Moscú, Federación Rusa. 13 de abril de 2015. De un plumazo, el presidente Vladimir Putin firma el decreto que permite la venta a Irán del sistema de misiles tierra-aire S-300. De esta manera, el exespía de la KGB pone en entredicho la hegemonía de los Estados Unidos en Oriente Medio y afecta la seguridad del Estado de Israel, pues en caso de un ataque estadounidense o israelí contra Irán, sus aeronaves se verían en serios problemas ante las reforzadas defensas aéreas persas.
Cuatro horas más tarde, Putin recibe en su residencia campestre de Novo-Ogaryovo a los consejeros de Seguridad Nacional de los países miembros de la Organización de Cooperación de Shanghái. El mandatario ruso esboza en su rostro su típica sonrisa de tigre siberiano al recibir al representante iraní, Ali Shamkhani.
Las escenas arribas descritas sirven como introducción al presente artículo, el cual pretende explicar las maniobras diplomáticas efectuadas, en días pasados, por los dos protagonistas de la nueva Guerra Fría: Barack Obama y Vladimir Putin.
Ayuno de éxitos en materia de política exterior -pues el acuerdo nuclear con Irán está en veremos debido a la oposición del Senado estadounidense, controlado por los republicanos e influido por el poderoso lobby israelí-, Barack Hussein Obama decidió mostrarse ante América Latina, en particular, y el mundo, en general, como un líder visionario.
Por ello, y tras la pifia cometida al nombrar a Venezuela como “una amenaza inusual y extraordinaria” para la seguridad nacional de los Estados Unidos, Obama envió al consejero del Departamento de Estado, Thomas Shannon, a parlamentar con los venezolanos para limar asperezas antes del inicio de la VII Cumbre de las Américas.
El 8 de abril del año en curso, Obama conversó telefónicamente con su contraparte cubana, Raúl Castro, para revisar el estado de las pláticas tendientes a terminar con 55 años de cerrazón y bloqueo por parte de la Unión Americana para con la isla. Esta llamada telefónica fue inspirada, en parte, por la súbita aparición del líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, quien el 30 de marzo próximo pasado se dejó ver saludando a un grupo de venezolanos perteneciente al “II Vuelo de la Solidaridad Bolívar-Martí”. Para nadie es un secreto que el viejo autócrata se opone, tras bambalinas, a la apertura que lleva a cabo su hermano con el acérrimo rival: los Estados Unidos.
Asimismo, para reforzar su postura previa a la reunión hemisférica, 250 infantes de marina estadounidenses fueron enviados a la base aérea de Soto Cano, Honduras. Este contingente estará equipado de catamaranes de alta velocidad y helicópteros. Oficialmente su misión es “entrenar a las fuerzas en la región y asistir en misiones humanitarias”.
El verdadero propósito, según la óptica del escribano, es enviar un mensaje a Nicaragua, quien permitió la construcción de un canal interoceánico financiado con capital chino y protegido por la armada rusa.
Ya durante la Cumbre de las América, Barack Obama se entrevistó por espacio de una hora con Raúl Castro. El evento en cuestión desató una orgía mediática, la cual dejó de lado una pregunta fundamental: ¿Levantará el Senado norteamericano, bajo la hegemonía republicana, el embargo contra Cuba? Much ado about nothing (Mucho ruido y pocas nueces) hubiera dicho el cisne de Strafford-Upon-Avon, William Shakespeare.
Tratando de reafirmar la primacía estadounidense en el Hemisferio Occidental, Obama conversó con el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y con la mandataria brasileña, Dilma Rousseff.
Mientras tanto, al otro lado del mundo, el émulo de las glorias de Pedro el Grande y de Josef Stalin, Vladimir Putin, teje una red de alianzas en Europa (Grecia, Hungría y Serbia) y Asia (Indonesia, Tailandia y Vietnam), la cual tiene un solo objetivo: construir un mundo multipolar, en donde Rusia sea un centro de poder alternativo a la órbita imperial de Washington.
La devoción al interés nacional y el protagonismo en los asuntos internacionales de Vladimir Putin ha sido reconocida por los lectores de la revista TIME, quienes en una encuesta para designar a la persona más influyente del mundo, decidieron, hoy 14 de abril de 2015, que el inquilino del Kremlin es el individuo más prestigioso del orbe.
Para los escépticos, la mayoría de los votos recibidos procedieron de ¡Los Estados Unidos¡ (57.38 por ciento). Ésta no es la primera vez que la revista TIME premia el liderazgo de Putin: en diciembre de 2007 lo nombró la “persona del año”.
Con su rivalidad, Barack Obama y Vladimir Putin han definido el signo de nuestros tiempos.
Aide-Mémoire.- Günter Grass, el hombre de la palabra violenta y la conciencia de Alemania, y Eduardo Galeano, el literato de la vena abierta y amante del fútbol, fueron los portavoces de verdades que necesitaban gritarse.
Soren de Velasco Galván
Colegio Aguascalentense de Estudios Estratégicos Internacionales, A.C.
