Mientras el debate jurídico en los últimos sigue enfrascado entre la legalización de la marihuana y el nombramiento de los ministros, al mundo del derecho nació una norma fundamental en el desarrollo no sólo del periodismo sino de un México moderno, se trata de la ley sobre el derecho de réplica ante los medios de comunicación que apareció el 4 de noviembre de 2015. Siempre que pienso en el amarillismo, recuerdo Pantaleón y las visitadoras (filmada en 1999 por el excelente director peruano Francisco Lombardi) y es que en su trama aparece un locutor de radio de pueblo que utiliza su micrófono en el más vil amarillismo con tal de obtener sobornos de las autoridades, primero denunciando al capitán Pantoja como el más vil de los soldados y una vez recibido su chayo, su voz lo transformó en el más glorioso miembro del ejército peruano. Y es que este singular conductor es el ejemplo del mal ejemplo, parte de aquello de “Te pago para que no me pegues”, y que se ve reflejado en miles de periodistas (sic) de cualquier estado de la República, la unilateralidad que les daba ser dueños de sus micrófonos (o sus equivalentes: pantalla, portal, papel, como usted quiera llamarle) hacía imposible la defensa de aquel que se veía calumniado, hasta ahora.
Con un barroco nombre (Ley reglamentaria del artículo 6º párrafo primero, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en materia de derecho de réplica) en verdad que es muy interesante; señalando como sujetos obligados tanto a las agencias de noticias como a los medios de comunicación (definidos en un sentido muy amplio) regula el derecho de toda persona para que “sean publicadas o difundidas las aclaraciones que resulten pertinentes, respecto de datos o informaciones transmitidas o publicadas… relacionados con hechos que le aluden, que sean inexactos o falsos, cuya divulgación le causen un agravio ya sea político, económico, en su honor, vida privada y/o imagen”, es muy importante que la ley aclare que este derecho de réplica no prejuzga sobre los daños y perjuicios que la nota haya causado al ciudadano, para eso existen otras vías, sólo reglamenta la posibilidad de poder replicar.
El procedimiento es sencillo y en esa medida me parece que más eficaz: los medios de comunicación deberán de contar con un responsable (cuya información deberá estar publicada en su portal) para recibir solicitudes de réplica, quien esté interesado en hacer valer su derecho, presentará escrito, dentro de los cinco días hábiles siguientes a aquel en que se publicó la información que le agravia, señalando claramente los hecho que desea aclarar y especificando el texto de las aclaraciones respectivas. El medio tendrá tres días hábiles para resolver sobre la solicitud, si la considera procedente publicará los argumentos del quejoso, en las mismas condiciones en que apareció la información recriminada.
Si el medio no contesta en el plazo establecido, niega la solicitud de réplica o su contestación no es satisfactoria para el quejoso, éste puede acudir al juez de distrito y someter a su jurisdicción el conflicto, obviamente se sigue en forma de juicio, con pruebas y alegatos de ambas partes. Lo interesante, y creo que en este punto radicará la fuerza del derecho de réplica, son los alcances de la sentencia del juez de distrito: si se demuestra que el medio no dio contestación a la solicitud del quejoso o que la negativa a publicar la réplica no estuvo fundada, se le sancionará con una multa que va de 500 a cinco mil días de salario mínimo (hasta unos trescientos mil pesos); si el juez ordena la publicación de la queja y el medio no lo hace, además de una multa, puede seguir el procedimiento establecido en la ley de amparo, lo que implica prácticamente que la sentencia será cumplida.
La ley tiene una vacatio legis de 30 días, por lo que prácticamente a partir del 5 de diciembre podremos ver en vigencia la norma. Este procedimiento además de regular un derecho que hace años se clama en la sociedad, servirá como un filtro importante para todos esos medios que utilizan su espacio para el chantaje y la denostación, no refiero sólo a los grandes corporativos (periódicos, radio y televisión) sino a esos pasquines cibernéticos que pululan y que sin el menor pudor publican información sin una fuente ya no digamos válida, de menos pública y no anónima, siempre buscando obtener beneficios a costa de la falsedad.