China decidió devaluar su moneda, el yuan, el pasado 11 de agosto, y puso de cabeza a los mercados financieros de todo el mundo. La razón es que con una moneda muy barata, se inundarían los mercados con productos chinos, afectando así las economías de prácticamente de todo el mundo.
El panorama es sumamente complejo en estos momentos: por una parte, hay quienes ya celebran que sea el yuan la moneda que sustituya al dólar como la moneda de reserva mundial con la que se realicen en el futuro las transacciones comerciales en el ámbito global. Por la otra, hay quienes se preocupan porque las importaciones que proceden de China terminen desapareciendo la producción local, como está sucediendo en México.
Por una parte, hay financieros que se alegran con la sustitución del dólar por el yuan, ya que ganarían en sus negocios especulativos y lograrían con ello, de paso, desinflar el tremendo riesgo que significa la enorme deuda -impagable- de los Estados Unidos de América, denominada en dólares. Por otra parte, están las grandes corporaciones manufactureras a quienes, al menos por el momento, no les conviene una economía china que les desplace con productos baratos. La preocupación por estos asuntos hizo presa a los jerarcas de las industrias mundiales de productos de consumo, quienes no veían la forma de evitar la pérdida de mercados, a pesar de que a algunos de ellos les podría beneficiar la especulación en los mercados financieros por la devaluación del yuan.
En eso estábamos cuando surgieron las enormes explosiones en el puerto de Tianjin al día siguiente de la devaluación (12 de agosto), que además de la lamentable pérdida de más de 100 vidas provocó un gran revés a la pujante industria textil china. Según se ha informado, hubo incendios de enormes depósitos de productos químicos destinados a ésta, al igual que pérdida de miles de vehículos automotores con la serie de explosiones. El Centro de Redes Sismológicas de China dijo que la explosión inicial tuvo una potencia equivalente a la de detonar tres toneladas de TNT, mientras que la segunda fue el equivalente de 21 toneladas. Además de que, según la opinión de expertos con base en la investigación de los daños, las explosiones generaron ondas de calor superiores a los 4000 grados centígrados, temperatura que difícilmente se alcanza con la quema sólo de productos químicos.
Y también en esas andábamos cuando, una semana y media después, acontece otra explosión; ésta, aparentemente sin pérdida de vidas, en la planta química Shandong Runxing Chemical Technology, cerca de la ciudad de Zibo, en la provincia china de Shandong, China. Esta planta producía adiponitrilo, compuesto necesario para producir nylon, producto fundamental para la industria textil.
Con todo y la tragedia que implican ambos eventos explosivos impredecibles, permitieron un alivio a aquellos industriales internacionales que se preocupaban por la competencia que hubieran podido ejercer los productos textiles y automotrices chinos en sus mercados con la devaluación del yuan.
Mientras eso sucedía en el lejano oriente, seguían las negociaciones entre los políticos norteamericanos para aprobar la iniciativa de ley de control de armas nucleares que propone el presidente Obama. Parece ser que, hacia finales de esta semana se perfila la aprobación en el Senado de dicha iniciativa. El rechazo a la misma provocaría una súbita devaluación del dólar porque ante una guerra contra Irán, los EUA se encuentran sin margen suficiente de maniobra dada su enorme deuda interna y externa. Pero de cualquier forma, el poderío militar de nuestro vecino del norte queda también atado de manos ante la eventual molestia -por decirlo de alguna manera- de Israel, que se siente traicionado con este acuerdo de los EUA con su acérrimo enemigo.
En suma, nada parece evitar que el dólar se devalúe muy pronto. Y esto tendrá importantes consecuencias en nuestro país, cuya población continúa despotricando contra el gobierno y la devaluación del dólar, mientras se prepara para dar el “grito” la próxima semana.
Entre tanto, las agencias norteamericanas para la protección ante desastres, FEMA, y de seguridad nacional, NSA, como si esperasen algo, se encuentran ocupadísimas abasteciendo con víveres y armamento los 800 centros de refugiados diseminados por la Unión Americana, así como los refugios y red de 6,500 millas, según la NSA, de túneles subterráneos.
Ante todo esto, me atrevo a pedir a nuestros amables lectores mantener la paz y ecuanimidad para asentarse cuando todo a su alrededor comiencen a manifestarse en confusión en medio de grandes cambios. Es en estos momentos cuando necesitaremos ejercitar el músculo de la ayuda mutua y el enfoque en lo más importante. A aprovechar el impulso del cambio económico para construir otro mejor.
A concentrarnos en el bien más elevado, con expectativa de realización de la solidaridad, compasión, perdón y valor, como contraposición a la vida de competencia, depredación y autocomplacencia que nos han traído a las complejas-difíciles condiciones que ahora enfrentamos.
A través del correo de contacto que aparece debajo, informaré dónde y cuándo se tendrán reuniones de información sobre estos acontecimientos y la forma de enfrentar sus efectos. Adelanto lo más importante:
1.- Mantener la calma y entusiasmo por la oportunidad poder construir acuerdos económicos más justos y más amables.
2.- Evitar gastos superfluos e invertir el dinero en activos útiles a corto plazo, líquidos y comercializables, preferentemente a mantenerlos en el sistema bancario.
3.- Abastecerse de bienes de consumo necesarios desde ahora para evitar compras de pánico.
4. Reactivar o retomar los círculos de amigos y allegados, así como vecinos y redes de apoyo de todos nuestros contactos usuales en trabajo, escuelas y lugares frecuentes de reunión.
5.- Ayudar a otras personas, con información y sentido de solidaridad, a comprender la importancia de concentrarnos en visualizar otro mundo posible.
@jlgutierrez
