En estos días se ha levantado un tema bastante interesantes en las redes sociales y en los medios de comunicación, principalmente los impresos. El caso de Vanesa, una transgénero que es detenida por presunta venta de drogas y que actualmente se encuentra en el CERESO varonil, sin embargo, en su condición de transgénero autoridades como la CEDH, la Comisión Legislativa de los Derechos Humanos, el CONAPRED y algunas organizaciones de base y civiles han coincidido en la necesidad de trasladar a Vanesa al CERESO femenil.
Desde hace tiempo, en cada legislatura el congreso y algunas otras instancias como la CEDH ha dado largas, vueltas y vueltas al pleno reconocimiento los derechos de la diversidad sexual.
Finalmente ha llegado un momento clave, aunque bastante forzado para quienes no querían abordar el tema de los derechos de la diversidad sexual. Lo que se mira desde acá, desde las organizaciones civiles y concretamente desde el lesbofeminismo, es la venda tan apretada que tienen en los ojos, en la boca y en la capacidad de pensar no sólo como un acto reflejo, sino como una acción disidente a lo hegemónico, al “deber ser”, las autoridades, incluso a la posibilidad de disentir de la historia y la lógica contada, aprendida a pie juntillas.
Hay una tremenda confusión entre una persona que es travesti, transgénero, transexual e intersexual. Pero igual hay una sombra dicotómica ordinaria y aburrida sobre lo que es un hombre y una mujer. De esa forma lo dejan en sus expresiones cientos de comentarios de personas que participan en estas redes sociales donde la noticia se dio a conocer y las autoridades no están exentas de tan bárbaros aprendizajes. Por ejemplo, cuando uno de ellos declara que la razón por la que Vanesa debe ingresar al penal femenino es porque tiene el cabello largo y su aspecto es femenino, y eso la convierte en mujer. ¿Entonces todas las mujeres debemos usar el cabello largo y ser femeninas? Pues muchas, la gran mayoría de lesbianas no cumplimos con las exigencias de la feminidad y por supuesto que si revisamos el caso de los varones, pues la gran mayoría de los hombres gay no cumplen con las exigencias sobre la masculinidad, ¿entonces no son hombres?
Otras personas debaten si tiene o no pene y que de ello dependa si es o no trasladada. Si el pene es una amenaza en el reclusorio femenil, por lo cual pueda ser agredida. O si Vanesa puede agredirlas porque “no deja de ser un hombre”.
Los argumentos expuestos además de ser transfóbicos son de peligrosa ignorancia. De pronto cualquier persona puede hablar de género porque la cosa parece muy sencilla, sólo hay hombres y mujeres, y listo. Ya todos sabemos sobre el género, incluso la misma gente de la diversidad sexual ha participado de este festín. Además de errado su entendimiento es profundamente heteronormativo. Su idea es generada desde la dicotomía heterosexual y principalmente esa es la razón por la que no pueden entender el género, porque no logran arrancar esa venda de los ojos y de sus propios sentidos y experiencias, de sus propios deseos.
Los alegatos han pasado por las probables causas psicológicas, naturales, biológicas, sociales, médicas, religiosas, familiares por las cuales Vanesa decidió ser ella. Y la pregunta que enmarca esta encrucijada es si ¿las personas de la población lésbica, gay, trans, intersexual, debemos tener lugares especiales o si deben de aislarnos para que “no nos agredan”? Una idea tramposa sobre el derecho a la diferencia porque lo que verdaderamente se encubre y fortalece con el acto de separación y aislamiento de una persona por causas inherentes a ésta, es la confirmación de un sistema hegemónico que se impone y se preserva pese a que en sí, todas las personas somos diferentes unas de otras.
Lo que están haciendo quienes abogan por la separación o el aislamiento es pensar bajo el mismo sistema que nos oprime, que nos invisibiliza y nos marca como minoría para seguir abusando y ejerciendo violencia en nuestra contra porque lo que hacen estas acciones de segregación es nutrir un sistema machista, lesbo-homo-trans-fóbico, clasista, sexista y racista argumentando la supuesta naturalidad de la violencia, la supuesta cultura improbable de cambiar.
Yo pienso que sí se puede cambiar la tramposa idea de “lo natural” y “lo cultural” y que es necesario dar esos pasos, hay muchos ejemplos que lo han logrado, si las personas racializadas no creyeran que es posible cambiar el orden establecido no sólo desde el género, sino también desde el origen étnico y racial, entonces ni los pueblos originarios y el EZLN, ni las Black Panther caminarían hoy en día por las mismas calles o usarían el mismo autobús o las mismas casetas telefónicas, los mismos sanitarios que toda la población, las cosas han cambiado aún cuando hay quien apela al orden social natural que las y los pretende seguir excluyendo estos movimientos nos han llevado a pensar y mirar el mundo desde otra lógica.
Pues eso es lo que necesitamos en la diversidad sexual, apostar y cambiar la lógica, la idea de natural/cultural y eso incluye enteramente el sistema de justicia. Que las autoridades y la sociedad deje de pensar que hay que aislarnos para protegernos, no necesitamos cárceles especiales, necesitamos mostrar al mundo que hay otra forma más allá de lo heteronormativo y antes de eso es urgente que la misma diversidad sexual deje de defender la heterosexualidad como régimen, sistema y mundo.
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