, es decir en beneficio de la persona y no en su perjuicio. Lo otro no se vale, y menos en un mundo cada vez más confundido.
Apenas ayer se supo que la Asociación de Psicología Americana (APA), determinó que la pedofilia es otra “orientación sexual”, por eso es importante estar informados, porque de no ser así, seguiremos padeciendo de estas tendencias destructivas que nos quieren imponer. Es tiempo de poner las cosas claras: decir bien , decirlo fuerte, decir la verdad.
La conclusión de tal evento se resume en una sentencia: hay que decir sí a las acciones, conductas y argumentos que construyen a las personas, y decir un enfático no, a todo lo que destruye, incluso aunque en la cáscara se vea atractivo.