El primer “¡eureka!” fue emitido por Arquímedes como exhalación gozosa, al meterse en una bañera y descubrir accidentalmente que: “todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical y hacia arriba igual al peso de fluido desalojado”. (Nacido en Siracusa, Sicilia, ca. 287 a. C. – Muere, ibídem, ca. 212 a. C.) Fue uno de los científicos más importantes de la Antigüedad clásica. Esta simple, pero genial intuición del matemático y astrónomo griego, le permitió descubrir el principio físico que lleva su nombre y fundamenta la teoría física para el cálculo del volumen de los cuerpos.
Como un símil a este descubrimiento de Arquímedes, se puede afirmar que todo cuerpo y especialmente todo organismo vivo es portador de un dinamismo fundamental que, para mantenerse en equilibrio de funcionamiento, experimenta una carga energética que exige a su vez su descarga correspondiente; comportamiento que podemos describir como un dinamismo vital intrínseco necesario para mantener la salud, el buen tono físico-químico general y, al decir de psicólogos renombrados, el normal funcionamiento del individuo como un todo. De manera que esta constatación no es privativa para la dimensión física de los organismos, sino también aplicable a los niveles emocional, afectivo, intelectual y aun moral o axioteleológico de una persona humana.
Con el fin de entender cómo nos afecta un alto grado de saturación de cargas, debido a la naturaleza, origen o composición que sea, y debido a la no liberación de las mismas en tiempo oportuno o en el grado de compensación adecuado, sufrimos ya sea de una descompensación orgánica o de una inhibición de nuestros mecanismos de respuesta adecuada al medio; lo que inevitablemente nos lleva a experimentar el dolor, la ansiedad, la incertidumbre, que resulta en el aturdimiento de nuestra capacidad de toma de decisión eficiente. Lo que en síntesis se manifiesta como el desequilibrio de nuestros sistemas vitales y, por tanto, su anormal o inadecuado funcionamiento.
Partamos de una analogía simple de cómo funciona este principio energético. Observemos a un niño que juega con una caja de cerillos. Al darse cuenta su mamá, le ordena que deje de jugar con ella porque se puede quemar. El niño sigue impávido en su indagación de cómo o para qué sirve la caja de cerillos. Abre la caja, toma un cerillo y atraído por esa bolita de color en la punta, comienza a frotarla contra la caja, no tarda en atinar el costado de la lija y, sí, accidentalmente al frotar se enciende la llama y se quema el dedo que imprudentemente sostiene el pabilo. A lo que sigue el grito de “¡ay, me duele!”. Y el consabido “te lo dije”.
Ese niño, al igual que Arquímides, encontró el insight (súbita intelección) de lo que acaba de descubrir, pero lamentablemente con dolor. Lo que le lleva a entender que fósforo frotado en lija o superficie áspera es igual a fuego y quema. También, aprendió indirectamente que a una carga de energía -por efecto de la frotación- produce una descarga proporcional a su dimensión y composición física. Sobre este incidente, podemos abundar en otras analogías que obedecen mecánicamente a este mismo principio.
Para ilustrar, observemos lo que ocurre con un adolescente inexperto en la ingesta de licores con alta concentración de alcohol. El gusto de saborear una bebida refrescante y probablemente dulce con el licor le hace atractiva su primera copa, viene luego la segunda que le hace sentir relajado y divertido; fascinado por el efecto, decide tomar una tercera que ya le va entorpeciendo el habla y sus movimiento físicos habituales; si persiste en tomar la siguiente, su cuerpo comenzará a reaccionar expulsando la ingesta excesiva y mandándolo a dormir por un buen rato. La decisión imprudente de seguir tomando sin saber los efectos que le va a causar le lleva a descubrir con dolor y probablemente vergüenza la pérdida de control no tan solo corporal, sino conductual y probablemente antisocial. Subimos, entonces, del nivel físico al nivel psicológico y aun moral, a causa de optar por un antivalor que degrada su imagen social, por la pérdida de control, ante sus propios pares, y al final daña su percepción de la propia dignidad como persona.
Descendiendo aún más al campo afectivo y de la intimidad personal. La joven pareja que atraída mutuamente por la percepción visual de belleza o gracia física de la compañera o compañero, pasa de la simpatía a la empatía de sentimientos, y comienzan a transcurrir por un gradiente de emociones que inexorablemente van cumpliendo su efecto de carga/descarga: y se expresan en caricias y abrazos que van avanzando de la ternura inicial a la expresión pasional más fuerte; instintivamente pasan de los besos en la mejilla, al cuello y a la boca que les brindan mayor contacto físico y placer; sube el tono del placer erógeno y transitan sin sentirlo, de manera refleja, del contacto de mano con mano, a mano-brazo, mano-cintura, mano-senos, mano-muslos, mano-nalgas, mano-genitales, de este punto es difícil sustraerse al coito total. Y la pregunta es: ¿Eligieron ambos realmente, con claridad de conciencia y responsabilidad, la realización de un acto que bioquímicamente puede derivar en una fecundación y, por tanto, en un embarazo -a todas luces no previsto- y seguramente no deseado, debido a su condición inestable y circunstancias propias de vida y/o de carrera?
La conclusión llana y simple de estos aparentes acertijos es que la vida presente en este universo, regido inexorablemente por el espacio y el tiempo, obedece inercialmente a un dinamismo de carga y descarga de flujos energéticos, ya sean del orden físico, psicológico, afectivo, sentimental, racional, moral o de valores y fines últimos, y aun abiertos a un orden superior a la materia que es el nivel trascendental o espiritual de lo Santo y lo Sagrado. A todo lo cual podríamos todavía interrogar: Y, ¿para qué nos sirve?
Me aventuro a responder, en primera instancia, que nos sitúa de manera realista en el manejo adecuado de fenómenos, circunstancias y eventos de nuestra vida cotidiana en el mundo actual. Observemos los más inmediatos y dominantes. Llegamos al grado de saturación informativa por causa de una propaganda política desmedida e implacable acerca de la imagen supuestamente indeseable y criticable de candidatos adversos, sin recibir a cambio información partidista creíble y fidedigna de proyectos de desarrollo viables y necesarios para la población en general. Lo que derivó en una carga insoportable de mensaje fallidos, lanzados al azar y sin propósito o destinatarios precisos. Optamos por tirar al basurero de la historia esa andanada mercadotécnica, audiovisual, como una carga residual inútil, pero que se llevó consigo un flujo igual de recursos financieros del erario público, a las arcas bien repletas de empresas de telecomunicaciones; lo que en cristiano quiere decir empobrecimiento de la Hacienda pública y enriquecimiento de la fracción del capital inserto en el sector de las telecomunicaciones y editoras privilegiadas; efecto universal, carga y descarga.
En segunda instancia, el dato crudo de la fuga de Joaquín Loera, el Chapo Guzmán, desencadenó al aire una red noticiosa repetitiva del mismo acto comunicativo, amplificado por el número de emisoras y de horarios de transmisión y todos los emisores articulando juicios de valor acerca de la corrupción estructural invasiva de las instituciones judiciales y gubernamentales. Ante tal marejada encrespada de irritación e indignación, sólo queda al ciudadano receptor responder con el descreimiento y falta de credibilidad por violación tan flagrante al Estado de Derecho, y de ahí el paso a la deslegitimización del Estado. Ante el empuje inmisericorde contra las instituciones se saca a flote su insostenibilidad creciente como agente creíble de buen gobierno. Tal carga sociopolítica acusa de manera inequívoca la descarga de ilegitimidad del gobernante en turno.
En conclusión, es apremiante que agentes y actores de peso de la sociedad civil conduzcan razonablemente, prudentemente, bajo una persuasión inteligente y de manera verosímil, los mejores y más rectos canales para la descarga psicoafectiva y social de los ciudadanos como un todo; reivindicando así el apego irrestricto a la ley, el imperio del Estado de Derecho y la desactivación radical de los agentes de la corrupción. [email protected]