La mexicanización de Argentina y el gobierno que nos merecemos son las frases de la semana. Dos actores nos dieron lecciones de vida, académicas y sobre todo políticas. Si dan click en la sección Política for Dummies podrán ver cómo en las primeras entregas hablaba de la política como algo bueno y como esa cosa rara que existe para solucionar los conflictos. También afirmo que la política existe en todos lados. El papa e Iñárritu nos dan lección de lo anterior.
Las palabras de Francisco previenen a Argentina sobre una mexicanización en cuanto al tema del narcotráfico, la violencia, los muertos, las torturas y todo tipo de circunstancias que, siendo sinceros, se dan en México. En lo personal, no me asusta ni me ofende lo que diga el papa, lo cierto es que posee la razón. El verbo mexicanizar es un verbo bien empleado cuando se refiere a violencia, narcotráfico, matanzas, decapitados, drogas, impunidad, secuestros, desaparición, corrupción e impotencia. Si no quiere que llegue eso a su país, o a cualquier otro, no le veo ningún problema referirse a que debemos evitar la mexicanización,
Por otra, las palabras y el mensaje no fueron hechos por casualidad, ilusos los que pensamos de esa manera, olvidémonos de la relación un poco amistosa que tienen el papa y la presidenta de Argentina, olvidemos eso y enfoquémonos solamente en el discurso. Es un discurso que comunica el protagonismo que quiere tomar el papa y el liderazgo que toma de sus connacionales, al menos los católicos. Es claro y razonable: ¿A quién le creemos más? ¿A un político o un sacerdote?
Claro, al sacerdote. Si en México hubiera venido Juan Pablo II a darnos cátedra de cómo gobernar y Salinas de Gortari hubiera puesto resistencia, es claro que los mexicanos hubiéramos estado con Juan Pablo II. No se trata de religión, se trata de comunicación. Un sacerdotal, más el papa, comunican confianza. Que a propósito, recomiendo que lean el Informe País del INE. En confianza, los mexicanos no confiamos ni en los vecinos, así es imposible avanzar hacia un mejor lugar.
Además, Francisco, como jefe de Estado que es, tiene el derecho de pronunciarse en cuestiones políticas regulándose bajo las premisas de la libertad de expresión. Me parece absurda, radical y poco sensible la carta diplomática que envía el gobierno mexicano a El Vaticano. Ni siquiera me enfoco en el contenido, el simple hecho de que la carta exista es un símbolo de intolerancia y de sordera. Este gobierno no escucha críticas, que viniendo del papa deben ser tomadas con cuidado, no por su figura religiosa, sino por lo que representa y a los millones que representa, poder político al fin.
Por otro lado, Iñárritu y los Oscar, no se pudo aprovechar otro momento más mediático que ese para lanzar la agenda política de la cultura, de Hollywood, de Estados Unidos o de Asociaciones Civiles. Toda la ceremonia de los premios se basó en posicionar mensajes políticos, agendas, peticiones y reclamos.
En primer lugar, la apertura del mercado asiático. Por primera vez en la historia dos películas de origen asiático fueron nominadas para ganar Oscar en la categoría de mejor película animada. El Oscar lo ganó Disney con una película que se desarrolla en Asia, el mensaje es claro, el mundo no es cuadrado ni a barras y estrellas, es un mundo global más asiático que americano.
El segundo mensaje fue el racismo, la película de Selma, poco premiada, pero que pone en agenda de nueva cuenta el tema de los negros. En su discurso, el ganador del Oscar por mejor canción recuerda los asesinatos que en recientes días y meses han ocurrido en Alabama, es un mensaje claro, el racismo sigue, nuestra agenda está vigente y queremos justicia. Mensaje político.
Cuando dio su discurso la ganadora de actriz de reparto hizo un llamado a la equidad de género: “Es momento que ganemos igual que los hombres”. Parecen ser agendas caducadas que, sin embargo, siguen vigentes y más activas que nunca.
La homosexualidad, por segundo año consecutivo recibió un espaldarazo político por parte de la Academia. El conductor de nuevo es gay, no es casualidad, es cuestión, como decía el Guasón, de mandar un mensaje.
Por último, y el que caló hasta las redes sociales del PRI. Iñárritu no pudo estar en mejor lugar y en mejor momento, no pudo ser mejor vocero que todas las voces de indignación en nuestro país para lanzar un mensaje al mundo de que en México las cosas no están bien, los gobiernos no responden, son corruptos, no rinden cuentas y asesinan. Iñárritu y su gobierno que nos merecemos fue la exigencia más eficaz para el gobierno de Peña. El PRI responde: “Nosotros también lo queremos”.
Iñárritu no fue merecedor de una felicitación por parte del presidente Peña y ni la necesita, es su mensaje político el que impacta, el mensaje de indignación y de inconformidad. La política se hace en todos lados, en los Oscar o en el Vaticano, los mensajes debemos de verlos con otros ojos, no sólo con los de los medios de comunicación, con los ojos del significado de las palabras.