Fisura transatlántica / Taktika - LJA Aguascalientes
02/12/2024

Múnich, Alemania. 7 de febrero de 2015. Vestida con un coordinado color púrpura, la canciller Angela Merkel posa sus gélidos ojos azules sobre la audiencia de la Conferencia de Seguridad y dice, respecto a la iniciativa estadounidense de proporcionar asistencia letal a Ucrania: “No me puedo imaginar una situación en la cual el equipo mejorado para el ejército ucraniano convenza al presidente Putin de que perderá militarmente” y remacha: “Lo tengo que decir claramente”.

La mujer que en su adolescencia ganó premios por su dominio del idioma ruso y que intuye que la fuerza militar no es una opción contra Rusia, finaliza: “Crecí en la Alemania Oriental, he visto el Muro. Los americanos no intervinieron, pero al final ganamos”.

La escena arriba descrita sirve como introducción al presente artículo, el cual pretende explicar las grietas entre los aliados occidentales con respecto al plan norteamericano de enviar ayuda mortífera a Ucrania en su lucha contra los novo-rusos.

De manera un tanto sorpresiva, la dupla franco-germana conformada por Merkel y el presidente François Hollande iniciaron una ofensiva diplomática con el fin de detener la guerra en el este de Ucrania y evitar su expansión a otras regiones del Viejo Mundo. Primero, viajaron el jueves próximo pasado a la capital ucraniana, Kiev, a fin de parlamentar con el presidente Petro Poroshenko. Al día siguiente, se desplazaron a Moscú, donde dialogaron por espacio de cinco horas con el mandatario ruso, Vladimir Putin.

¿Qué discutieron Hollande, Merkel y Putin? Nadie sabe, pues no permitieron la presencia de ayudantes o traductores –Putin habla perfecto alemán y Merkel entiende la lengua de Pushkin y Tolstoi. Al final, un escueto comunicado de prensa informó que las conversaciones habían sido “constructivas, informativas y substantivas”.

A continuación vino el discurso sabatino de Merkel en Múnich oponiéndose a enviar refuerzo deletéreo a Ucrania. Más todavía, al otro lado del río Rin, el expresidente francés, Nicolás Sarkozy, dijo que Europa era parte de “una civilización común con Rusia”. Además, comentó que castigar a Rusia con sanciones era como intimidar a un oso con un alfiler. Por último, el líder galo aseveró: “Occidente se trata de imaginar a Rusia como una amenaza para el mundo entero, pero olvida que Rusia es un gran país”.

El domingo 8 de febrero continuó la ola antiestadounidense en Francia: el ex primer ministro François Fillon afirmó que los Estados Unidos intentaban “desatar una guerra Europea, la cual terminaría en catástrofe”. Fillon mencionó también que los norteamericanos tienden a “solucionar todos los problemas por la fuerza”.

Quien clavó sus uñas en la Unión Americana fue la líder del ultraderechista Frente Nacional, Marine Le Pen. En su cuenta de twitter, la política escribió “Concernant l’#Ukraine, nous nous comportons comme les valets des Américains.” (Respecto a Ucrania, nos comportamos como los sirvientes de los americanos) y finalizó: “los Estados Unidos intentan empezar una guerra en Europa).

El comportamiento francés en la crisis en Ucrania surge de “su propio concepto geoestratégico de Europa, el cual difiere en algo del estadounidense y se inclina a utilizar maniobras tácticas para confrontar a Rusia contra los Estados Unidos” (Brzezinski, The Grand Chessboard, Basic Books, 1997, pp. 42).


¿Por qué algunos países europeos temen armar a Ucrania? Primero, existe la eventualidad de la guerra total entre Moscú y Kiev. Segundo, el ex secretario general de la Alianza Atlántica, el danés Anders Fogh Rasmussen, declaró al diario británico, Daily Telegraph, que Putin “es un especialista en guerra híbrida” y pudiera fomentar disturbios en las minorías rusas de países bálticos como Estonia o Letonia, lo cual extendería la inestabilidad en la zona. Tercero, el conflicto en Ucrania pudiera degenerar en una confrontación directa entre los Estados Unidos y la Federación Rusa.

Por su parte, los estadounidenses que acudieron a Múnich -encabezados por el vicepresidente Joe Biden-, se mostraron furiosos tras bambalinas. En una reunión a la que asistieron el jefe militar Philip Breedlove, la diplomática Victoria Nuland y el senador John McCain, los adjetivos de “derrotista” y “Chamberlain” -en alusión al primer ministro británico que claudicó ante Adolf Hitler- fueron espetados sobre la canciller teutona. Además, la iniciativa de paz franco-germana fue descrita como “p%&”#%  moscovitas”.

Para los norteamericanos, los dichos de Merkel y de una parte de la clase política francesa son anatema, pues parecen confirmar su peor pesadilla: un eje Berlín-Moscú-París, eventualidad  vaticinada por el académico Zbigniew Brzezinski. Asimismo, el general británico, sir Richard Shirreff, criticó la ausencia del primer ministro, David Cameron, en las conversaciones con Moscú.

¿Y el hombre que desea revivir las glorias de la Unión Soviética? Vladimir Putin actúa, como Henry Kissinger describió a Josef Stalin: “paciente, astuto e implacable”. Ayer lunes 9 de febrero visitó Egipto, país que se unirá a la Unión Euroasiática y con el cual suscribió importantes acuerdos militares. Asimismo, existe el rumor de que Chipre ofreció alojar una base militar rusa. De ser cierto, Putin abriría un flanco en el Mediterráneo oriental y profundizaría la división entre los europeos (Hay que recordar que Grecia y Hungría tienen fuertes simpatías por Moscú).

Las pláticas en la capital de Bielorrusia, Minsk, son, probablemente, los últimos esfuerzos antes de que el Armagedón proyecte su sombra infecta sobre el Viejo Continente.

Aide-Mémoire.- ¿A quién beneficia el distanciamiento entre México y China?

* Soren de Velasco Galván

Colegio Aguascalentense de Estudios Estratégicos Internacionales, A.C.

 


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