A pesar de que el IFT ha dado luz verde a Grupo Imagen y a Grupo Radio Centro para proceder con sus licitaciones, y a pesar de que la retirada de Estudios Tepeyac ya había reducido los postores a aquellos dos, queda un par preguntas importantes sobre la pendiente apertura de la televisión mexicana a una mayor competencia.
Primero, ¿habrá un ganador o dos? Segundo, ¿habrá participación (tarde o temprano) de Carlos Slim?
Se puede pensar que la conclusión más obvia y más demócrata al proceso sería que Grupo Imagen, de Olegario Vázquez padre (Raña) e hijo (Aldir), y Grupo Radio Centro, de Francisco Aguirre Gómez, obtengan -uno cada uno- los dos nuevos canales contemplados desde diciembre de 2012, como parte del Pacto por México. Ambas empresas cuentan con la fuerza financiera (sobre todo Grupo Imagen) y la experiencia mediática (sobre todo Radio Centro) para ofrecer algo novedoso y competitivo en el ámbito televisivo.
Pero la historia nos muestra que la nueva competencia se arranca discapacitada cuando esté dividida. En 1967, después de doce años de monopolio televisivo en manos de Telesistema Mexicano, empresa antecesora de Televisa, el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz otorgó dos nuevas concesiones para estaciones en el DF. Pero en vez de forzar a Telesistema -operador de tres canales nacionales- a competir con un nuevo rival fortalecido por ambas concesiones, Díaz Ordaz dio una concesión al Grupo Monterrey y la otra a Pancho Aguirre.
El resultado fue algo predecible. El Canal 13 de Aguirre (padre de Francisco Aguirre Gómez) acumuló grandes deudas y quedó nacionalizado en 1972 por Luis Echeverría. El Canal 8 de los Garza Sada luchó con gran creatividad, lanzando las trayectorias televisivas de Roberto Gómez Bolaño Chespirito, Raúl Velasco, Luis Manuel Pelayo, Guillermo Ochoa, Lolita Ayala y La India María, y coproduciendo algunas telenovelas populares con los Delgado Parker de Perú.
Pero aún así, difícilmente compitió con el poderío de Telesistema y las prácticas monopólicas -entre ellas la amenaza de un veto a cualquier anunciante que tratara con Canal 8- de sus dueños, la familia Azcárraga. Después de tres o cuatro años de operación, todavía perdía unos siete millones de dólares por año (40 millones en términos actuales). De nuevo en 1972, buscó una fusión con Telesistema, la cual produjo Televisa.
Este episodio, por cierto, muestra un truco viejo y duradero del PRI: prometer más competencia y luego actuar de tal manera que los monopolistas se queden felices. Lo vimos de nuevo el año pasado, cuando el reglamento de la nueva Ley de Telecomunicaciones, un supuesto parteaguas en la evolución de la competitividad mexicana, le dio permiso a Televisa seguir acaparando los sistemas de TV por cable del país. Ahora posee más del 60 por ciento de este mercado.
¿Sería justo que los dos nuevos canales se enfrenten individualmente a Televisa, ahora con cuatro cadenas, y a TV Azteca, con dos? No, la resolución más saludable al concurso actual sería que ambos canales se adjudiquen a un solo ganador.
Claro, con la inminente llegada de canales digitales y por lo tanto la “multiprogramación” -ya que pueden transmitirse hasta seis canales de TV digital en el espectro donde ahora se difunde sólo un canal análogo- el panorama es algo distinto a él de 1972. No obstante, en términos relativos, un nuevo competidor que tenga solamente un cuarto de los canales potenciales de Televisa, y la mitad de los de Azteca, empezaría con una gran desventaja.
En cuanto al América Móvil de Slim, dueño del sitio de Internet UnoTV y operador de TV por cable en Brasil y Colombia, hasta la fecha queda prohibido de entrar en la TV mexicana, o la de cable o la de difusión abierta. Pero una vez vendidos los activos de Telmex y Telcel que según el IFT implican una “preponderancia” de Slim en la telefonía, es decir una vez que su participación en este mercado se reduzca a menos de 50 por ciento, lo seguro es que América Móvil busque no sólo ofrecer canales de cable a los clientes de Telmex, sino también entrar en la TV abierta.
En octubre, Slim negó su interés en la TV abierta, pero se puede tomar este negativo como una postura política mientras la adjudicación de los nuevos canales siga en pie. Primero, tiene los derechos televisivos a los Juegos Olímpicos de 2016 y continúa acumulando otros contenidos, en el Fórmula Uno y en la música. Segundo, mientras su decisión de retirar los anuncios de Telmex y Telcel de los canales de Televisa y Azteca en 2011 tuvo sentido en la ausencia de un rival fuerte, las recientes inversiones de AT&T presentan una amenaza inédita a su imperio, la cual sugiere la necesidad de que sus empresas se publiciten de nuevo en la tele.
Tercero, existe la cuestión de amistades. No importa que, o Grupo Imagen o Radio Centro o ambos tengan los nuevos canales, porque Slim se lleva bien con ambos. (Su amistad con Olegario Vázquez Raña es más abierta; han ido juntos de vacaciones a España más de una vez.) La combinación de los bolsillos profundos, los derechos televisivos y el gasto publicitario de América Móvil lo haría un socio enormemente atractivo, o para los Vázquez o para Aguirre.
Si la casi inevitable participación de Slim en la TV abierta sería al beneficio del televidente mexicano, es tema para otra columna. Mientras tanto, se puede decir que la ya legendaria rivalidad entre Telmex y Televisa -entre Slim y Azcárraga- tendrá otro capítulo muy interesante en un tiempo no lejano.