Como consecuencia de la invitación que me han hecho junto a otros buenos amigos al programa de Radio Universidad Dimensión Ótica, que pasa los miércoles a las 20:30 horas y que conducen Pablo del Valle y Fernando López, surge la pregunta: ¿qué hace que una canción sea considerada un verdadero clásico del rock?, las opiniones son diversas, aunque en este sentido, creo yo, debería existir un criterio común entre todos los amantes del rock y con sólido conocimiento de causa, sin embargo esto no resulta necesariamente tan sencillo de determinar.
Hace algunos años José Agustín escribió un ensayo muy interesante que tituló: La Nueva Música Clásica, y claro, con este término se refiere al rock en todas su formas y diferentes presentaciones. Y es que el rock, posiblemente junto con el jazz, es el más ecléctico de los lenguajes musicales, ecléctico y adaptable a las diferentes circunstancias y exigencias que lo rodean, ya sean geográficas, culturales, cronológicas, ideológicas, entre otras muchas, en fin, las posibilidades dentro del rock son absolutamente inagotables, y por lo mismo, seguramente, resulta el asunto tan apasionante.
Bueno, pues todo esto es para intentar definir aquello que con todo merecimiento podemos y debemos llamar “rock clásico”, es decir, todos aquellos discos y canciones que han significado un momento determinante y angular en el curso de la música, que han representado una incuestionable influencia y que estos discos o canciones son una de las más sólidas estructuras en la historia del rock. Creo que a partir de este punto, al menos desde la perspectiva del contenido más que de la forma, podemos hablar con un criterio más o menos estándar sobre lo que podemos llamar “clásicos del rock”, por ejemplo, alguno de ustedes que amablemente ha respondido a la invitación a degustar de este banquete, ¿podría cuestionar que Stairway to Heaven de Led Zeppelin es un tema clásico en la historia del rock?, o ¿Won’t Get Fooled Again de The Who también lo es?, y así podríamos iniciar una lista interminable de canciones que han quedado ahí como obvias referencias de lo que es el rock clásico, algunos de ellos son: Light my fire de The Doors, Down the corner de Creedence, Sympathy for the devil de The Rolling Stones, Twenty five or six to four de la Banda Chicago, A Whiter shade of pale de Procol Harum, Purple haze de Jimi Hendrix, Peace of my heart de Janis Joplin, Smoke on the Water de Deep Purple, Hotel California de The Eagles, en fin, mejor aquí me detengo porque podría continuar indefinidamente, tú sabes, hay más canciones clásicas del rock que espacio para comentarlas.
El problema, sin embargo, viene cuando atendemos más a la cuestión de la forma que al contenido. Bob Dylan, por ejemplo, inició su carrera musical siendo un músico de folk, eso nadie lo pone en tela de juicio, algunos de sus mejores discos son justamente aquellos que grabó en el amanecer de su incansable carrera, discos como The freewheelin’ Bob Dylan, el inmenso Highway 61 Revisited, o el impresionante Blonde on blonde, entre muchos más. Todos estos discos fueron concebidos desde el celoso contexto del folk en el que Bob Dylan se hizo grande, vamos, un verdadero gigante en la música. Es imposible entender a Bob Dylan sin su guitarra acústica, su armónica y su muy convincente voz nasal. Entonces, desde este punto de vista y considerando el carácter celoso de folk, ¿podemos considerar a Dylan como un clásico del rock?, ¿podemos considerar canciones como Blowin’ in the Wind, Like a Rolling Stone, Mr. Tambourine Man, The times they are a changing, temas clásicos del rock?, salvo tu mejor opinión, yo sí los considero verdaderos e incuestionables clásicos del rock. Cierto, obedeciendo a la frialdad de la forma, estas canciones no son exactamente lo que los cánones del rock dictan para definir su propio perfil, sin embargo, todas estas canciones y otras más de este mismo período creativo de Bob Dylan pueden ser entendidas con contenidos incuestionablemente roqueros. ¿No es Blowin’ in the wind, con todas sus preguntas sin respuesta, un innegable estandarte para la juventud de los años 60, que desde la trinchera del rock cuestionaba al gobierno de los Estados Unidos su intervención en la guerra de Vietnam? ¿No es la canción The times they are a changing un señalamiento acusador en contra de la generación adulta que intentaba imponer sus ideales y valores a los jóvenes de la primera mitad de los años 60?, y ¿no es esta una actitud muy roquera que ensanchaba aún más la ya de por sí enorme brecha generacional? , no me faltan ganas de decirte: the answer, my friend, is blowin’ in the wind (la respuesta, mi amigo, está soplando en el viento) parafraseando al buen Boby Dylan, pero más allá de estas inclinaciones poéticas, creo que la respuesta, aparte de estar en el viento, está en cómo entiendes el rock, si sólo lo aprecias desde la frialdad de la forma, o bien, lo entiendes desde la profundidad del contenido.
El 25 de julio del 65, en el Festival Folk de Newport, Dylan se presentó con una guitarra eléctrica y una banda de rock, la Paul Butterfield Blues Band, fue abucheado por los amantes del folk, tuvo que irse, pero regresó al escenario con su guitarra acústica para cantar It’s all over Now baby blue, su despedida definitiva del folk para dedicarse tocar con una guitarra eléctrica. Como sea, Dylan es Dylan y siempre lo será, con guitarra acústica o eléctrica, finalmente, como dicen los Rolling Stones, “es sólo rock & roll, pero me gusta”
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