Todos sabemos que existen dos instintos esenciales a los seres vivos, el instinto de conservación de la vida y el instinto de conservación de la especie. El primero es el que nos ayuda a evitar el daño, a huir del peligro y hacer todo lo necesario para mantener la salud. El segundo es el que nos mueve a tener descendencia, a procurar los hijos que continúen la familia. Sabemos que son instintos muy poderosos que nos lleva a hacer grandes proezas. La historia y la literatura están llenas de leyendas de hombres y pueblos que hicieron lo imposible con tal de sobrevivir. Los relatos de los cautivos en los campos de concentración, los náufragos, los extraviados en selvas, cavernas y desiertos y muchos otros ejemplos nos convencen de que preservar la vida tiene un dinamismo máximo. Entonces nos viene a la mente una pregunta: Si estos instintos son tan fuertes ¿Por qué se suicidan las personas? La muerte voluntariamente autoprovocada es una afrenta a la humanidad, es un rechazo a la convivencia familiar y social, es un fracaso del optimismo. Los parientes, amigos y compañeros se sienten afectados y dañados en su autoestima con el suicidio de la persona cercana. Lo perciben como una falla en su capacidad para convencer al otro de que es importante. Desde el inicio de la prensa escrita, los suicidios, como hechos sociales y agresivos que son, han aparecido en las páginas policiales o las notas rojas. Resulta que el suicidio, si bien es cierto que es un homicidio, no es un delito. Cuando una persona intenta privarse de la vida y no lo consigue, el hecho es en sí, un intento de homicidio, sin embargo, a nadie se le ocurre que el presuicida sea llevado a juicio por esa conducta. Por lo tanto no se justifica que estas acciones aparezcan en los diarios, sin embargo, se ha hecho desde siempre y se sigue haciendo a pesar de las repetidas peticiones que han hecho los organismos preventivos para que se deje de publicitar. ¿Por qué se siguen dando a conocer como noticias? Porque es un acto insólito, incomprensible y desestabilizante para quienes no lo han sentido. Nuestra ciudad y estado han gozado de la inmerecida fama de ser la entidad con mayor número de suicidios en el país, eso nunca ha sido cierto. Lo que sí es realidad, es que tenemos una sociedad que desde hace muchos años ha emprendido acciones tendientes a su evitación. Varias estaciones de radio y televisión han emprendido campañas dirigidas a mantener el amor a la vida y a buscar la solución a los conflictos. Hace quince años nació el Centro de Salud Mental “Agua Clara” como una institución dedicada primordialmente a la prevención del suicidio y atención a los presuicidas. Y no nos hemos detenido. Recientemente, hace sólo un mes nació un nuevo esfuerzo, un grupo de psicoterapeutas experimentados con el apoyo de una cadena radial y unos empresarios sensibles, crearon el programa “Ni un suicidio más” que hasta el momento ha dado excelentes resultados. La base del éxito está en el “Instinto de Salvación”. Resulta que toda persona atribulada por la depresión, la angustia, el alcoholismo o las adicciones, siente en su intimidad un intenso deseo de ser salvada y siempre, invariablemente siempre busca ser rescatado. Cuando no es escuchada o atendida, entonces se priva de la existencia. La experiencia nos ha demostrado que cuando alguien intentó quitarse la vida y es oportunamente rescatado, su mente cambia, se siente como sujeto de un milagro, con mayor apego a la vida, a la familia y a su Dios. Acepta el rescate como un mensaje del destino para seguir adelante, como una nueva y grandiosa segunda oportunidad, con una nueva visión del mundo, tal como percibe la luz brillante del día, el que acaba de salir de un pozo. La energía seguirá siendo poderosa y vital si la encauzamos hacia esa fuerza interior, el instinto de salvación que todos tenemos.