La segunda ley de la termodinámica establece que todo tiende al caos. Es una de las leyes más importantes de la física y tan determinante, que resulta lógico que abarque el mundo de lo social y económico. En este último aspecto, cabe mencionar que es precisamente el caos, lo que según el padre de la economía, Adam Smith, da origen a la teoría de la mano invisible que es la que pone el orden.
Una mirada más detallada o cercana la historia económica nos permite ver que esa mano invisible no se manifiesta de manera fortuita. El orden a partir del caos, Ordo ab Chao, implica la existencia de un poder que sobrepasa toda organización humana, lo que provoca en cada momento crítico de su historia, la construcción de un nuevo orden mundial.
Tal parece ser que en cierto momento alguien, al descubrirse con la capacidad de controlar las aspiraciones y motivaciones humanas, se ha convertido en quien pone orden, “su orden”, cada vez que el caos, natural o inducido, lo requiere. Y ese enorme poder que trasciende lo material, en el mundo actual, lo posee el dinero.
Quienes controlan el dinero actúan como dueños del porvenir humano. Así controlan pasiones y ambiciones y, de esa manera, posesiones. Pocos se dan cuenta de ello. La gran mayoría continúa en el interminable carrusel de nacer, consumir, reproducirse y morir, validando recursivamente el sistema.
El filósofo estadounidense Noam Chomsky ha descrito diez estrategias de manipulación mediática que sostiene al sistema. La primera de ellas, la distracción, es con la que se ha logrado que la gran mayoría de la humanidad ignore que el sistema monetario mundial, durante décadas controlado por el dólar, esté en peligro de colapsar. La estrategia de la distracción consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones que pueden ser indistintamente cargadas de alto contenido emocional o insignificantes.
El despliegue global del problema de los refugiados sirios, para los que se apela a la conmiseración humana y asilo, omite el hecho de que la guerra de la que huyen ha sido causada por intereses totalmente ajenos a los habitantes de aquella región del mundo. Lo humanamente grave del conflicto que alcanza ya dimensión de Guerra Mundial por la cantidad de países involucrados, ha distraído la atención respecto de un asunto que podría alterar el estado de las cosas en materia del control monetario del planeta.
En un artículo que publiqué en esta columna en septiembre, titulado “Aprovechar el impulso”, señalé la existencia de las interrogantes en torno al origen de las enormes explosiones en el puerto de Tianjin al día siguiente de la devaluación de la moneda china, el 12 de agosto de 2015. Siguieron a esta tres extrañas explosiones en sendas instalaciones industriales del gigante asiático, de las cuales casi nadie habló. El gobierno chino asumió ante ello un hermetismo total y, de manera parecida, la prensa internacional dio rápidamente carpetazo a toda la secuela de acontecimientos relacionados.
La información respecto a lo que detuvo en seco a China de continuar demandando el control monetario del mundo -teniendo todo a su favor para hacerlo-, ha sido filtrada a occidente por disidentes del gobierno chino.
Según éstos, el Pentágono, el órgano militar de los EUA, disparó al menos dos flechas de tungsteno que impactaron en Tianjin, desde lanzaderas que, como parte del programa espacial de defensa (que es más bien ofensivo y de disuasión), orbitan la tierra.
Estos proyectiles, con instrumentos de navegación autónoma de alta precisión, llamados por los analistas del armamento estadounidense “vara de dios” (Rod of God), tienen una esbelta figura que asemeja una flecha de 30 centímetros de diámetro y más de diez metros de longitud. Su cubierta de wolframio permite una entrada a la atmósfera terrestre prácticamente sin resistencia ni fricción, otorgándole a la pesada barra de alta densidad, la posibilidad de adquirir en la caída libre una enorme fuerza que, al impactar sobre la tierra produce una explosión equivalente a 3-4 toneladas de TNT. Se cataloga como armamento cinético.
Aunque es de dominio público la existencia de este armamento sobre el cual History Channel en alguna ocasión realizó un reportaje, su operatividad no ha sido reconocida oficialmente por los EUA. Los instrumentos tradicionales de rastreo de misiles son incapaces de detectar un proyectil que proviene del espacio, y mucho menos destruirlo antes de impactar su objetivo. Los convenios internacionales de armamento espacial prohíben el uso de armas químicas, biológicas y nucleares fuera de nuestra atmósfera; por tanto, este armamento escapa a toda legislación y no existen sanciones por su eventual uso. Además de los disidentes chinos, la posibilidad de que el Pentágono hubiera sido capaz de realizar el bombardeo espacial del puerto chino, la reconoce la prensa alternativa estadounidense como http://www.naturalnews.com y http://www.veteranstoday.com/
La capacidad para imponer el orden a conveniencia siempre ha sido la prerrogativa del que puede controlar en alianza con el guerrero y el brujo. Parecería que el mundo no tiene más opción que apechugar y aceptar este nuevo orden en el cual el futuro económico de nuestro país se proyecta muy desfavorable.
Pero como todo tiende al caos, el nuevo orden tampoco es permanente, y su fragilidad, su talón de Aquiles, estriba en que cualquiera puede dejar de creer en él y dejar de cooperar al crear un nuevo paradigma. Si el temor y la frágil individualidad han constituido la pauta para ceder el poder a quienes hoy dominan, bastaría con privilegiar la capacidad del ser humano de actuar fraternalmente y saberse integrante de un todo comunitario para emanciparse de dicho control. Tal vez, gracias a la creciente adquisición de conciencia y proliferación de medios de información libres estemos hoy más cerca de ello.
@jlgutierrez