Entre las tantas mentiras que se nos han venido diciendo con referencia al atraco nacional llamado Reforma Energética, está la supuesta disminución al precio de las gasolinas.
Desde el próximo año y el 2016, seremos testigos de nuevas firmas comerciales que estarán suministrando el combustible, participando en una competencia indudablemente desleal a los franquiciarios de PEMEX.
Es probable que firmas norteamericanas como Shell, Chevron, Texaco, Exxo, Citex o también la brasileña Petrobras, cuenten con estaciones de servicio en el mercado nacional.
Que no nos asuste ver cómo podrán irse vendiendo a extranjeros algunas de estas estaciones de gasolina que hoy operan bajo en nombre de PEMEX, por una supuesta falta de rentabilidad.
La participación de compañías extranjeras en el abasto de gasolina en México no es para vender más barato; menos aún, considerando que el precio del petróleo tiene una regulación internacional.
La experiencia que han tenido aquellas marcas de gasolina en sus territorios es de una inestabilidad en los precios. Tan es así, que los consumidores que residen en la frontera con Estado Unidos, optan por llenar el tanque de sus autos en México.
Según la Procuraduría Federal del Consumidor, actualmente un auto Tsuru normal se llena con 700 pesos; un estándar BMW con 818 pesos o un Jetta convencional con 707 pesos, siempre y cuando los despachadores no den litros de menos.
Hoy nos damos cuenta de que, desde hace algunos años, el gobierno ya preparaba una estrategia para enajenar la venta de la gasolina. De pronto, este tipo de centros de abastecimiento de combustible inundaron las calles y carreteras.
Luego llegaron los reprobables “gasolinazos” que sólo han venido provocando un impacto inflacionario que aleja cada vez más, el acceso a la canasta básica a las familias mexicanas.
Se nos ha querido vender la idea de que se trata de volver competitivos los precios de las gasolinas; de que estén al nivel de Estados Unidos e incluso, que la medida también desalentaría el uso del vehículo.
El volver el precio de la gasolina como uno de los rehenes de la recaudación del sector oficial, sólo refleja la insensibilidad en las políticas económicas del gobierno mexicano, al no entender que el transporte, en todas sus modalidades, es indispensable para que funcione oportunamente el aparato productivo.
Y contrario a cualquier suposición sobre el desaliento al uso del automóvil, encontramos que actualmente el consumo per cápita de gasolina en el país es de casi 400 litros. No refiero del impacto ambiental que ello provoca por la emisión de emisiones de bióxido de carbono, porque sería entrar a un asunto que merece ser abordado aparte y con amplitud.
Adicionalmente, se observa un crecimiento en el consumo promedio anual de gasolina a razón del 1.5 y el 2.8 por ciento.
En septiembre, la gasolina Magna, la que usa el 90 por ciento de los automovilistas, rebasará la barrera de los 13 pesos. En este momento, la Premium se comercializa en 13.67 y el Diesel en 13.50 pesos.
Está claro que la antipatriótica Reforma lejos de ser la panacea para el necesario desarrollo de México, sólo contribuirá que los acaudalados empresarios extranjeros se apoderen sin límites del patrimonio que era de la nación.
Se apostó a la globalización de las gasolineras en México en vez de la competitividad y de sanear la corrupción que priva a PEMEX. Seguiremos contando con gasolina cara y por tanto, la sociedad estará pagando no sólo mayores precios, sino por decisiones irresponsables y entreguistas de lo que ha sido nuestro patrimonio.




