Las crisis separan a la gente y dividen a los pueblos, pero presentan una oportunidad para mejorar. Con esa idea concluí mi anterior artículo con el fin de exponer que, a partir del colapso económico que se registrará dentro de unas cuantas semanas, será posible reconstruir la vida económica bajo nuevas reglas y nuevos paradigmas. El replanteamiento del sistema económico no completa con una sola exposición, pero sí inicia a partir de sintetizar aquello que, siendo la causa del colapso, no deberán heredarse en un nuevo modelo económico.
Es paradójico en una época como la actual, donde el ser humano puede decidir su destino colectivo mediante el ejercicio del derecho al voto, y cuenta con la salvaguarda de garantías individuales y derechos humanos, a través de Constituciones, Cartas Magnas y Códigos Civiles, cada vez esté más extendida la idea de que detrás, o por encima de las leyes y las instituciones oficiales hay algo con más poder y prerrogativas. Poderes de facto, llevan a una gran cantidad de pobladores del mundo a sufrir psíquica y físicamente. Nada se puede hacer, a pesar de contar con marcos jurídicos y cuerpos legislativos que están para servir a los ciudadanos, cuando por el interés de unos cuantos se colapsan los mercados financieros, se agotan recursos naturales, se cierran empresas en un país para llevarse las inversiones a otras regiones y se provoca la pérdida del patrimonio de las personas, de su salud e incluso de su integridad y dignidad.
Como si fuese el resultado de desastres naturales -actos de dios- los desastres económicos, que son provocados por alguien, causan damnificados por los que nadie se responsabiliza. Cuando las personas resultan damnificadas por tornados, terremotos, tsunamis o huracanes, los gobiernos y otros ciudadanos acuden al rescate y a acompañar a los afectados en su dolor; a veces hasta los seguros cubren parcialmente la reposición de los daños sufridos. Pero cuando el meteoro es de origen económico, nadie ayuda, y lo que es más grave, nadie hace algo por evitar que vuelva a suceder.
Pero sí hay alguien que se beneficia, aunque casi nunca se le deja ver. Honoré de Balzac escribía en Ilusiones Perdidas que hay dos historias: la historia oficial (mentirosa), que se enseña a los escolares y la historia secreta en la que se hallan las verdaderas causas de los acontecimientos, una historia vergonzosa. El gran estadista inglés Benjamín Disraeli lo dijo claramente “el mundo está gobernado por personajes muy diferentes de los que cree la gente común”. También Lenin se lo dijo a sus colaboradores: “detrás de la revolución de octubre, hay personajes mucho más influyentes que los pensadores y ejecutores del marxismo”. De igual forma Sir Winston Churchill levantó un poco el velo cuando aseguró que “aquel que no vea que en la tierra se está llevando a cabo una gran empresa, un importante plan en cuya realización nos es permitido colaborar como siervos fieles, tiene que estar ciertamente ciego”.
Con un cuerpo de leyes y estados nacionales supuestamente responsables es difícil creer que en una sociedad “democrática” como la nuestra, estemos sometidos a poderosas fuerzas organizadas para dirigir nuestras vidas, manipular nuestros deseos y dirigir nuestros pensamientos. Como lagartos ocultos en el pantano de la ilusión colectiva, se constituye un grupo que como gobierno invisible dirige el mundo por encima de los Estados nacionales.
Como ya se expuso en los artículos de las dos semanas anteriores, a través del sistema financiero – monetario global, los dueños del dinero, de la banca, retirarán próximamente sus ganancias. Y distrayendo al mundo con las “banderas falsas” del terrorismo, la guerra, el racismo, las pugnas partidistas, el narcotráfico, las telenovelas y otros estupefacientes más, continuarán extrayendo la riqueza de las personas y alimentándose de sus angustias y temores.
De esta manera, resulta indispensable para la reconstrucción económica del mundo, y para asegurarse que esto no vuelva a suceder, que se señale, se denuncie, a ese bestiario que medra detrás de los monopolios globales protegidos por el enorme complejo industrial militar construido con el dinero inventado a partir de la nada del sistema bancario global.
El desorbitado materialismo actual que nos enfrenta a una competencia agresiva por obtener más y más cosas, fue planeado hace varios siglos. Ya en 1773 la sociedad ocultista “La liga de los hombres”, hoy conocida como B’Nai B’Rit, preveía que “la lucha encarnizada por los bienes del dinero generará una sociedad sin corazón”. Y una sociedad desprovista de corazón, es una sociedad sumisa. Una sociedad que acepta que los bienes públicos sean acaparados y detentados sólo por unos cuantos. Y el dinero es un bien público.
El sistema bancario que se constituye desde el siglo XVIII de la forma como actualmente lo conocemos, se abrogó el derecho exclusivo de emitir dinero. Con ello abolió el uso de otros medios tradicionales de cambio y fue quedándose paulatina y progresivamente con la riqueza de los deudores que no podían pagar los préstamos y sus intereses al no tener acceso en suficiente cantidad al dinero que los propios bancos emiten. En combinación con la especulación en los mercados de acciones, donde ellos han metido históricamente la mano para subir o bajar los precios de las acciones, van concentrando cada vez más riqueza. Tal y como en estos momentos lo están haciendo con las bolsas de valores de China y de los Estados Unidos, preparándose al golpe final en septiembre próximo.
Por lo anterior, el modelo económico que habrá de surgir posteriormente al colapso, debe excluir de manera total un sistema bancario como el actual. Ese sería el primer requisito para que funcione una economía que realmente esté en manos de la gente y no amenace, como la banca actual lo hace cotidianamente, la estabilidad patrimonial de las personas.
@jlgutierrez
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