Hace algunos años, en el Teatro del Pueblo de la Feria Nacional de San Marcos, Luis Eduardo Aute interpretaba una de sus canciones emblemáticas: Pasaba por aquí, en un momento de la canción, el intérprete ‘trastabilló’ en su ejecución, y continuó hasta concluirla. En cuanto los aplausos se lo permitieron, compartió que probablemente sería la última ocasión que cantaría en vivo esa pieza, ya que se había vuelto anacrónica, argumentar ausencia de teléfonos públicos ante la oleada de la telefonía celular, hacía más inverosímil la excusa de la canción. El pasado domingo 10 de noviembre de este 2013, José Emilio Pacheco al leer poemas que escribió hace algunas décadas, se llamaba a sorpresa, por la pérdida de vigencia de algunas de sus obras ante la evolución del mundo.
Creo que si hemos vivido al menos tres décadas, seguro que alguna de nuestras actividades ha sufrido cambios a tal grado que nuestro lenguaje devela algún anacronismo, simplemente el teléfono, que era un instrumento para mantener una conversación a distancia de manera síncrona, y hoy esos aparatos hacen muchísimas cosas, entre ellas permitir una conversación a distancia. Una actividad que está en plena ebullición su transformación, es la educación escolarizada.
La escuela fundamentalmente había sufrido pocos cambios, de pizarrón a tablero para marcadores o uso de presentaciones PowerPoint, a los sitios para educación a distancia, como Moodle o Blackboard, entre otros, pero el acceso a los servicios escolarizados, más si están avalados por una institución educativa de prestigio, se reduce a una élite que logra satisfacer requisitos que no tienen que ver obligatoriamente con la capacidad de aprender o la posibilidad de aprovechar el servicio, sino con lo que se considera que son requisitos académicos.
El empuje de Internet y su capacidad de poner al alcance de cualquier usuario información variopinta en calidad, ha impuesto a las universidades el reto de aprovechar esa posibilidad de llegar a grupos que habitualmente quedarían excluidos, o adelantarse al momento en que ese medio los desplace como un vehículo para adquirir competencias profesionales.
La respuesta ha sido muy interesante, hoy existen los MOOC (Massive On-line Open Courses, Cursos abiertos masivos en línea) que hizo que universidades como Harvard y el MIT se asociaran para ofrecer cursos técnicos a cualquier persona interesada en incorporarse. La iniciativa edX (https://www.edx.org/) reúne a la Universidad de Harvard, el MIT, la Universidad de California en Berkeley y el Sistema de la Universidad de Texas, entre otras. En ese sitio web el estudiante se registra, se incorpora al curso de su preferencia y algunos de ellos ofrecen incluso la posibilidad de obtener un certificado del mismo. La ventaja es que esta variante permite estudiar lo que el estudiante desea aprender y tener asesores de las principales instituciones educativas para lograr su objetivo.
Una opción relevante es iversity (https://iversity.org/), la opción europea, que reúne como principales socios a la Unión Europea y universidades de esa zona geográfica. Los cursos son muy diversos, arquitectura, filosofía y asuntos matemáticos, entre otros.
La ventaja de estos cursos es que son gratuitos y que sí se complementan con las redes sociales, de manera que las dudas y las inquietudes se compartan con personas de nuestra confianza, entonces podremos aprender lo que queramos, mientras tengamos la disciplina, la constancia y la apertura para aprender de profesores y compañeros a los que probablemente nunca veamos en persona.
No aprende el que no quiere.