El acomodo que el maestros Román Revueltas, director de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, dispuso para esta entidad musical, fue diferente a lo que había propuesto anteriormente al menos a lo que a la cuerda se refiere, los primeros violines en su inamovible lugar a la izquierda del director, atrás de los primeros violines estaban los contrabajos, cuando su lugar había sido siempre en el extremo derecho del escenario. Los violoncellos y violas, en ese orden, exactamente en el centro, y los segundos violines a la derecha del director. El resto de las secciones, maderas, metales y percusiones en su lugar habitual.
El programa para el segundo concierto de la temporada Obras Colosales, inició con el Concierto para Piano y Orquesta No. 2 en sol menor, Op. 22 del compositor francés Camille Saint_Saëns, con la participación del maestro Alfredo Isaac Aguilar oficiando como solista.
En la segunda parte del programa, escuchamos la Sinfonía No. 2 en Mi menor, Op. 27 de Sergei Rachmaninov. El concierto fue dirigido por el maestro Román Revueltas Retes, director titular de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes. Como vemos, y seguramente por la extensión de la sinfonía de Rachmaninov, el maestro Revueltas prescindió de una obertura o cualquier obra pequeña para iniciar el concierto, lo que provocó, lamentablemente, que una cantidad considerable de personas llegaran tarde al teatro e ingresaran a la sala una vez concluido el primer movimiento del concierto de Saint_Saëns.
Este concierto, el Op. 22 del compositor francés está estructurado, como la mayoría de los conciertos, en tres movimientos, sólo que a diferencia de la disposición habitual de un movimiento lento en medio de dos rápidos, Camille Saint_Saëns ha decidido, en función de una mayor libertad en su discurso musical, invertir el orden iniciando con un Andante seguido por un Allegro scherzando y terminar con un Presto.
Es una obra muy complicada que pone en aprietos al solista, a diferencia de lo que es el planteamiento convencional del concierto romántico, en donde la obra suele iniciar con toda la orquesta y transcurrir así durante algunos minutos, hasta que, después de ciertos compases, se da paso a la participación del solista, aquí, desde del inicio del concierto es el pianista el que es exigido al máximo, él inicia el concierto, y no para, prácticamente no tiene un sólo respiro en toda la partitura, tiene cadencias, por supuesto, que por cierto, fueron dignamente resueltas por el maestro Alfredo Isaac Aguilar, pero no es la cadencia el gran momento del solista, no exagero al decir que todo el concierto es el gran momento del solista. Esto, claro que pone en constante riesgo al pianista de ser presa de cualquier desagradable eventualidad, sin embargo, el maestro Alfredo Isaac Aguilar, sostenido por una técnica depurada, logró recorrer con seguridad y solvencia los intrincados y sinuosos caminos que propone esta partitura.
Sin embargo, y lo digo sin ánimos de demeritar la incuestionable capacidad técnica del maestro, en mi opinión le faltó ser un poco más expresivo, comunicar más, convencer más, ser más sensible, y toda esta elocuente sensibilidad que estoy ahora invocando, es posible sin dejar de atender puntualmente las exigencias técnicas de tan soberbia partitura. Por otro lado, me llamó la atención, y debo decir que no me gustó, que se presentara en el escenario con partitura, y consecuentemente, con un apuntador, es decir, alguien que le esté pasando las hojas de la partitura, lógico, el pianista tiene las dos manos ocupadas. Uno esperará que el solista tuviera la obra perfectamente dominada y, posiblemente, y lo digo sin un total conocimiento de causa, el hecho de estar leyendo, puede inhibir la ejecución en cuanto a la sensibilidad de la misma.
Para la segunda parte del concierto, disfrutamos de una muy poderosa, quizás deba decir, colosal interpretación de una obra igualmente colosal, la Sinfonía No.2 en mi menor, Op. 27 de Sergei Rachmaninov, una obra en cuatro movimientos como es lo común en el lenguaje sinfónico: Largo allegro moderato, allegro molto, adagio, y termina con un allegro vivace.
Esta es una obra muy complicada, surgió en uno de los momentos más difíciles en la vida de Rachmaninov, el fracaso de su primera sinfonía lo sumió en una profunda depresión, de la que salió gracias al éxito de su segundo concierto para piano y de esta obra, el Op. 27, pero la gestación de la misma está sumida en esa depresión, la cual es perfectamente perceptible, casi tangible, en el tercer movimiento, un inmenso y colosal adagio en donde el maestro Revueltas encontró uno de los momentos más expresivos de todo este segundo concierto. Su lectura fue intensa, profunda, pero más que lectura, yo diría que fue una verdadera interpretación, no basta con leer puntualmente y apegarse fielmente a lo escrito en el pentagrama, la verdadera interpretación va más allá de esto, hay que saber tocar eso que no está escrito en el papel, dejar el sello personal, la identidad, hacer propia la obra, eso es lo que a mi entender hizo el maestro Revueltas en esta ocasión.
Para la próxima semana, en el tercer concierto de la temporada Obras Colosales, escucharemos La Aventura 1842 del maestro Jaime Ruiz Lobero. El Concierto para Piano y Orquesta en Fa sostenido menor, Op. 20 de Alexander Scriabin con el maestro Alain del Real como solista. Finalmente, la inmensa Sinfonía No.3 en Do menor, Op. 78. Sinfonía con Órgano de Camille Saint_Saëns, dirige el maestro José Guadalupe Flores. La cita con su majestad la música es el próximo viernes 29 de mayo a las 21:00 horas, en el Teatro Aguascalientes, la casa de nuestra Orquesta Sinfónica. Por ahí nos veremos, si Dios no dispone lo contrario, hasta entonces.
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