Me permito iniciar esta participación con un reconocimiento a La Jornada Aguascalientes, por mantener un periodismo vigente, sensible al acontecer diario de Aguascalientes y abierto a las diferentes expresiones de la ciudadanía.
Sin duda, una opción que en sus seis años de vida, ha venido aportando a la construcción de opinión y con ello, a no dar marcha atrás en las conquistas de la democracia.
Precisamente, en la democracia mexicana todos tenemos que ver. No es asunto exclusivo de los partidos políticos, de los órganos electorales o de quienes ejercen el poder. Su consolidación depende en gran parte de la participación decidida de cada ciudadano.
Una reflexión seria de nuestro sistema de partidos, levanta nuestro cuestionamiento por el temor que genera entre aquellos que nos han gobernado y pretenden enquistarse en el poder, la lucha que encabezan las instituciones políticas que se conducen con la esencia del progresismo y de la igualdad social.
Tales partidos e instituciones políticas han padecido el descrédito oficial y en ser exhibidos ante la opinión pública, con una imagen perturbadora y contraria a la realidad de la llamada izquierda mexicana.
Con el inicio del actual proceso electoral, los partidos que tienen como dogma la defensa y abanderamiento de los derechos colectivos de los ciudadanos son los que más han merecido la embestida gubernamental, por su evidente crecimiento derivado del rechazo a los partidos tradicionales.
A pesar de la difamación proveniente del sector oficial, no me queda la menor duda que el próximo proceso electoral vendrá a relanzar las fuerzas que constituyen el polo progresista de México.
Las instituciones políticas legitimadas en el respaldo ciudadano y que muestran fortaleza interna, estarán concretando sin duda, la visión social-demócrata de la política mexicana.
Movimiento Ciudadano y los partidos Morena, del Trabajo y de la Revolución Democrática, tienen a cuesta la complicada tarea de sostener una corriente política fundamental para los tiempos por los que transita actualmente el país, en los que los partidos de siempre, se ven hundidos en la desconfianza de gran parte de la sociedad.
Sin pretender juzgar la vida institucional de algún partido, convoca nuestro interés la decisión asumida por Cuauhtémoc Cárdenas de separarse del PRD, aun siendo su fundador y líder moral.
No debemos desconocer el mérito de Cárdenas como representante indiscutible de un liderazgo progresista necesario para los mexicanos.
Tampoco merece demeritarse la aportación de Andrés Manuel López Obrador en la persecución de un modelo democrático para la nación con un alto espíritu social.
La alianza del llamado Pacto por México tuvo un elevado costo para el PRD. El haber sido cómplice del interés presidencial con avalar las reformas estructurales le generaron una convulsión con un futuro aún incierto.
La democracia mexicana necesita partidos fuertes, leales a los ciudadanos y comprometidos con el impulso a un proyecto de nación incluyente, justo y honesto.
Debemos propiciar una sana competencia de la cual el ganador sea el pueblo y donde los únicos perdedores sean los protagonistas de la corrupción.
Para ello, no se requieren fórmulas mágicas sino leyes claras y equitativas. A partir de ahí, esperemos contiendas convincentes y participativas.
La sociedad reclama más eficiencia desde los partidos políticos y más aún, cuando sus postulados llegan a encabezar gobiernos.




