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viernes, diciembre 5, 2025

Matrimonio entre homosexuales: ¿para qué?

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Mucho se ha discutido el tema en otros lugares, en otros países. En algunos estados de la República y posterior a lo que ha venido dándose en aquella tierra de las “libertades” llamada Distrito Federal, muchas personas de la diversidad han ido creciendo en su estrategia de procurarse ocupar espacios de la palestra social donde puedan ser vistos de manera igualitaria, por un supuesto sentido democrático. Sumado a ello, en estos días se presentó el amparo ante la ley para el primer matrimonio entre personas del mismo sexo en el estado, y mire si insisten en ello, nadie lo podrá evitar. Así es la ley. Pero ante ello, le invito a que hagamos algunas reflexiones.

Las tendencias ideológicas han actuado de manera simultánea o escalonada hacia la destrucción de instituciones básicas sobre las que el ser humano históricamente ha encontrado equilibrio social, individual y humano. La familia, la espiritualidad, la educación, los derechos humanos, la política, son sólo algunos campos o instituciones que poco a poco ciertos grupos de poder han venido atacando sistemáticamente como queriéndolos destruir para razones no claras pero supuestas. En fin.

La última en ser atacada es entonces la institución del matrimonio. Yo no digo que no haya homosexuales que en buena lid quieran unirse para legalizar su relación, creo, quiero creer, que como siempre en todo, hay algunos que lo hacen porque eso es lo que quieren, no lo que les mandan para cumplir con una agenda internacional. Lo que digo es que según el sencillo punto de vista de quien esto escribe, el camino ha encontrado un tope que necesitamos analizar.

En esta caminata por la igualdad que tiene ya muchas décadas a nivel mundial, los avances de la inclusión social han sido muchos: medios accesibles para la educación y el desarrollo social, visualización política de los derechos humanos para hacer una sociedad más justa, derechos sociales asequibles para los más pobres y así. Es evidente que la inclusión desde el sentido político se refiere a la visión democrática del igualitarismo. El igualitarismo es casi como aquel socialismo que buscaba que todos viviéramos iguales, pensáramos igual y todo igual. El detalle implica que la sociedad está compuesta por personas con características distintas unas de otras, por eso no podemos todos ser iguales aunque queramos. Somos iguales ante la ley, porque todos gozamos de derechos y obligaciones pero de qué me serviría a mí pedir los derechos que le corresponden a los niños, si yo ya no soy niño, ni lo seré más. De qué me serviría pedir los derechos que goza la mujer, si no lo soy, porque los derechos humanos tienen que estar adecuados a las realidades de cada persona, no más, ni menos.

Cuenta C.S. Lewis en sus “Cartas del diablo a su sobrino” que había dos dictadores griegos en regiones distantes y un día el primer dictador mandó a un emisario para pedirle consejo al otro sobre cómo ejercer el gobierno, “el segundo dictador condujo al mensajero a un campo de maíz, y allí cortó con su bastón la copa de los tallos que sobresalían un par de centímetros por encima del nivel general”. Lo que el dictador quería dejar claro, era evidente: “no tolerar preeminencia alguna entre los súbditos, no permitir que viva nadie más sabio, mejor, famoso y ni siquiera más hermoso que la masa, cortarlos todos por el mismo nivel, todos esclavos, todos iguales”. Y en ese afán de igualitarismo y de asuntos “democráticos” es que algunas personas de la diversidad empujan por quererse casar. Pero como lo evidencia lo anterior escrito por Lewis, no somos ni seremos iguales, y es momento de aclarar las diferencias. La homosexualidad ha luchado mucho porque le sean reconocidos sus derechos más mínimos, y en ese sentido han logrado avances para su causa. Palabras como tolerancia, no discriminación e inclusión hoy son propias de un lenguaje actual. Pero eso no implica que debamos ser iguales, se trata de incluir a todas las personas, no de que seamos idénticos.

El matrimonio tiene un antecedente histórico de salvaguarda. Las mujeres y los hombres se casan porque salvaguardan valores y costumbres que permiten acumular la historia y la cultura. Pero además se casan para tener hijos que en esa misma relación encuentran sus derechos mínimos. En el seno familiar compuesto por un matrimonio entre un hombre y una mujer, se dan pasos hacia la socialización que únicamente pueden darlos la figura paterna y materna. Son funciones indicadas demostradas por la ciencia y por los resultados a lo largo del tiempo.

Si la intención de dos personas del mismo sexo es estar juntas para siempre, y ello revela que tiene que haber una condición jurídica de por medio, pues sería conveniente que se buscara alguna situación particular que cumpla con ese cometido, pero el matrimonio es otra cosa, tiene otros usos y otros objetivos más que lograr que dos personas legalicen su intención de estar juntas. Si insisten en casarse, lo único que logran es hacerle pensar a la mayoría que sus intenciones de estar juntos son sólo un pretexto para lograr otros fines oscuros no revelados y no que en realidad se quieren.

No le podemos negar a dos personas del mismo sexo que estén juntas, ni por ley ni por derechos humanos -eso ya lo dice la constitución mexicana- pero no las podemos situar en el mismo lugar en el que se encuentran las relaciones humanas entre un hombre y una mujer bajo la institución matrimonial porque ambas relaciones se diferencian por muchas razones más de las que ya expliqué y porque cada una cumple con objetivos distintos.

Mire, que ya exista una relación jurídica en el DF y en otros países para que personas del mismo sexo se puedan casar, no quiere decir que se les esté dando lo que en realidad necesitan, es como insistir en formar una sociedad anónima -en términos de comercio o de asociaciones mercantiles- cuando en realidad lo que se necesita es una sociedad civil. A veces las leyes son injustas cuando están hechas pensando en un igualitarismo radical, y si queremos ser incluyentes y no discriminar, debemos darle a las personas lo que necesitan, no querer que todas se parezcan en sus modos de vida y de convivencia.

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