Con los violentos acontecimientos del viernes 1º de Mayo en Jalisco y otros estados del centro occidente, el crimen organizado demostró, además de precisamente organización, contar con poder suficiente para ser capaz de retar al Estado. El fracaso de la “Operación Jalisco” dejó muy mal parada la imagen de las organizaciones estatales de inteligencia y seguridad, afectando de paso al ejército federal mexicano. La organización y fuerza no son facultades gratuitas. La solvencia económica de los grupos dedicados al narcotráfico en el occidente del país, sin embargo, podría no ser suficiente para explicar su poderío. Pero, entre el enorme distractor mediático de la gesta pugilística Pacquiao-Mayweather y el puente vacacional, se diluyó la dimensión e importancia de lo sucedido.
Aún sin disiparse el humo de lo sucedido el día anterior, el sábado 2 de mayo, el diario “La Jornada” reveló que la deuda neta total del sector público, incluida la externa e interna, se ha elevado 33% en lo que va de la actual administración federal. Según revelan los informes de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público sobre finanzas públicas y deuda pública correspondientes al primer trimestre de 2015, la deuda neta total del sector público que en diciembre de 2012 ascendía a 5.4 billones de pesos, se elevó a 7.1 billones de pesos en marzo de 2015. Esto es, un aumento equivalente a 111,550 millones de dólares.
Más allá de la necesidad de cubrir los faltantes de ingresos debido a la reducción de los precios internacionales del petróleo, la economista, actriz, escritora y activista social, Ana Colchero, apuntó hacia una nota publicada en la revista “Proceso” donde se destaca que el “gobierno de Enrique Peña Nieto compró equipo militar a EE.UU. por más de 1,300 millones de dólares en menos de un año”. Según los documentos del Pentágono, que el semanario asegura tener y en los que J. Jesús Esquivel respalda el reportaje especial publicado el 28 de marzo de 2015, ”se trata del equipo bélico proporcionado al Gobierno mexicano por el Departamento de Defensa y sus contratistas privados al margen de la Iniciativa Mérida, el acuerdo de seguridad entre EE.UU. y México destinado a combatir el narcotráfico y el crimen organizado. (…) el inusual gasto casi triplica el del equipo y tecnología militar que Washington ha suministrado a México desde 2007 en el marco del Plan Mérida.”
El tema que en esta ocasión comparto en esta columna, es sumamente complejo y no resulta factible agotarlo en una sola entrega. Es preciso conocer mejor la historia y el proceso de gestación del poder del narcotráfico que hoy tanto preocupa. Para comenzar, a continuación copio literalmente algunos pasajes de los antecedentes del narcotráfico en México que da a conocer Jaime Ayala Ponce en “El líder que esperamos”:
“En los años veinte, Meyer Lansky se trasladó a la frontera con México para organizar los puntos de entrada de licor y estupefacientes que llegarían de contrabando. (….) dicho personaje trabajaba en estrecha combinación con William Stephenson —representante de los intereses de la oligarquía británica que controlaba desde Canadá el contrabando del licor por medio de la familia Bronfman—. Stephenson es el que negoció en su momento, como emisario de Winston Churchill, ante el presidente Roosevelt para establecerse dentro de los E.U. para realizar operaciones conjuntas con el FBI y la inteligencia militar estadounidense.”
“(…) Para el año de 1931 llega a México, como prófugo de la justicia de los Estados Unidos un miembro de la mafia, un personaje ampliamente conocido en el medio de Hollywood y Nueva York. Su nombre: Alfred C. Blumenthal, quien finalmente decidió en 1941 quedarse a vivir de manera definitiva en nuestro país. Según los historiadores e investigadores sobre el tema, Blumenthal se convertiría en el representante y enlace en México de Arnold Rothstein. Recordemos que éste señor fue el que conjuntamente con Joseph Kennedy organizaron el acuerdo con las destilerías británicas para introducir el licor de contrabando a los E.U. De esta forma los nombres de Rothstein, Blumenthal y Lansky dieron inicio a lo que hoy conocemos como el moderno turismo mexicano que cobró auge en el tiempo de Miguel Alemán, con las grandes inversiones en Acapulco y otros lugares de importancia turística en el país.”
Blumenthal trabajaba en coordinación con Benjamin “Bugsy” Siegel, quien desde el estado de California —al otro lado de la frontera— controlaba el famoso “corredor Sinaloa Sonora” de estupefacientes México–E.U. “Siegel, quien en 1930 había creado junto con Meyer Lansky la pandilla conocida como “Asesinatos, S.A.”, tenía como hombre de confianza del lado mexicano de la frontera a Johnny Alessio, que operaba desde el hipódromo de Agua Caliente, en Tijuana, y a quien en los años setenta el propio Alemán, en su calidad de presidente del Consejo Nacional de Turismo condecoraría “por sus méritos” en pro del turismo mexicano.(…) Con Alessio llegaron a México otros mafiosos, como Bruno Pagliai, quien después de dirigir casinos para “Bugsy” Siegel y dirigir el Hipódromo de las Américas (en la capital mexicana), terminó como un acaudalado empresario en su calidad de testaferro de Miguel Alemán”. ”( The New Benjamin Franklin House, “Narcotráfico S.A. La nueva Guerra del Opio”, 1985. N.York, pág, 341)
“(…) De hecho podemos situar el año de 1941 cuando el narcotráfico toma carta de naturalización entre nosotros con la llegada de los personajes del crimen organizado de los EE.UU. a nuestro país. Algunos analistas aseguran que con la Segunda Guerra Mundial y nuestro involucramiento, se dio una especie de pacto secreto entre los gobiernos de ambos países — México–EE.UU..— para que se produjeran en nuestro territorio amapola (morfina y heroína para uso médico) y mariguana para los combatientes.”
Hasta aquí nuestra cita por el momento.
ciudadania.economica@gmail.com Twitter: @jlgutierrez




