La enfermedad del poder / Vicente Pérez Almanza en LJA - LJA Aguascalientes
21/01/2025

Tras un vibrante fin de semana, en el cual tuve la fortuna de cumplir un año más de vida, me permito hacer uso de este espacio para agradecerles a todos y cada uno de ustedes por ser parte de esta gran aventura de vida. ¡Mil gracias!

Una vez dicho lo anterior, comenzaré.

Desde hace un par de semanas tenía en mente enlistar las características que deberían reunir todas aquellas personas que salen a las calles en búsqueda del voto. No lo pensaba en el sentido del “experto le habla a los noveles”, ya que ¿quién soy yo para aseverar lo dicho? Más bien lo haría haciendo uso de la opinión colectiva; y es que con tantos años, tantas campañas, elecciones y candidatos; las personas mismas ya son capaces de indicar lo que les parece o no atractivo entre los suspirantes.

Luego de hacer un listado de los puntos importantes para ser un “candidato de 10”, irremediablemente, tras un juego de futurismo llegaba a un mismo punto negativo. Sean cual sean las características y bondades que los llevan al puesto, parece que el resultado final será el mismo, padecer: La enfermedad del poder.

El poder desde tiempos ancestrales ha sido atractivo, misterioso, enigmático, envolvente y enfermizo. Buscado por muchos, pero al parecer manejado de buena manera por muy pocos.

Cuando candidatos, las personas se dicen bienhechoras, se muestran sonrientes, reparten buenos deseos y les sobra energía, empero la persona obtiene lo que buscaba, su mirada cambia, sus decisiones se vuelven impopulares, su conducta soberbia sobresale y sus amigos se convierten en meros subordinados de sus ocurrencias.

Pero ¿qué es el Poder?, ¿quién lo adquiere?, ¿cómo se usa? ¿qué hacer con él?

El término “poder” definido según la Real Academia de la Lengua, proviene del latín potére, cuyo significado es tener la facultad o potencia de hacer algo. En su origen (latín vulgar posere, potis) también se encuentran acepciones como: amo, el que posee, el que tiene. El término poder es empleado como sinónimo de fuerza, capacidad o dominio.

El teórico alemán, Max Weber, lo define como: la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda la resistencia… Por tanto, el poder lo ejerce quien de alguna forma lo adquiere y regularmente lo hace de manera desmedida.


Decía mi madre: “Con poder, todo se puede”. Y a lo que ella se refería es a que, haciendo uso de la venia obtenida, era factible hacer algo positivo o negativo, simplemente porque se puede, así de sencillo.

En política, el poder, digamos que es lo que hacen las personas que ocupan un cargo público. El poder puede ser legítimo cuando, además de ser electo de manera legal, es también producto de la voluntad popular.

Hay un proverbio que dice: “Si quieres conocer a alguien: dale poder y verás quién verdaderamente es”.

¿Cuántas veces hemos puesto nuestra fe y confianza en una persona? La elegimos por creer que representaba valores adecuados. Observamos en esa persona cualidades éticas, morales, profesionales que merecían nuestro apoyo para que progresara y alcanzara sus sueños, buscando que los compartiera con los nuestros.

Y llegó el momento en que dicha persona alcanzó el poder, y en vez de agradecer, sacó del medio a todos quienes le ayudaron. Prefirió rodearse de gente que no le recordaran sus orígenes. Se olvidó de los amigos. Se olvidó de ser agradecido.

Creo que todos conocemos, no sólo uno, sino varios casos como ese. Y ¿saben qué? Aunque duela, esos seguirá pasando, el poder es, a decir de algunos estudios: enfermizo.

Científicamente no hay evidencia de que exista un cambio fisiológico en las personas a consecuencia del poder; sin embargo, se ha identificado el llamado síndrome de Hubris, en el cual las personas que lo padecen, se sienten capaces de realizar grandes tareas, creen saberlo todo y actúan yendo un poco más allá de la moral ordinaria.

La palabra Hubris proviene del griego hybris y refiere a la descripción de un acto en el cual un personaje poderoso se comporta con soberbia y arrogancia. Desprecia a las personas y actúa en contra del sentido común. Para los griegos este comportamiento era deshonroso y digno de ser censurado. Todo lo anterior explicado la obra del doctor, David Owen (Libro: En el poder y en la enfermedad).

El síndrome de Hubris suele mezclarse con el narcisismo, y para que la persona pueda “curarse”, sostiene el autor, simplemente basta con que pierda su poder.

Debemos, creo yo, dejar de pensar en soluciones mágicas, nuestras mentes deben estar despiertas y los sentidos bien aguzados; en tiempos electorales como estos, los políticos iluminados no existen.

Todos somos parte de la solución en esta aventura ciudadana. Una nueva fuerza ha comenzado a tomar las riendas de México. Es una forma de poder que ha puesto en evidencia la incapacidad del Estado para enfrentar los grandes problemas nacionales. Dicho ímpetu está representado por los ciudadanos y por su movimiento.

Para finalizar y dejando de lado los discursos abstractos y las visiones idealizadas de la realidad, les dejo dos frases contrastantes entre sí, que hablan muy bien sobre el poder:

“Con un poder absoluto hasta a un burro le resulta fácil gobernar” (John Dalberg Acton. Historiar inglés).

“El hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo”. (Séneca. Filósofo Romano).

El poder está en ti. ¿Cómo lo usarás?

 


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